En la antigüedad los conocimientos de la civilización se aplicaban a la totalidad de las obras sociales y los científicos interrelacionaban todas las áreas del saber. Mente, cuerpo y espíritu cabalgaban juntos, sin que lo espiritual tuviera preponderancia sobre lo material o viceversa.
Hoy las pirámides son estudiadas por los arqueólogos, que por lo general no saben de biología, de astronomía, de ingeniería, de medicina, de arquitectura o de dietética. Para ellos, como los grandes monumentos que han quedado en las riberas del Nilo tienen estructuras pétreas, sólo pueden atribuir a la antigua civilización faraónica notables avances en arquitectura e ingeniería, quedando todas las demás ciencias relegadas o desestimadas por falta de argumentos.
Los egiptólogos solventan la cuestión de las pirámides con la lacónica respuesta de que eran sólo tumbas y que las motivaciones de su construcción se debían a razones religiosas relacionadas con el más allá. De la ciencia del más acá nunca han mencionado nada, salvo para criticar otras opiniones. Para los piramidólogos estas edificaciones fueron erigidas con un fin útil a los vivos, pues resultaría imposible que aquella civilización no conociera las propiedades de sus principales iconos, las pirámides. El conocimiento por parte de los sacerdotes debió ir diluyéndose con el paso del tiempo, posiblemente por la degeneración de sus costumbres cuando griegos y romanos irrumpieron en su territorio. Teodosio cerró en el año 391 todos los templos paganos y la cultura egipcia, que relacionaba la ciencia con la religión mediante fórmulas escritas en jeroglíficos de sucesivos significados, cayó en el oscurantismo y sus conocimientos fueron sólo salvaguardados por pequeños grupos ilegales y sectarios.
Con el invento de la egiptología por parte de los científicos que acompañaron la expedición de Napoleón a Egipto, Occidente volvió a mirar a los antiguos egipcios, pero siempre con el filtro de los dogmas científicos y religiosos de la época. La clave para la traducción de los jeroglíficos desarrollada por Jean François Champollion (1790-1832), tras el descubrimiento de la piedra de Rosetta en 1799, pudo aportar algo de luz a los acontecimientos históricos de la época faraónica, pero no al conocimiento científico incorporado a sus actividades cotidianas. Indudablemente, para intentar conocer los principios de la energía piramidal hay por lo menos que sospechar de su existencia, algo que incluso ha sido negado, ya que las pirámides son sólo montañas de piedras sin ningún atractivo ajeno a la simple tumba.
Un poco de historia
En 1927 el francés Antoine Bovis descubrió que el cadáver de un ratón encontrado en la gran pirámide de Giza no se descomponía. Sus guías le comentaron que eso era normal allí, aunque no sabían la explicación del fenómeno. Cuando regresó a Francia construyó una pequeña pirámide a escala y colocó dentro cadáveres de pequeños animales como ranas, lagartos o gatos. Nuevamente el fenómeno se repitió y pudo constatar que las materias orgánicas no se pudrían sino que se deshidrataban. Publicó estos resultados en una revista científica de la época y el artículo fue leído por el técnico de radio checo Karl Drbal, quien continuó las investigaciones con pirámides hasta que, en el año 1949, presentó en la oficina de patentes lo que llamó «rasurador del faraón», una pirámide de cartulina de 15 cm de base que «afilaba» las cuchillas de afeitar usadas, logrando que recuperasen su cualidad original. En 1959 consiguió que se le otorgara la patente, la primera concedida a un dispositivo piramidal.
Estos acontecimientos potenciaron la curiosidad por el uso de pirámides, que fueron estudiadas por la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos o por instituciones de la extinta Unión Soviética, aunque los resultados fueron considerados materia reservada. El avance del estudio y el desarrollo de la energía piramidal se debió no a instituciones públicas, sino a investigadores y pequeños grupos ajenos al control gubernamental, por lo que la brecha entre ortodoxia y heterodoxia se amplió.
Pero aparte de estas hechos puntuales, en la oscuridad de algunos hospitales, o en deslucidos laboratorios particulares, piramidólogos de todo el mundo han recuperado la curiosidad despertada por los supuestos efectos piramidales, en la pretensión de que los antiguos egipcios no elevaron tres millones de bloques pétreos porque sí, sino que se ajustaban a unas medidas, a unas proporciones y a unas orientaciones planetarias que buscaban el efecto deseado para sus monumentos.
Herencia científica
Quizá una de los resultados más notables del estudio de la piramidología es que tiene efectos terapéuticos. Este asunto, que seguramente no interese a las grandes multinacionales farmacéuticas, merecería ser estudiado en las universidades aunque, descorazonadoramente, se vuelve difícil cuando conocemos de dónde proceden los fondos para sus investigaciones. Si tuvieran alguna propiedad factible de usarse bélicamente, serían secreto militar y valdrían mucho más. Pero en una sociedad tan sometida a los intereses financieros, lo que no sirve para la guerra o para enriquecerse tarda en ser aceptado masivamente. Con todo, estamos convencidos de que la «Revolución Piramidal» resulta imparable.
El laboratorio Kyborg de Alemania, el Centro de Investigación de Rumanía, agricultores y apicultores de más de veinte países, son demasiada gente empleando todo su esfuerzo para que el ser humano reciba la herencia científica dejada por otras culturas, que poco o nada tuvieron que ver con sus primeros y primitivos herederos sean aztecas, egipcios, chinos o incas.
Gabriel S. Vargas, argentino de origen pero afincado en España desde hace veinte años, lleva toda su vida obsesionado por el estudio de las pirámides. En su página web expone los resultados de miles de horas de investigación. Lejos de haber agotado las posibilidades de las pirámides, sus experimentos demuestran que siempre quedan cosas por descubrir, curiosidades cuya explicación se nos escapa. Cuando obtenemos resultados sobre algún factor causal, tras infinidad de observaciones, aparece una sorpresa que, sin despreciar lo aprendido, nos obliga a realizar nuevos análisis. Vargas, entre otras aplicaciones, ha utilizado estructuras piramidales para la conservación de alimentos, obteniendo sorprendentes resultados que les resumimos brevemente:
Podemos mantener un trozo de carne durante 42 días, a temperatura ambiente (unos 32 grados casi constantes), sin ningún aditamento ni salazón, para comerla transcurrido ese tiempo. No hay putrefacción y el sabor es excelente.
En ocasiones ésta se queda «como una suela», pero en unos minutos se hidrata espontáneamente, si hay bastante humedad ambiental. Otras veces hay que mojarla. Creemos que se debe a las diferencias en el entramado celular de la carne, que en ciertos casos conserva su higroscopia sin alteración y sólo permanece seca en el interior de la pirámide.
El yogur puede conservarse –como todos los alimentos– indefinidamente. Generalmente conserva su hidratación y es raro que se seque, pero a veces se convierte en requesón, debido a que el agua se evapora aunque el recipiente esté sellado.
Los vegetales secos mejoran constantemente su sabor; por ello las especias resultan muy favorecidas en el ambiente piramidal. El tabaco, el té, los vinos naturales… todo producto susceptible de añejamiento resulta igualmente fortalecido tanto en aroma como en sabor. Al parecer, la reestructuración molecular espontánea no sólo se produce en los líquidos, sino también en sustancias secas.
La miel casi siempre fluctúa entre líquida y cristalizada, pero cada tipo tiene un ciclo diferente. Algunas no se alteran, permaneciendo siempre líquidas. Otras se cristalizan para no volver a licuarse, a menos que se las extraiga de la pirámide. Cualquier miel gana en sabor, pero las de regiones donde abundan tomillo, albahaca, romero y espliego, alcanzan aromas y sabores sublimes.
Los vinos «malos» (químicos) se descomponen rápidamente, y en pocos días su gusto se torna desagradable, en tanto que los naturales, aunque su calidad no sea óptima, siempre mejoran. Los vinos buenos alcanzan la categoría de añejos en semanas o pocos meses.
Las verduras y las frutas se secan rápidamente, pero al no llegar descomponerse resultan igualmente sabrosas.
Los perfumes de buena calidad, las esencias florales, medicamentos homeopáticos y aceites esenciales, potencian sus características… Sin embargo, ciertos perfumes de mala calidad llegan incluso a empeorar. Esto se debe a que las moléculas reestructuradas proporcionan al producto su verdadera naturaleza, invirtiendo en buena medida los procesos artificiales que se utilizaron para su elaboración.
Trabajando conjuntamente con expertos en geobiología y Feng Shui, hemos descubierto que la mayoría de las líneas y puntos sometidos a actividad geológica son desviados o neutralizados por las pirámides.
Es curioso ver la cara de sorpresa de algunos médicos, que no creen que un paciente con un esguince de tobillo pueda salir caminando, sin escayola, inflamación ni dolor, al cabo de dos días de tratamiento mediante energía piramidal. En Cuba han demostrado en numerosas ocasiones que esto es absolutamente posible…
No creemos que la pirámide sea la tan ansiada «panacea» para sanar todos los males, pero sin duda es lo que más se le parece.
Piramide
¿Que sensaciones, recuerdos, pensamientos te trae? ¿Que significa Piramide para vos ?
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