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Escrito por
@KOPSI

07/07/2006#N10494

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“Siento que estás jugando conmigo como el gato con el mísero ratón”, dijiste. No, respondí, no estoy jugando. Pronuncié esa frase con una sonrisa.

“Estoy aquí, confundido”. “Eso suele ocurrir”, dije. Y agregué: “Nos pasa a todos, en algún momento y ante cualquier circunstancia”.

“Estoy perdido. Tengo que pensar. Quizás hacer lo que hiciste: Racionalizar”. Ante esas palabras, callé.

¿Cómo decirte que racionalizar sentimientos es lo peor que puede hacerse? Si las experiencias ajenas fuesen útiles, ni lo hubieses considerado. Cuando racionalicé, el resultado fue desastroso. Pero fue mi experiencia, y tú debes hacer las tuyas.

Resulta tan extraño este momento de mi vida, pienso, en el cual todo es incertidumbre ante la indefinición ajena. Quizás ello se debe mis tardías apariciones o reapariciones, al no dejarme guiar por mis instintos como otrora.

Por otra parte no estoy segura de nada ni doy nada por seguro. Temo al sufrimiento y siento pánico al pensar en el dolor. Quisiera que a esta edad, en la que peinaría canas de no ponerle tintura al cabello, dejasen de preocuparme ciertos temas que debieran estar totalmente claros y resueltos.

Viendo mi realidad desde otro ángulo me pregunto cuál de ambos es el gato y cuál el ratón. Suponiendo que sea el gato el cazador, pues soy mezcla de ratón y araña, por haberme enredado en mis propias telas.

Y contrariamente al dicho popular no me considero mísera. Muy por el contrario, sé que tengo principios y valores. Que no siempre son advertidos. Que no siempre afloran.

No podría, creo, ser como el gato cazador, que acecha a su presa para satisfacer su apetito. Más bien sería como un felino amigable que comparte su alimento con el ratón hambriento. Buscaría su compañía y amistad, que en definitiva, me depararían mayores y más duraderas satisfacciones que una buena digestión.

No hay animal en el reino natural tan complicado como el humano que, dejando a un lado sus instintos e inclinaciones naturales, se refugia en sí mismo. Busca explicaciones para justificar yerros. Encuentra excusas pueriles para callar lo que quiere gritar. Y comparte sus tiempos con quien no le inspira amor, tan sólo para evitar la soledad.

No es como el águila que vuela sobre las tormentas y no come carroña. Que construye en lugares inaccesibles su nido para evitar que los depredadores le provoquen duelos.

El humano se ensaña con el más débil, mata a los de su propia especie, come la carroña que los más poderosos han dejado y no puede evitar llorar y gemir por las permanentes, cíclicas y constantes depredaciones que sufre.

No, en esta analogía no soy el mísero ratón y tampoco el gato cazador. En todo caso, soy ambas cosas a la vez. Aunque prefiero describirme como a una mujer, humanamente falible, totalmente imperfecta y que no busca la perfección, por otra parte.

Soy tan solo un eslabón de esta imaginaria cadena de sucesos, algunos inexplicables, otros obvios.

Soy tan solo yo, sin ficticios ornamentos ni pretendidas veleidades. No utilizo los resquicios para colarme en otras vidas, imponiéndome. No acoso ni invado, y la sonrisa siempre la llevo conmigo, en todo momento.

Porque la vida, porque mi vida, debo vivirla disfrutando, sufriendo y gozando. Llorando y riendo. Dando y recibiendo. Queriendo y amando.

 

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