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Escrito por
@FITO

21/04/2013#N43194

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LA CUEVA


            Juan siempre pensó que el futuro iba a ser diferente, que tendría una industria y que podría ser un ingeniero de prestigio. Después de estar veintitrés años en la misma empresa, su futuro era lo que estaba viviendo y no era el dueño. Era un empleado de máxima confianza, primero el dueño y luego él, pero siempre primero el dueño. Sus propuestas eran rechazadas para ser presentadas una semana más tarde con algunas modificaciones, por el dueño como propia. Juan lo reemplazaba en las vacaciones, de casi un mes, con resultados muy buenos que se reflejaban en las ventas, quizás ahí había nacido la envidia, los celos entre profesionales que interfirió en la relación entre ambos.

            En uno de esos viaje el dueño conoció a una persona, las dos esposas congeniaron enseguida y ellos, al conocerse en un viaje de placer, se identificaron como si hubieran nacido el uno para el otro. Hecho que permitió que unieran sus empresas para crear  una de mayor envergadura, tan amplia que Juan sintió que sus sueños se perdieron para siempre en esa fusión.

            En una reunión, de las habituales que hacían el lunes de cada semana, acordaron algo distinto, hacer un viaje, a unas grutas inmensas de gran belleza, lo convencieron a Juan que se uniera y el aceptó.

Las discusiones laborales, iban a dar un paso atrás, al menos por un fin de semana alargado por dos feriados. Juan, no estaba muy conforme con la idea de viajar con los dos socios, no había una gran amistad y si la hubo se fue perdiendo en los últimos años. Igual hicieron todos los preparativos, la ropa, el calzado, las sogas y las linternas.

Un guía, después de un viaje agotador, los acompañó hasta la entrada de la cueva, la noche anterior habían cenado con él, mientras les había explicaba las precauciones que debían tomar.

Una vez que ingresaron, sabían que iban a llegar, luego de veinte minutos de marcha a una espacio, de donde emergían tres senderos, el del medio era el que los llevaba hasta un lugar muy amplio llenos de espeleotemas de origen volcánico, con el agregado de un pequeño lago ideal para sacar fotos.

Cuando llegaron al claro, decidieron hacer una marca en el piso del sendero que habían transitado para guiarse al regreso, para luego caminar durante unos minutos.  Juan sintió que la faltaba el aire, le pidió a sus compañeros que prosiguieran, que enseguida los alcanzaría, cosa que los socios hicieron con rapidez, tal era su ansiedad de llegar y sacar las fotos.

-       ¿Estás seguro de lo que vamos a hacer?

-       ¡Sí! No tengo dudas, siempre nos critica e indemnizarlos es muy caro, debe quedarse acá para siempre.

-       Está bien. ¡Lo haremos!

Juan los alcanzó, estaban sentados al borde del lago, sin moverse, admiraban todo lo que iluminaba sus linternas, usaban las cámaras sin cesar. Uno de ellos se levantó, caminó unos metros y sacó otras dos fotos, al regresar señaló un sitio, para decir: - “ Algo se movió” Juan, quiso ver pero lo único que sintió fue un golpe fuerte en la nuca que comenzó a adormecerlo, tocó su cabeza y notó que la sangre fluía de ella, mientras ya se desdibujaban las imágines del pasado, del presente, solo una luz blanca cada vez más grande, era lo que distinguió, hasta que cayó su cuerpo al lago y las aguas fueron tornándose a  un color rosado, que llevaba el cuerpo inerte hacía la profundidad.

Arrojaron al fondo del estanque la mochila de Juan, su linterna y la batería por separado.

-       ¡Ya está! Nunca ha venido. El miércoles hablamos con el abogado por el abandono de trabajo. – Los dos rieron y se felicitaron por lo que habían hecho.

-       No te enojes, yo tengo ganas de mear. — Y orinó sobre el lago, que agregó otro color en su superficie.

Recogieron todas sus cosas, sacaron las dos últimas fotos antes de  emprender  el regreso, la conversación giró alrededor de los proyectos que estaban demorados por no haberlos tratado, para que Juan no se enterara. Al llegar al claro buscaron la marca que habían hecho, fue inútil la búsqueda, no estaba, todos los senderos tenían marcas, marcas idénticas.

-       Este Juan, hijo de puta, nos cagó, hizo las marcas en todos lados.

-       ¿Cuándo? Cuando estaba mareado regresó.

-       ¡Qué tipo de mierda! Tenemos que ir por un sendero rápido y si no es volvemos, antes que se agoten las baterías.

-       Dale, apago la mía y te sigo.

 

El que iba adelante sentía temor de ser golpeado, el que iba atrás tenía miedo de ser abandonado, daban los pasos con una total tensión. Pronto se dieron cuenta que ese camino no era y regresaron, hasta encontrar el claro de los senderos, debían elegir otro camino, la luz de las lámparas iban decayendo, tomaron un sendero que esta vez les resultó familiar y caminaron, entre piedras grandes hasta que por fin llegaron a un estanque, lo reconocieron, por la sangre en el suelo. En ese instante la luz de una  linterna se agotó, apenas pudieron prender la segunda y se iluminó el agua donde el cuerpo de Juan flotaba, con los ojos abiertos mirando a los dos socios. La última linterna se apagó.

 

Comentarios

@SIL_VANA

21/04/2013



 Excelente relato !!!! Sùper atrapante con un final justo para este cuento . Asi son los cuentos,  cuando empezò deseaba que salgan los tres y luego desatò mi furìa . Me encantò . Gracias por compartirlo con TODOS nosotros . Un abrazo !!!    Silvana