UN JUSTO GENTIL - A LA MEMORIA DE R.G. WALLENBERG


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@JONES

29/03/2009#N25864

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por Abraham Zylberman


 

A la memoria de Raoul Wallenberg


 

Raoul Wallenberg descendía de una antigua familia sueca, fundadora de un importante banco. Su abuelo fue diplomático y representó a su país en China, Japón y Turquía. Su padre, oficial de la marina real, murió joven y la educación de Raoul estuvo a cargo de sus abuelos. Su infancia y adolescencia transcurrieron felices y despreocupadas. Después de finalizar sus estudios de Derecho en Francia, se volcó a la profesión de arquitecto, viajando a Estados Unidos a estudiar. En 1935 se instaló en Suecia como arquitecto, aunque seguía viajando con frecuencia. Poco antes de la guerra, visitó Palestina y tuvo la oportunidad de familiarizarse con lo que entonces era el tema central de la comunidad judía: el proyecto de creación de un Hogar Nacional Judío. A partir de esa visita, su identificación con la causa del pueblo judío se intensificó. Con el estallido de la guerra, tampoco Suecia fue un lugar apropiado para el ejercicio de la profesión de arquitecto, debiendo Wallenberg cambiar de ocupación. Dedicado a los negocios, empezó a dirigir una empresa de comercio internacional la «Mellaneuropeiska Handells A.B.». Su socio, Koloman Lauer, un judío de origen húngaro, se convirtió poco a poco en su íntimo amigo. A partir de él, supo Wallenberg lo que estaba sucediendo con los judíos europeos. En casa de Lauer conoció a un grupo de judíos que habían huído de Alemania y de países ocupados por Hitler y tuvo la ocasión de oir de ellos los relatos de los horrores de las persecusiones. Wallenberg contaba además con otra fuente de informaciones: su tío, el banquero Jakob Wallenberg, tenía una estrecha relación con Carl Gordeler, ex alcalde de Leipzig y uno de los jefes del movimiento alemán de resistencia que preparó la conspiración del 20 de julio de 1944. En 1943 Gordeler fue a Estocolmo y entregó a Wallenberg un memorial dirigido a Churchill que debla hacer llegar a Londres.


 

Raoul Wallenberg consideraba un deber ayudar a los perseguidos. La epopeya de la resistencia danesa, que en 1943 logró trasladar a Suecia a más de 6.000 judios, lo dejó profundamente marcado. En ese momento, se convenció que tanto las notas diplomáticas como las gestiones oficiales en favor de las vlctimas judías, eran infructuosas y que si querfa tener éxito, debía quizás arriesgarse más y violar la legalidad establecida.


 


 


 

 

Raoul Wallengerg por Peter Malkin

 

Cuando por efectos de la presión alemana sobre Hungría la familia de Lauer comenzó a estar en peligro, Wallenberg decidió ayudarla y salvarla. Al mismo tiempo, decidió lo mismo para el mayor número posible de judíos húngaros. Hablaba húngaro sin dificultades y Budapest le era conocida debido a sus innumerables viajes de negocios. Pero toda clase de inconvenientes surgieron en el momento de solicitar su visa. Además, se planteaba, el cómo obtendría en Hungría los medios para hacer las cosas con cierta seriedad. Las circunstancias le ayudaron a resolver estas cuestiones paulatinamente. La War Refugee Board, entidad creada por el presidente Roosevelt para socorrer a las víctimas de las persecuciones raciales, considerando que la nacionalidad sueca era una ventaja para estas actividades, encargó de sus asuntos en Estocolmo al agregado de la embajada Ivar Olsen. Pronto Olsen, enterado de los objetivos de Wallenberg, ideó un plan: destinarlo a la «sección B», que representaba los intereses de la Unión Soviética en Hungría, y proporcionarle abundantes recursos materiales.


 

El proyecto fue recibido por Wallenberg con entusiasmo, pero antes debla superar una dificultad: no era diplomático de carrera. La inmunidad diplomática le era indispensable, en especial después de la entrada de las tropas alemanas en Hungría. Finalmente, después de largas negociaciones, Wallenberg fue nombrado Secretario de la embajada. Al comenzar julio de 1944, después de pasar varias semanas en el Ministerio de Relaciones Exteriores para conocer la situación reinante en Hungría, emprendió el viaje a este país. Era evidente que su misión sería dificil y peligrosa. No se le podían dar instrucciones precisas y habla que improvisar sobre el terreno. Le fueron entregadas dos listas: una con los nombres de los políticos con los cuales debía proceder con suma cautela y otra, con los nombres de algunos judíos a los que debla intentar salvar primero.


 

Por propia iniciativa, la «sección B» de la embajada sueca en Hungría ya habla otorgado 650 «pasaportes de protección» a los judíos que podían probar un vínculo cualquiera con Suecia. Este hecho provocaba conflictos con las administraciones húngara y alemana, que se negaban a reconocer la validez de dichos pasaportes. Desde su llegada a Budapest. Wallenberg comenzó a encargarse personalmente de la concesión de los «pasaportes» y para ello creó una «sección C». Hasta ese momento, los pasaportes no tenían apariencia de serio, pues eran certificados y recibos provisionales. Wallenberg los cambió, dándoles forma de verdaderos documentos, con el agregado del escudo sueco y la foto del titular, siendo él quien los firmaba. Por otra parte los concedía a favor de los diferentes países representados ante el gobierno húngaro por la embajada de Suecia. Poco tiempo después de su llegada circulaban 5.000 documentos que autorizaban al titular a volver a Suecia o a alguno de los siete países que ella representaba «cuando la situación militar lo permitiera». Mientras tanto el poseedor del documento quedaba bajo la protección de la embajada sueca.


 

La «sección C » de la embajada se convirtió en el principal asilo de los judíos. Por otra parte, y siguiendo este ejemplo estimulante, embajadas de países neutrales, la Nunciatura, las iglesias de otras confesiones y la Cruz Roja comenzaron a extender también certificados de protección. Era evidente queestos documentos no concordaban con los usos y costumbres internacionales y eran eficaces solamente si las autoridades locales hacían la «vista gorda». Pero Wallenberg no estaba satisfecho con el otorgamiento de estos salvoconductos. Personalmente se dedicaba a establecer relaciones con las autoridades y los servicios administrativos húngaros e incluso con los servicios alemanes, consiguiendo liberaciones. No ignoraba la influencia de Adolf Eichmann sobre los integrantes del gabinete Sztojay ni tampoco que las deportaciones continuaban desarrollándose en las provincias. En el país se hablan dictado nuevas leyes antijudías y continuaba la persecución de judíos por las calles.


 

Wallenberg consiguió una entrevista con Sztojay y logró que éste rechazara un ultimatum alemán acerca de la deportación de los judíos de Budapest. Incluso logró que personajes influyentes de la vida pública, como Horthy, le prometieran su colaboración para salvar a los judíos de Budapest. Cuando los simpatizantes pro-nazis de «Cruces de Flecha » intentaron tomar el poder, Horthy se les adelantó y nombró primer ministro a Lakatos, con quien Wallenberg se entrevistó y le pidió que despidiera a Eichmann y su estado mayor, y transfiriera a los húngaros la administración de los campos de internación y trabajo. El nuevo jefe de gobierno aceptó la sugerencia y la transmitió al embajador alemán Veesenmayer, quien sorpresivamente le dio curso. Debido a sus múltiples confidentes, Wallenberg estaba bien informado de lo que ocurría con los judíos en Budapest y sabía muy bien que la deportación no había sido anulada, sino aplazada por temor a la reacción de los observadores neutrales en la ciudad. Los alemanes segufan enviando a Auschwitz pequeños convoyes, de los cuales Wallenberg solía a veces arrancar unas cuantas víctimas ya en el andén.


 


 


 

 

Pasaporte Wallenberg original que se exhibe en la muestra "Imágenes de la Shoá" en nuestro museo.

 

Un motivo de preocupación eran las redadas. Wallenberg, con la autorización de su embajador, registró como propiedad sueca y puso bajo protección de Suecia unos treinta edificios de propiedad judía, donde millares de ellos encontraron refugio. La respuesta alemana a Horthy no se hizo esperar. Su gobierno fue destituido, el poder pasó a manos de Szalassy, jefe de Cruces de Flecha y Horthy fue deportado a Alemania. Eichmann volvió a Budapest y el gobierno declaró que los «pasaportes de protección» carecían de valor. A partir de entonces los judíos vieron restringidos sus derechos. Para esta época, el camino a Auschwitz había sido cortado por el ejército soviético y Eichmann organizó una marcha a pie de 25.000 personas, la mayoría mujeres, hacia Viena. Miles murieron en el camino: de hambre, sed y fatiga. Wallenberg los siguió con una caravana de camiones cargados de alimentos y medicamentos, intentando separar de la columna con sus «pasaportes de protección» a la mayor cantidad posible de gente. Pero como la escolta era húngara, podía comprobar el tipo de documentos de que se trataba y ello hizo fracasar sus intentos. Wallenberg logró, con la ayuda de la baronesa Kemeny, esposa de! Ministro de Relaciones Exteriores, que Szalassy reconociese sus pasaportes. A cambio de esto, le había prometido la protección del gobierno sueco una vez que los aliados ganaran la guerra.


 

A medida que los soviéticos se acercaban a Budapest, la ciudad iba cayendo en el caos, el cual se agravó cuando partidas húngaras y alemanas organizaban asesinatos colectivos en el parque de San Esteban. Se estima que 15.000 judíos fueron muertos en tres semanas. El 15 de enero de 1945 entraron los soviéticos a la ciudad. Wallenberg envió un emisario a su embajador pidiéndole permiso para colocarse junto con sus protegidos judíos bajo los soviéticos. Las comunicaciones con Estocolmo estaban interrumpidas y el embajador lo autorizó bajo su responsabilidad. El 17 de enero se vio entrar a Wallenberg a su despacho acompañado por un oficial y dos hombres de la policía militar soviética. Recogió algunas cosas, mandó llamar a su ayudante Muller y a su cajero Biro, a quienes entregó dinero y les dijo que estaba bajo custodia de la policía soviética y que con su amigo y chofer Langefelder, se dirigla a Debreczen a ver al mariscal Malinowski. El mismo ignoraba si debían considerarse o no prisioneros.


 

Después de eso, nadie volvió a ver a Wallenberg a pesar de la esforzada búsqueda que se hizo. En julio de 1945 la comunidad judla de Budapest le dirigió un mensaje por medio del ministerio de Relaciones Exteriores sueco, en el que le comunicaba que el recientemente reconstruido hospital judío, se llamaría Hospital Wallenberg. Pero el mensaje no fue respondido. Más tarde se inauguró un monumento en su honor en el parque San Esteban, obra del escultor Patzay, representando a un atleta en combate con una serpiente y al pie, las hazañas realizadas. En marzo de 1946, al regresar a Estocolmo la totalidad del personal de la embajada en Budapest, la embajadasoviética en Hungría confirmó al gobierno sueco que Wallenberg estaba bajo la «protección» del ejército rojo. Su destino conmovió a la opinión pública sueca y tuvieron lugar interpelaciones al parlamento, se constituyó una «comisión Wallenberg», se propuso su candidatura para el premio Nobel de la Paz y se hicieron infinidad de gestiones diplomáticas ante Moscú, se envió a Stalin una petición con más de un millón de firmas solicitando su liberación. Pero durante más de diez años el gobierno soviético dio siempre la misma respuesta: no sabía nada de Wallenberg. Cuando después de la muerte de Stalin, comienza el período de revisión de la política soviética, Gromyko anunció en 1957 que un detenido llamado Wallenberg había muerto de una crisis cardíaca en 1947 en la cárcel de Lubianka en Moscú. Sin embargo, prisioneros de diversas nacionalidades liberados posteriormente de las prisiones y los campos de concentración soviéticos, aseguran que después de 1947 Wallenberg aún vivía y algunos recuerdan haber hablado con él hacia 1950 ó 1951.


 

El misterio que envuelve el destino de Raoul Wallenberg, un testigo de los trágicos días de la Segunda Guerra que desafió victoriosamente a un sistema autoritario para ser solidario con su prójimo, aún no ha sido develado. Su acción humana, valerosa, ayudando a los judíos de Hungría le valió entrar en la galería de los «Justos Gentiles del Mundo», aquellos gentiles que desafiando todo tipo de peligro y exponiendo sus propias vidas, demostraron que aún en los momentos límites, puede existir un profundo sentimiento de solidaridad y humanidad. Honremos pues la memoria de todos ellos...

 

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