EL MAESTRO Y SU DISCIPULO...............MONYC RUBI


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Publicado por
@MONYC_RUBI

28/12/2005#N7345

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EL MAESTRO Y SU DISCIPULO


Muchas fueron las caminatas del discípulo con su Maestro, del Hombre con el hombre, del hijo con el Padre, del Padre con sus hijos. Muchos los libros estudiados, comprendidos. Muchos los secretos para ellos permitidos y por tanto develados. Hasta que un día el aprendiz dejó escapar en un arrebato el reclamo:


-Nunca me ha enseñado la ciencia de los hechizos!

-¿Hechizos? -preguntó consternado el Mago.

-Usted es un mago. Uno de los mejores.

-¿Todavía me confundes? ¡No soy un hechicero!

-Perdone. No quise decir un brujo...


El Mago estalló en ira...


-¿Crees que he dedicado mi vida al estudio y servicio del Altísimo sólo para intentar doblegar a la Naturaleza a mi antojo? ¿Piensas que he acumulado en esta cueva toda la ciencia que puedas encontrar desde los lejanos egipcios hasta nuestros sabios sólo por tener la secreta intención de parecerme a Dios?

-Yo no he dicho eso...

-Por mis días que lo haces con la inconsciencia de tus palabras!

-Maestro...

-Así es como actúa un hechicero -puntualizó el Mago. ¿O por qué crees que los débiles de alma acuden a ellos para pedirles ayuda? Los brujos sólo venden la ilusión de dominar a su antojo las fuerzas de la Naturaleza.

-...Usted lo hace también -se atrevió el aprendiz.

-Yo establezco alianza con ellas y actúo según su curso, no para influir sobre nadie, sino para ayudar. ¿O es que acaso me has visto actuar sobre la voluntad de un ser para torcer su camino?

-Jamás, señor.



Entonces el mago le habló al discípulo del libre albedrío. Le enseño cómo nadie puede alterar el ritmo de vida de otros con hechizos o abluciones, pues la Ley Divina da a cada quién derecho de decisión, de permitir que en su vida ocurran o no determinados acontecimientos.


-No hay hechizo que pueda influir en ti si tú no lo permites. Ésa es tu mejor arma contra la mentira que venden los hechiceros que juegan con la ilusión de hacerte creer que son dioses, un poder separado del Creador. Fuera de Él, no hay nada...

-¿Y las fuerzas del Averno?

-¿Crees que el demonio puede ser más poderoso que su Creador? ¿Qué otra cosa puede ser el siervo caído sino la prueba a la que te enfrentas para probar tu virtud?


Maestro y discípulo conversaron largamente hasta que este último terminó de comprender el sentido del libre albedrío.


-Entonces, si puedo decidir sobre lo que quiero vivir o no en mi vida, ¿por qué tengo que enfrentar dolor o dificultades que sobrevienen sin que yo las desee?

-¿Qué pasaría si en vez de llamarlas “dolor”, “dificultades”, comienzas a llamarlas “lecciones por aprender”? Hazlo y verás que tu aprendizaje será grande y tu confusión menor.

-Pero ¿si hay... “lecciones” que no quisiera vivir aún? ¿Qué puedo hacer con ellas, Maestro?


El Mago miró a su aprendiz y posó una mano sobre su hombro.


-¿Podrías leer los grandes libros si antes no aprendes a leer? Eso es crecer, muchacho.
Aprender, abrir tu espíritu a la experiencia del conocimiento, tener la sabiduría para ponerlo en práctica, no por el orgullo de decirte sabio, sino con el deseo de servir. La inteligencia es como el agua: si la dejas presa en el estanque sólo para calmar tu sed, terminará por enfermarte; y cuando busques a tu alrededor descubrirás que todos se han ido, buscando otro manantial, otro río que corra libre, otras tierras donde crezca abundante el pasto: pues las tuyas, las que privaste de la gran riqueza, estarán secas... muertas.


Cuando el mago regresó a la cueva, encontró al aprendiz apesadumbrado.



-Es tan difícil actuar como se piensa, hacer lo que se dice... -dijo el aprendiz cuando el mago lo inquirió. No logro doblegar mi ira, cuando alguien me ofende, Maestro; ni mi lengua cuando alguien me incita. Las palabras ruedan por mi boca sin prudencia, en el carro de la vanidad o el orgullo. A veces, en el mercado del pueblo, hilan cuentos sobre usted que nada tienen que envidiar a chismes de lavanderas...


El mago rió.


-Es cierto, Maestro. Lo peor es que sé que no debo responderles, pero lo hago; mi boca parece una incontrolada cascada de palabras, y cuando logro detenerme...



-Te castigas severamente haciéndote sentir mal... -completó el Mago de la Luz.



El aprendiz iba a esbozar una idea pero el Mago no se lo permitió.



-Eres muy severo contigo mismo, muchacho.

-Tengo que exigirme.

-Con el gobierno de la mente, no con el de la razón.

-¿Y no es lo mismo, maestro?

-La razón es como un doncella vieja, justifica todos los errores con mil artilugios que suenan a bondad. En cambio, la mente es el viejo sabio que no se deja engañar ni por llantos de comadres, ni por excusas de sabios de mesón. Con la mente, podrás alcanzar horizontes, más allá de este plano, muchacho.

-¿Más allá? Dios... En estos momentos así me siento tan humano.

-Eres humano...

-Tan pegado a la tierra, quiero decir... -continuó el aprendiz- si tan sólo tuviera alas...

-Las posees. Sólo tienes que aprender a desplegarlas. Mente muchacho. Sabiduría de la vida. Inteligencia conectada a Inteligencia en este Gran Libro llamado Universo.


El Mago tomó el aprendiz por los hombros y continuó hablándole con fuerza:



-Abre los ojos. Aparta de ti la autocompasión. Mira la cima dispuesto a volar, sabiendo que lo harás...


Y ante el aprendiz el Mago hizo aparecer el arcano del ahorcado.



-Mal augurio... -dijo el aprendiz.


-O Elevación -dijo el mago, volteando la carta. Tú decides. Cabeza abajo y te entierras en la Nada, o cabeza arriba y asciendes, ligado a la tierra, pero llevando a cabo tu misión, con la mirada de la existencia hacia arriba, siempre hacia arriba...


Días más tarde, otro arcano se develó para el aprendiz. Conoció al anciano de la lámpara, el que camina más allá de los designios, apoyado en el bastón de doce partes. El hombre entregado al silencio y a la soledad que acaricia suavemente las finas hojas del libro infinito.


-Elevación -susurró el aprendiz.

-Equilibrio -señaló el Mago.

-¿Cómo se adquiere, Señor?

-Cuando estás en paz. Seguro en la continuidad de tu evolución. Equilibrio, muchacho. Vértice entre la emoción y la razón. Punta de la espada violeta con la que el caballero sabio ejerce la disciplina y la benevolencia.

-Hábleme más del equilibrio, Maestro.

-Muy bien. Escucha con atención...


Y el Mago se sumergió en el mayor de sus silencios...



“EL SER ES EL SER Y LA RAZON DE SER DE EL SER ES EL MISMO SER”.

 

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