PUÑADOS DE ESPERANZA

PUÑADOS DE ESPERANZA

 

Mi Abuela decía y lo repetía a menudo, “la esperanza es lo último que se pierde”. Aprovechaba cada ocasión para mencionar la frase ante los miembros de la familia o ante cualquier extraño que le diera lugar. Le era lo mismo si venía a cuento o no, igual la repetía.

En principio, a mi corta edad, no acertaba a darme cuenta del significado que tenían esas palabras; quizá ella había olvidado la causa de su afición por la cantinela, pero para mi sorpresa me fue develado el sentido y me apropié de él.

Los años se me instalaron en la estatura, en la voz, en las palabras y en los silencios. También en los entornos de cosas, de gente y de sucesos.

Casi sin darme cuenta, por alguna rara transfusión mental, fui caminando la vida llenándome los bolsillos de los pantalones y los abrigos de puñados de esperanza, en los inviernos, en los veranos y en las estaciones amables. Año a año incluyendo los bisiestos.

De joven los sentía como guijarros pequeños y brillantes, no quería perder ninguno. “La esperanza es lo último que se pierde”, acicateaba mi mente.

Con el paso de los años los puñados amontonados en mis bolsillos eran demasiados y empezaron a perderse a través de los inevitables huecos de las costuras, en forma de lágrimas pesadas y desteñidas.

Para entonces, en el camino me encontraba con otros, conocidos y desconocidos que parecían haber tenido una Abuela como la mía, repetidoras de algo en lo que al fin de cuentas seguramente no creían del todo.

Pero sigo conservando algunos pocos guijarros de esperanza en el fondo de un bolsillo, ese, el bolsillo de la camisa que casualmente se ubica sobre el corazón.

 

ESTRELLA                                                                      Agosto 2023

 

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