El pulsador de Gath- de Daniel Balmaceda-


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@JONES

27/02/2009#N25499

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A partir de que Torcuato de Alvear- primer intendente porteño, quien asumió en 1880- marco el camino hacia una Buenos Aires parisina, la ciudad vivió en un estado de renovación permanente durante mas de treinta años. Uno de los cambios notables en el comercio fue la aparición de las grandes tiendas, como aquella donde había trabajado Alfonsina Storni: negocios amplísimos, por lo general con varias plantas, en donde se conseguía de todo: elementos de limpieza, de decoración, de tocador, de belleza, muebles, vajillas , comestibles, herramientas y ropa para todas las edades. Era un lugar donde se encontraría lo ultimo en diseño o en aparatos mecánicos. Los porteños se adaptaron a las grandes tiendas con mucha facilidad.

El santiagueño Lorenzo Chaves y el ingles Alfredo Enrique Gath se habían conocido siendo muy jóvenes, cuando ambos eran empleados de la Casa Burgos. Decidieron independizarse en 1883, cuando rondaban los 30 años de edad, e iniciaron Gath & Chaves, un pequeño negocio de venta de ropa de hombres en la calle San Martín, entre La Piedad (Bartolomé Mitre) y Cangallo (Perón). El progreso fue tan veloz que en poco tiempo incorporaron una sección de ropa de mujer. Fueron sumando nuevos departamentos y productos hasta convertirse en la celebre tienda de ocho pisos en la esquina de Florida y Perón, donde se permitieron el lujo de construir un frente con mármol de Carrara. Abrieron sucursales en el interior del país y en Santiago de Chile, y hasta avanzaron en el negocio de la grabación de discos. Llenaron vidrieras de maniquíes, imprimieron catálogos, montaron una oficina de compras en París y tuvieron unos seis mil empleados.

Lorenzo Chaves y Alfredo Gath vendieron el negocio a capitales ingleses en una cifra astronómica, pero ademas siguieron recibiendo dividendo de las ganancias anuales. Se dedicaron a vivir bien, a viajar a Europa e intentar algunos otros negocios que no funcionaron tan bien.

En 1932 murió Chaves. Fue sepultado en una bóveda que se construyo en el cementerio de la Recoleta, a pasos de la entrada. Gath sabia que pronto le llegaría su turno. Pero tenia mucho miedo, no por la muerte en si, sino por la posibilidad de despertad en el ataúd y no poder salir, algo que ocurría de vez en cuando. Importantes figuras alegóricas , entre ellas, la Resurrección, ademas de un cajón hecho a medida que contenía un complejo dispositivo eléctrico. Un pulsador en la mano del muerto permitía que, en caso de que resucitara, se accionara una chicharra a la vez que se levantaba la tapa del féretro.

El mecanismo fue probado varias veces antes de 1936, año en que don Alfredo se convirtió en inexorable huésped del cajón. Lo ubicaron en su propia bóveda en el cementerio de la Recoleta, no muy lejos de su socio Chaves. Gath murió tranquilo, sabiendo que estaba preparado para regresar del mas allá. Pero nunca regreso. Tal vez – por que no- debido a que fallo el aparato.


 

Fuente: “Historias insólitas de la Argentinas” de Daniel Balmaceda.


 

 

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