EL SEÑOR DE LAS RESPUESTAS


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@NEANDYCOM

31/08/2009#N28337

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  EL SEÑOR DE LAS RESPUESTAS

                 Terminar el día, a veces, no es una satisfacción. Una pesadumbre, una opresión en el pecho obligan a mirar en profundidad  hacia el horizonte, buscando respuestas, sin saber si realmente se quieren encontrar esas respuestas, el sentir una pérdida, el  no tener con quien hablar y la monotonía del silencio de la inmensidad, que perturba mas  que el excesivo murmullo de la aldea,  nos indican el camino del  Señor  de las Respuestas.

                 Tantas ocasiones tuve para aprender el uso de las armas y tantas ocasiones deseché en favor del aprendizaje de la magia, arma que según yo, era mas poderosa. Y así, los días transcurrieron, uno detras del otro, continuos como el torrente del río, extensos, misteriosos, esperando un nuevo gesto, una nueva señal que nos indicára la lección de lo que el futuro nos depararía.

                 La mañana, clara y brillante, como el reflejo del sol sobre la mica, nos encontró acurrucados entre pieles, paredes de piedra, nuestros enseres y el fuego languideciente de algunas horas sin alimentarlo. Eran los últimos días que nos quedaban para conseguir  comida antes que el viento helado y la sequía entrasen aplacando al Padre Sol,  fenómeno que rigurosamente sucedía para esta época.

                 Nos levantamos rápidamente, apagamos el fuego, recogimos nuestras cosas y caminamos a paso regular,  pero firme,  en dirección al Padre Sol. Uno por detrás del otro, callados; él mirando hacia adelante, atento,  yo mirando sin ver, inmerso en mis recuerdos y en los recuerdos del Anciano de la aldea. Algo iba a suceder, ya eran cuatro apariciones del padre sol que caminabamos por las tierras conocidas y si al terminar esta jornada no  encontrábamos ningún animal,  tendríamos,  necesariamente, que cruzar  a las tierras de los "otros" a riesgo de morir; pero que alternativa teníamos o morir ahora o morir de hambre en el futuro. Algo debía suceder, mi corazón me lo decía, yo había realizado todos mis pases correctamente.     

                Cobil, mi compañero, había comentado añoche que el Señor de los Animales seguramente estaba ofendido con nuestra aldea,  ya que venir en su búsqueda, solamente dos, era un atrevimiento,  siempre los varones mas jóvenes habían salido a la tierra en busca del alimento, antes del frío y la sequedad ,seguramente,  su espíritu, molesto, arrió  todos los animales en nuestro camino.

                 Cobil  era un cazador, un luchador, y su boca hablaba por lo que había aprendido en los días que salía con los demas, conocía a  la perfección las costumbres y los lugares en donde los animales para esta época se encontraban , él, confiado, aceptó el encargo de los ancianos, cuando dijeron: que solamente los dos debíamos procurar el alimento.

              Cobil, corrió hacia mi lugar, se acuclilló frente al fuego de mi madre; tomó una de sus flechas, dibujó dos líneas paralelas en el piso y me pidió que invocara al espíritu de los animales para que tuvieramos buena caza.

                 Yo, Calancachicat, hijo del que habla con los dioses, y hablador con ellos también, tomé mi bolsita de piedras, mis plumas de pájaros, las raíces, mi jarrito y  mi amuleto:  la imágen  de mi padre modelada en barro. Me dirijí hacia lo alto, de espalda al  Padre Sol, para que mi sombra se proyectara hacia adelante en busca del lider de los animales e informarle del mensaje de Cobil.

                 Supe, aunque no me di vuelta, que Cobil con su mirada me acompañó todo el trayecto, hasta que el bosque me abrazó y cubrió mi imágen.

                 Dos épocas atrás había realizado esta ceremonia, ya no temblaba mi pecho, ni mis palabras se escondían en mi boca para no salir.  Me senté con las piernas cruzadas en una piedra, clavé en el suelo la imágen de mi padre, distribuí a su alrededor las plumas; en una mano puse mi piedra sagrada, transparente como el agua,  y en la otra  una figurita en barro de un guanaco, símbolo del lider de los animales.  Así oré durante horas. Cuando el Padre Sol cedió su lugar a la Madre Luna, junté algunos leños, encendí el fuego y preparé una bebida con las raíces.

                  El sueño me invadió, preparé mi mente para viajar, fue un viaje extraño, pues mi espíritu no vió los animales de siempre, alcanzó a distinguir algunos,  semejantes a los guanacos, cubiertos con mantas y pegado a su lomo una figura casi humana, que brillaba y vociferaba extraños sonidos.  Creo que tuve miedo y no me animé a acercarme mas, no quise ver los ojos de estos seres, volví desesperado hacia mi cuerpo y retorné a mi hogar.           

                El Anciano Cacique me llamó a su casa, fui temeroso, pero seguro. Yo  Calancachicat era el hablador de los dioses.

                  Su figura serena, ubicada en el rincón mas oscuro de la casa,  habló pausadamente, sin la firmeza de otras veces, pero con claridad. Primero, me indicó que debería acompañar a  Cobil  en su viaje en busca de alimentos y que aunque fuera extraño que solamente dos  realizaramos el camino, el Consejo de Ancianos y Caciques había decidido sacrificar la cantidad de comida por la seguridad de la aldea. Segundo, me relató las noticias que había traido el  hermano del marido de su hija, que viajaba desde las tierras altas. El a lo lejos había divisado un humo en un lugar que no había pueblos, curioso se acercó por el río y encontró a unos hombres de color blanco, que se sacaban unos trajes que brillaban, dejándolo casi ciego cuando los ponían contra el sol, y que a su alrededor caminaban unos seres de cuatro patas, robustos, que resoplaban.  Su asombro fue tal,  que se quedó mirando atónito por varias horas; estos preparaban fuego, casi como nosotros, pero la comida la consiguieron de una manera extraña y terrible: dos de ellos caminando sobre sus dos patas y llevando en las delanteras un palo largo, se acercaron a los animales que tomaban agua junto al gran charco, allí se pusieron en cuatro patas y sorpresivamente se elevaron,  llevaron el palo cerca de su cara y con gran estruendo salió fuego de su punta, una nube los envolvió, los animales huyeron despavoridos, al igual que los pájaros que descansaban en los árboles, pero uno de los guanacos quedó muerto,  junto al gran charco. Durante la noche Talosnavan se acercó al lugar donde cayó el animal y vió su sangre desparramada tiñendo la piedra.

                 El Anciano quería que yo cuidara de Cobil con mi magia, él sabía que la aldea podía ser defendida de cualquier peligro, varias veces los  "otros" quisieron atacar. Si bien estos seres, según los cuentos, eran extraños, los luchadores podrían defender los campos.

                 De pronto, Cobil alzó su mano, yo, que aunque ensimismado, estaba atento, me dutuve bruscamente y me agaché en la inmensidad de la tierra, apreté fuertemente mi piedra sagrada, mi deseo ferviente era terminar rápido con este agotador viaje, nunca me había alejado tanto de la aldea y entre mi sueño y el cuento de Talosnavan mi espiritu viajero estaba inquieto, añoré, por un segundo el parloteo de las mujeres durante la cosecha y los pleitos que debía solucionar entre las  familias.

                 Cobil, corrió agazapado hacia las lomadas de su izquierda, sus pies parecían flotar sobre la tierra, igual que una lagartija trepó la cima, su figura pequeña, desde donde yo estaba, me marcaba la diferencia de tamaño entre nosotros y  la tierra en que vivíamos. Así, pensando en la pequeñez de la imágen de Cobil y la grandeza de su destreza y la verguenza de mi miedo por lo desconocido, yo que me aventuraba a viajar por el país de la oscuridad sin mas defensa que mi piedra sagrada, sentí un estruendo, similar al que produce el cielo antes de que la lluvia moje los campos, instintivamente miré hacia arriba, el cielo era de un celeste profundo, ni una sola nube salpicaba su inmensidad,  entonces,  ¿de dónde venía ese ruido?

                 Lentamente,  temblando, recorrí el camino de Cobil, pocos metros antes de llegar a su cuerpo, pude ver que la sangre le cubría todo el pecho, sus brazos extendidos mostraban el estómago destrozado, me avalanzé desesperado hacia él y automáticamente tomé sus flechas y su arco, justo en el preciso momento en que en lo alto de la loma, se recortaban las figuras de esos seres que había visto en mi viaje buscando al lider de los animales. Ahora, si les pude ver los ojos, la primer cabeza, los tenía como dos bolas de fuego, el de arriba, como el  color  del cielo; en ves de paralizarme comencé a correr desenfrenadamente. Sentí dos veces el mismo estruendo, el primero, pasó como un silbido junto a mi cara, el segundo, escupió tierra en mis pies. Confundido y atontado pues no entendía lo que pasaba, me escabullí entre los riscos, buscando afanosamente el borde donde el bosque se extendía.

                 Algo, quizás el ruido, me hizo volver la cabeza y vi como los seres impulsados por el viento y envueltos en una nube de polvo se dirigían hacia  mi.

                 Mi corazón  quería salirse de su lugar, mi cuerpo estaba todo húmedo.

                 El bosque había sido mi amigo desde niño, en él aprendí, con mi padre, a hablar con los dioses, en él, conocí el viaje por el país de los sueños, ahora él debía protegerme. Salteando  árboles y cambiando de dirección casi constantemente, logré llegar a las grandes rocas, donde había muchos lugares para esconderse, entré a una profunda grieta, deslizé mi cuerpo y lo dejé caer. Al poco tiempo escuché el tremendo ruido de estos seres, varias veces pasaron por encima de la roca en la que estaba escondido, mi miedo era tal que no podía  ordenar mis imágenes, que falta me hacían en ese momento las raices.

                 Había caído boca abajo, el dolor  en el estómago era insoportable, probablemente al deslizarme por la grieta alguna saliente había desgarrado mi piel, pero el dolor de ver destripado a Cobil opacaba el mio, sentí un poco de fuerzas, cerré los ojos y traté de viajar hacia el país de los sueños,  quería hablar con el Señor de las Respuestas.

                 Su casa salpicada de fuegos, me resultó confortable, mi cuerpo entumecido necesitaba un poco de calor, alcancé a divisar su figura en un rincón, respetuosamente me senté con las piernas cruzadas en el extremo mas alejado de donde estaba él, extendí mis manos hacia el fogón mas cercano, agaché mi cabeza y hablé:

                 -Señor, cuando viajé para buscar al lider de los animales, antes de emprender el camino con Cobil, en él no pude divisar a ningún  animal de los que siempre poblaron nuestra tierra y que sirvieron de alimento a la  aldea e inclusive a los"otros", sólo pude ver a estos seres extraños que aparentemente se separan y que escupen  fuego  por un palo, ellos, creo, Señor, fueron los que le quitaron la vida a Cobil y ahora quiero saber porqué.

                 Durante largos minutos el silencio era interrumpido solamente, por el crepitar de los leños en el fogón, de pronto, frente a mi, apareció un plato con harina cosida y unos trozos de carne cocinados a la llama, ademas, de un jarro con bebida fuerte. El silencio, la penumbra , el calor del fuego y la pregunta salida de mi boca, hicieron que mi cuerpo se relajara y que mi dolor por Cobil menguara. Despaciosamente fui comiendo y bebiendo hasta acabar todo lo servido, creo que  me dormí  profundamente.

                 Al despertar, los fogones seguían en el mismo lugar, tenían mas leños y el plato con comida ya no estaba, solo me dejaron el jarrito con  mas bebida, apuré tomarlo pues mi garganta ardía. Inquieto comencé a reconocer la casa, buscando la figura del Señor de las Respuestas, pero las sombras y los clarososcuros provocados por  las lenguas de las llamas no me permitían ver mucho. Me incorporé, caminé por la casa y cuando estaba dispuesto a salir un sonido agudo me golpeó por detrás, me volví abruptamente, un esqueleto totalmente encorvado, de pelo muy largo y gris, como las cenizas, explotó ante mis ojos con el mismo estruendo que oí por tres veces en manos de aquellos seres extraños, mitad hombres, mitad bestias.

                 Con gran esfuerzo, fui con las manos empujando hacia atrás mi cuerpo dolorido para salir de la grieta, al lograrlo, apenas pude dejarme caer en el suelo y apoyar la espalda contra la roca, respiré profundamente  y en una convulsión vomité la harina , la carne y la bebida fuerte que ingerí en mi viaje a la casa del Señor de las Respuestas. Nuevamente volví a dormirme extenuado.

                 Cuando desperté, ya el Padre Sol hacía rato que caminaba por la inmensidad del cielo, mi cara estaba muy caliente y mi cuerpo despedía un fuerte olor, mezcla  del vómito y el  miedo, el mismo olor que siento cuando alguien viene a  casa  para que con mi magia realize a la distancia  algún mal, ese olor estaba ahora presente en mi cuerpo.

                 Sigilosamente, rehice el camino de mi loca carrera, al escapar del ataque de los seres  extraños. Al salir del bosque pude observar a la distancia  que el cuerpo de Cobil, todavía estaba allí, apuré el paso llevado por la angustia y el dolor renacido ante la pérdida de un ser querido. Los pájaros, ya habían hecho su trabajo y el calor comenzaba a descomponerlo. Sus flechas, su vincha tejida, su  hacha y un brazalete de metal que había forjado su mujer no estaban en el cuerpo de Cobil, la rapiña no solo era de los pájaros, esto seres eran ... ¡ Claro !,  estos seres eran los dioses del mal, aquellos de las pestes, los que se llevan a los niños en los vientres de las madres, los mismos que llevaron al hermano de Cobil y a mi padre. Evidentemente todavía no era mi turno.

                 Cargué el cuerpo de Cobil hasta el río y lo lavé, con una espina y fibras de una planta  cosí sus tripas, algunas flores aromáticas hervidas me sirvieron para aplacar un poco el nauseabundo olor de su cuerpo.

                 El Padre Sol estaba por dormir, yo decidí lo mismo.

                 En el fondo de mi bolsa tenía todavía raíces, busqué madera, hice fuego, bebí de mi jarrito y me dejé llevar por el sueño. Mi temor al dormirme, era que el espíritu de Cobil, viniera a preguntarme que había pasado con su cuerpo. ¿Cómo le explicaría mi fracaso en la casa del Señor de las Respuestas?, solo podría decirle que sospechaba de que estos seres, eran los señores del mal que quisieron llevarse a Cobil igual que a su hermano.

                 Una ves, supo decirme mi padre, que el Señor del Mal no tenía una buena conducta, que uno nunca sabía cual iba a ser su actitud, que por eso cuando se lo invocara para realizar algún trabajo, debía estar siempre seguro de que la persona a hacer el mal, estuviera lejos de mi casa, así el Señor del Mal no se vería tentado a visitarme. Sin embargo, mi padre murió porque otro hechicero le lanzó su punta de cristal sagrado por el cielo, la causa fue una mujer que hablaba con mi padre en sus viajes al  país de los sueños, ¿estaría este hechicero con los seres de cuatro patas?

                 Mi viaje fue muy corto, enseguida me encontré en mi aldea, todos los ancianos bailaban en silencio, sin fogón, sin bebida, entre ellos bufaban enfurecidos los seres de cuatro patas,  los otros tronaban sus palos de fuego hacia el cielo. De ves en cuando, Cobil, mi padre y el hechicero del mal aparecían entre las sombras y esto causaba mucha risa a los seres del mal, el viaje terminó cuando mi madre, lanzó por su boca una flecha sagrada que se clavó en mi pecho y estalló en una luz brillante.

                 Desperté nuevamente con el sol muy arriba, preparé un poco de bebida caliente, herví mas flores aromáticas y emprendí el camino de regreso a casa con Cobil sobre mis espaldas.

                 Terminar el día, a veces no es una satisfacción, una pesadumbre, una opresión en el pecho obligan a mirar en profundidad, hacia el horizonte, buscando respuestas, sin saber si realmente uno quiere encontrar esas respuestas, el sentir una pérdida, el no tener  con quien hablar y la monotonía del silencio de la inmensidad, que perturba mas que el excesivo murmullo de la aldea, nos indican el camino del Señor de las Respuestas.

                 Desde lo alto de la loma que corona mi aldea, con el cuerpo de Cobil sobre mi espalda, vi las columnas humeantes de las casas incendiadas, de los campos de cultivo y los cuerpos  calcinados de los ancianos, que con sus huesos desparramados, solo conservaban el cabello gris, como las cenizas del fuego que purificó sus vidas en esta tierra.

                 Dice el rumor del viento, que los demás emprendieron el camino de los seres extraños del mal, cuya única ambición es destruir lo que hace muchos soles estaba en pie. Espero que mis recuerdos viajen por el país de los sueños, quizás  los dioses puedan preguntarle al Señor de las Respuestas ¿PORQUÉ?

 

Esteban L. Pillado

Enero, Lugones 1993

 

 

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