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Escrito por
@LATINA

09/06/2013#N43498

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El era todo lo que una mujer podía desear alguna vez, pensaba Lucía contemplando la belleza de ese hombre.

Rubio, de ojos claros, una barba incipiente que parecía descuidada pero era todo lo contrario. Espalda ancha, brazos musculosos, la marca de los abdominales se adivinaba a través de su camisa liviana de color blanco, cuyo cuello y puños asomaban debajo de un traje gris, de corte perfecto que le calzaba increíblemente bien.

Lucía era bonita, extremadamente delgada, de ojos oscuros, tormentosos y grandes, contrastantes con su rostro pálido, aureolado por una abundante cabellera negra.

Hacía mucho tiempo que Lucía esperaba la llegada de un hombre que la conmoviera. Sentada en el parque de la gran casona, lo miraba, lo tocaba, pasaba los dedos sobre su rostro, lo besaba suavemente para luego estrecharlo sobre su pecho. Así, como en un rito, repetía sus  acciones una y otra vez.

Fernando, de pie en el umbral de la puerta que daba al jardín la contemplaba. No estaba muy seguro si lo suyo  tenía que ver con su obligación de observarla o si era que se sentía celoso. Esa incertidumbre lo mantenía inmóvil y  sin poder apartar la mirada.

El parque era enorme. Había once canteros con variedad de flores y en los senderos existían árboles de diversas especies. Cada tanto un banco invitaba amablemente a hacer una pausa, al descanso y a la contemplación. Era la hora en que las sombras se alargan y  las farolas se  encienden.

Advirtiendo que se hacía de noche Lucía miró a ambos lados, como si temiera que vinieran a buscarla y se abrazó a él fuertemente. Por primera vez sintió que  le respondía abrazándola también. Se entregó mansamente a esa caricia y se dejó llevar a través del parque. Juntos entraron a la casa, atravesando el gran salón y el corredor que llevaba a las habitaciones. Todo alrededor era blanco, extremadamente blanco y  olía a desinfectante. Se tendió en la cama y soportó resignadamente la inyección y el abuso.  El sonido de la llave cerrando la puerta  le indicaba el final del día.

Mientras  Fernando dejaba a Lucía en su habitación, Leonardo Di Caprio, en el parque,  sonreía desde  una revista que empezaba a humedecerse con el rocío.

 

MARÍA

 

Comentarios

@SUSANAGRACIELAG

10/06/2013



Muy bueno, María. Te felicito!!!

Besote

Su  
@SUSANAGRACIELAG

11/06/2013



      
@AGUSTIN

11/06/2013



Mi hija se llama Lucía y Fernando su pareja (bah, mi yerno...) solo que antes era rubio y de ojos claros. Haber nacido en Perú lo sometió a la rigurosidad del sol incaico por lo que perdió su aspecto vikingo.



¡Excelente relato, María!

Agustín:)