Feroces de lengua y pluma
Por: Cynthia Eisenberg Artemisa Noticias
La película ‘Ni Dios, ni patrón, ni marido’ narra los hechos que culminaron en la creación de La voz de la mujer, el periódico anarcofeminista desde el cual un grupo de pioneras bregaba por el amor libre, la igualdad de derechos y el fin de toda dominación cuando aún no despuntaba el siglo XX. 
Hacia fines del siglo XIX Buenos Aires soportaba una creciente explosión demográfica; un aluvión de inmigrantes llegó a estas tierras buscando mejores condiciones de vida para descubrir que el hambre y la miseria los habían alcanzado a través del océano.
Hacia 1895 el segundo Censo Nacional de Población contaba 3.954.911 habitantes en la ciudad y alrededor de 1.865.992 eran mujeres. Durante este crecimiento urbano, las 
jornadas de trabajo se extendieron y las condiciones económicas se precarizaron. En ese marco se conformó el movimiento obrero anarquista y socialista, que no descartaba el uso de la violencia en sus luchas.
Muchas mujeres, a las que la legislación de la época consideraba incapaces, se vieron obligadas a dejar sus hogares y velar por la subsistencia de sus hijos e hijas. Mal pagas y peor alimentadas, junto a los niños y las niñas se transformaron en la mano de obra barata de la floreciente economía y fueron sometidas a ingratas condiciones de explotación, tanto por su clase social cómo por su género. Esta serie de transformaciones en el mundo productivo impulsaron la reflexión sobre los nuevos roles que la mujer debía asumir en el concierto social.
Ambientado en este escenario, el film dirigido por Laura Mañá cuenta los 
acontecimientos que protagonizaron un grupo de obreras textiles junto a la anarquista Virginia Bolten y la estrella del canto lírico nacional Lucía Boldoni, quienes se unieron en pos de un objetivo: la edición de un periódico hecho por mujeres para mujeres que acercara a miles de trabajadoras la lucha por la construcción de una identidad autónoma dentro y fuera del hogar.
La Voz de la Mujer, el primer periódico anarcofeminista de Latinoamérica, se imprimió en forma clandestina cuando la policía y la 
escasez de recursos se lo permitieron; los 2000 ejemplares de cada uno de sus nueve números recorrieron fábricas y talleres brindando el espacio para difundir ideales de libertad e independencia, instalar el debate sobre el amor libre, el matrimonio, la revolución social, los abusos del poder y enseñar a las madres a educar a sus hijos en igualdad de derechos.
En su primera editorial declaró a las mujeres ‘hastiadas de pedir y suplicar, de ser el juguete, el objeto de los placeres de nuestros infames explotadores o de viles esposos’ y exigió para su género ‘nuestra parte de placeres en el banquete de la vida’. 
La Voz…sorteó persecuciones, amenazas y prohibiciones, no sólo del ámbito oficial, sino de sus propios compañeros: gran parte de los miembros varones del partido anarquista trataron de impedir que la publicación continuara.
En su segunda edición se enfrentó a ellos llamándolos ‘modernos cangrejos’ y acusó a los ‘señores maridos’ de desear ‘tener una mujer a la que hablaréis de libertad, de anarquía, de igualdad, de revolución social, de sangre, de muerte, para que ésta os crea unos héroes’ y olvidarlas en sus reclamos de justicia.
Más de cien años después de que estas voces audaces, feroces y contestatarias se levantaron, la película que se estrena el 1º de julio con Eugenia Tobal en la piel de Virginia Bolten, acompañada por Alejandra Darin, Ulises Dumont, Daniel Fanego, Ester Goris, Jorge Marrale, Joaquín Furriel, Laura Novoa entre otros y otras,
constituye un paso más en el rescate de la historia y un homenaje a las pioneras de la lucha por la igualdad. Esa que aún hoy se sigue librando.
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