Cronica de una desaparición y el despertar del alma P82 2da


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Publicado por
@GIUSTINO

18/02/2009#N25397

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Día nueve.
 
 
   El clima esta enrarecido, el tono del que trae el desayuno es más rígido. Las tenues risas, que se escucharon ayer no están, el bullicio, se disipó.
 
   A lo lejos se escuchan nuevamente los gritos de los que dan órdenes. Las celdas permanecieron cerradas durante todo el día.
 
   Es el atardecer, se escuchan muchos pasos, como de botas. Los guardias que recorren los techos, confirman que el día culminó.
  
   El sonido tosco de la apertura de una celda resuena en el aire. Miro por la rendija 
Se llevan a un grandote, camina firme, son tres, uno a cada lado, el tercero, detrás.
   El aire se vuelve a llenar con los gritos de tortura. El corazón late con fuerza. Los ojos permanecen abiertos. Vuelven los pasos, el grandote llega, arrastrado por dos.
   ¿Qué celda se abrirá ahora?, Es la pregunta de todos los que estamos aquí.
   Retumba el sonido de apertura de otra celda. ¡No es la mía! ¡No es la mía! Es el grito en silencio de todos.
   Menos de uno...
 
 
   Agosto, pleno invierno, no puedo dejar de temblar, ciento como las gotas de sudor recorren mi cara, mi capucha, que levanto cuando me siento seguro, arranco de un tirón.
   Esta nueva realidad es mucho más cruel, de lo ya vivido.
   No es sólo el dolor y miedo desde mi soledad, es el dolor y desesperación de miles.
   Los gritos que provienen de los interrogatorios, son indescriipt ibles, llevan tal carga, que en vez de escucharse, golpean mi alma como si fuera el redoblar de mil tambores.
   Juro que no me doblegarán. Si he de morir será con dignidad, si he de vivir será con mi ser íntegro.
 
 
   Cierro los ojos…, la sonrisa franca de mi padre llega a mí, como cada mañana al vernos.
   Cuán necesarias me son sus palabras en esta situación. Es tal mi deseo de verlo que su imagen me llega claramente.
   Alto, de contextura fuerte, su pelo blanco con matices grises, que peina desde que tiene cuarenta años. Su piel trigueña, con esa mirada profunda y suave, la broma a flor de labios, le han dado una merecida fama de hombre amable y de poseer un carácter agradable y chispeante.
   Las vecinas no pierden oportunidad de pasar a su lado para recibir un piropo o escuchar un chiste de buen gusto, por donde pasa se escucha. ¡Adiós don Nicola!
   Recuerdo los relatos de sus anécdotas de los cinco años de soldado. Repaso una.
   Cuando estaban en la isla De Chipre, el oficial al mando le ordenó a él con otros soldados ir a la granja vecina a incautar todos los animales, ya que se quedaron sin comida.
   Al llegar una joven le salió al paso llorando, diciendo que esas vacas y chanchos eran todo lo que poseían con su familia, detrás de ella venían varios pequeños más.
   Sus órdenes eran de disparar contra los animales y llevarlos.
   Recordó que había a unos seis kilómetros de allí algo que parecía un matadero clandestino. (Seguramente pertenecería al mercado negro de comida que había durante la guerra.)
   Le dijo a la joven que si deseaba conservar algunos animales, tenía una hora para esconder la mitad, que no escondiera más o se llevarían todos.
   Fueron al matadero y tomaron seis medias reses y tres lechones, luego regresaron y sólo se llevaron una vaca y un lechón de la granja.
   Al llegar con el capitán le entregaron la carga, diciendo que prefirieron faenar la mayor parte para evitar llevar tanto peso.
   El capitán no quiso averiguar, la comida estaba, aunque sus órdenes no fueron íntegramente cumplidas.
   Siempre ha poseído un extraordinario equilibrio en sus decisiones.
   La humildad de mi padre es maravillosa, lo he visto disfrutar con la misma intensidad de las charlas, tanto cuando se ha cruzado con el barrendero como asistiendo a reuniones de empresarios.
   Él siempre comenta, que su vida después de la Segunda Guerra Mundial, es un regalo del cielo.
  Si desease algo, es que algún día mis hijos sientan por mí, el mismo orgullo que yo siento por él.
 
 
   Señor, que puede hacer mi alma con este tornado de emociones, pareciera que ella entra y sale continuamente de mi cuerpo, cuando me torturan la veo sobre mi, cubriéndome para aminorar el dolor, protegiéndome para que no desfallezca, debo resistir.
   Lo único que me puede doblegar, es pensar en el dolor de los míos. Por ello, ahora necesito despedirme de mis seres queridos y les pido disculpas, pues los guardaré en mi mente hasta volver a ser libre, ya sea en la faz de la tierra o en el más allá.
 
   Me levanto la capucha, miro a mí alrededor, una celda, dos catres de cemento, y la nada.
   Vuelvo al vientre de mi madre. La posición fetal, me cobija y reconforta.
   Me elevo, no siento el frío cemento del catre.
   La noche es clara, veo un cielo infinitamente maravilloso, con tantas estrellas, como jamás había soñado, estoy en él, donde miro lo único que reconozco son estrellas y más estrellas.
   Cómo describir lo que siento, cómo expresar la infinita paz de mi alma, cómo contar que cuando el sentimiento de amor es más profundo que el mismo océano, sólo se siente paz, paz en cada una de los millones y millones de células que forman el cuerpo.
   Estoy de rodillas…, esta es mi celda, creo, ¿cuándo me arrodillé? No lo sé.
   Mis ojos están cerrados, pero solo veo luz, luz en mi celda, me envuelve, me acaricia, no tengo sensaciones de ningún orden, ni frío, ni dolor. Mi cuerpo no tiene peso.
 
   Oh mi señor, ¿habré muerto?
 
   Si es la muerte, es tan hermosa, como siempre la he soñado. Si no estoy muerto, te agradezco, desde lo más profundo de mí ser este maravilloso regalo que me haces.
   Mi señor, te pido que me brindes tu sabiduría, para poder comprender las almas de quienes nos encontramos aquí, tanto de los represores como aquellos que estamos sufriendo la represión.
   Déjame ver que hay en ellas, del porqué de este aparente odio sin control, porqué una y otra vez, los hombres queremos tomar tu lugar y juzgar a nuestros pares, decidir quién es puro o impuro, porqué queremos imponer nuestra razón, sin razón.
   No podemos entender que nuestro aparente tiempo de existencia en la tierra, no es mayor que el resplandor de un rayo.
   Oh Dios, si me dejas comprender esto, mi vida será plena.
   Por primera vez, no llena mi celda el olor a humedad, por el contrario una mezcla de perfumes de flores, todo lo invade, y un sabor a vainilla se queda en mi boca.
   Es tan profundo…
   En este estado de éxtasis, me quedo dormido.
 
 
                                SEGUNDA PARTE.                         
 
                                         DIA DIEZ
 
   Me despierto, ¿donde estoy? Ah, en mis vacaciones forzadas. Gracias, por este nuevo día. Veremos que nos depara el hoy. Algo cambió, ya no tengo miedo, mi temblor se fue. Mi rostro vuelve a ser aquel de siempre, sin tensiones, tan sólo tengo las piernas y los brazos un poco entumecidos.
   Qué hermosa fue la experiencia de anoche, ¿habrá sido un sueño?, pero fue tan real. No importa que fué, debo encontrar la forma de mantenerme en armonía.
   Con mi interior sereno y la mente en calma, nace en mí un profundo interés por saber más de los otros cautivos.
   Llama mi atención los golpes que provienen casi en forma constante de la celda que esta a mi derecha. Lo primero que se me ocurre pensar, es que el prisionero de allí golpea con sus puños la pared, en un intento de descargar su rabia.
   Aguardo con ansiedad que nos traigan el mate cocido, ya que suelen dejar las celdas abiertas por un rato, entonces voy a tratar de comunicarme con mi vecino.
   Hace diez minutos que nos dejaron el desayuno, no se escucha a nadie por los pasillos. Bajo la capucha, por si alguien me ve, que no crea que mi intención es de alejarme de mi celda.
   Me apoyo en el marco de la puerta, con la espalda hacia afuera. Luego de   cerciorarme que no hay ningún guardia en los pasillos, comienzo a llamar.
 
   -Hola, me escuchás, no tengas miedo no hay nadie, si podés contestá.-
   Estirando mi mano doy pequeños golpes con los dedos en su puerta. Espero unos minutos e insisto.
   -¿Estas bien?-
   Una tenue voz entrecortada me contesta.
   -¿qué querés? -
   -Sólo quiero saber ¿cómo estás?- le respondo.
   Solo se escucha un llanto entrecortado con evidentes signos de ahogo. Cuando estoy por desistir de mi intento sale a la puerta y estira su mano buscando la mía. Tomo su mano que no deja de temblar.
   -Hermano, tranquilízate, esto es solo pasajero, ya va a terminar-   le digo.
   Rompe a llorar con tal desesperación, que siento que mi alma se detiene. Abro la boca en un intento de decirle algo, pero no logro emitir sonido alguno.
   Luego de un rato entre sollozos me cuenta.
   -Por culpa mía se llevaron también a mis padres. Somos judíos. Yo, yo tenía una bandera del ERP, (Ejercito revolucionario del pueblo) en mi cajón, mis padres no sabían nada, igual les pegaron y se los llevaron.-    me confiesa
   Vuelve a llorar, a maldecirse, a culparse por lo ocurrido con los padres, cuando se calma un poco, le digo:
   -Tu dolor es real. Tu amor por tus padres se ve que es muy grande. Una ideología, no importa cual fuera, no nos hace malos hijos. No te culpes por la maldad de los otros. Tus padres, y mucho mas tu madre, es capaz de sentir tus emociones, no importa que tan cerca o lejos esté. Pensando en ella, no te destruyas, dejá de sufrir de ese modo, envíale recuerdos y palabras, hacé que le llegue tu amor. Ella te necesita más que nunca entero y fuerte. Confíá.-
 
   Me cuenta que lo único que recuerda, es el momento en que se los llevaron. La cara de su madre, cuando se aferraba a él, mientras la separaban agarrándola de los pelos…
   No sabe cuánto hace que está, ni cuántas veces lo interrogaron. Me cuenta que, por más que se golpea la cabeza contra la pared, no logra borrar esas imágenes.
   Me desarmo ante tal actitud.
   La congoja no me deja decir nada, mi garganta se aprieta y casi no me deja respirar, lo único que hago es apretar su mano con fuerza.
   Después de un instante se va al interior de su celda.
 
   Cierro fuerte mis ojos, comienzo a tratar de respirar con mucha profundidad, largando el aire con fuerza y bronca.
   ¿Cómo entender…?
   Debo acallar mi mente, necesito sentir mi alma. Me recuesto sobre el cemento, pongo los brazos sobre mi pecho en forma de cruz, intento armonizar mi respiración, trato de respirar lo más suave y profundo posible, deteniéndola en cada aspiración y, en cada exhalación, contando hasta tres.
   Mi corazón, que latía casi descontrolado, poco a poco retoma su ritmo habitual. Permanezco en esta posición, no sé por cuánto tiempo.
 
   Me pregunto. ¿Cuál es la más terrible tortura, la realidad, o los fantasmas que fabrica nuestra mente?
   Pienso en mi vecino. ¿Dónde está la verdadera raíz, del terrible dolor de mi compañero de infortunio?
   ¿Qué lo lleva a esta conducta extrema, de auto castigo tan desmedida?
   Según sus palabras, lo que busca es aliviar su dolor borrando las imágenes del secuestro. Está preso de sus propias ideas, generando más y más culpas entorno a él. Lleno de angustias, que sólo le producen un mayor sufrimiento
   No vive ni siente lo que le está pasando en este momento, quedó atrapado en su recuerdo, quedó atrapado en el pasado, regresando continuamente a él, como en un espiral sin fin.
   Está atrapado en su mente, está atrapado por sus fantasmas.
   Su deseo es cambiar el pasado, lo que aconteció. El único tiempo en que podemos actuar es éste, el eterno presente.
   Lo único que podemos hacer es tomar conciencia del presente, por terrible que este sea, y vivir en él.
   Tal vez lo primero que tendríamos que hacer, es apagar los continuos pensamientos de lo ocurrido. Nuestra mente es muy fuerte y pertinaz, en muchos casos deja de ser una herramienta maravillosa, y pasa a tomar el control de nuestras vidas, deseos y acciones, cómo engañarla, cómo hacer para que deje de torturarnos.
   Cuando la mente se envenena, nos destruye, es tan fuerte que no es fácil de silenciar.
 Intento narrar historias, trato de buscar algún recuerdo agradable, pero siempre termina desviando los pensamientos positivos hacia los miedos…
   La debo ocupar de algún modo. Las frases no sirven, termina ganando ella, y me vuelve a llevar a sus caprichos…
 
   …Doscientos tres, doscientos cuatro, doscientos cinco, eso es, cuando cuento, lo toma como un trabajo creativo, de ese modo demora mucho más en regresar a sus fantasmas. Sale de las ideas recurrentes.
    Comienzo a contar, al principio lo hago en voz alta, lo más bajo posible, luego tan solo mentalmente.
   No sé cuántos intentos llevo, creo que cinco o seis, recién logré llegar casi a mil.
   El método me esta sirviendo, ¿qué más puedo hacer? Contaré mis respiraciones y le daré toda mi atención al aire que fluye por mí interior.
 
   Me interrumpen ruidos, parece que traen la comida, cómo se voló el tiempo, no tengo hambre, quiero seguir con esto.
   La ansiedad que siento me incomoda, debo mantenerme calmo y tomar cada momento como se presente. La ansiedad es siempre perturbadora, no importa si lo que la genera lo creemos bueno o malo.
 
   Después de comer la ración de polenta, y sabiendo que en general hasta varias horas después, no hay interrogatorios, me recuesto a ver cómo resulta contar mis respiraciones.
   Bien, primero disfrutemos de esta hermosa cama. Es lo que pensaría un faquir.
Luego de recostarme comienzo por pasar lista a los elementos que conforman mi cuerpo, al menos sabré si estoy completo.
   Los dedos de los pies, los muevo y relajo, los tobillos, hay, me duelen, no importa, tomemos el dolor como integrante de mi cuerpo, si te quieres quedar dolor quédate, ojo, por poco tiempo, luego sigue tu camino, (tampoco hay que darle mucha confianza, ya que el dolor es lo que abunda por estos parajes), las piernas, los muslos, la cadera, la cintura, (hay también me duele, igual continuemos), la espalda, los hombros, el cuello es el que más tiempo me lleva, es un garrote no se quiere mover y por último, la cabeza, todos dieron el presente y se aflojaron lo mas posible.
   Comienzo a respirar con profundidad, prestando toda mi atención al flujo de aire que entra y sale por mi nariz, luego de un rato comienzo a contar las respiraciones, una inspiro dos suelto el aire y así continuo.
No, es mucho mejor si sólo cuento un numero por cada respiración completa, comienzo de nuevo, unooooooooooooo, dossssssssssssssssssss,…ventiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiseissssssssssssssssss...
   Qué hermosa experiencia, luego de un tiempo, no sé cuánto, sin darme cuenta dejé de contar.
   Estaba despierto, si estaba despierto porque escuchaba los ruidos, volví a escuchar los golpes provenientes de la celda de mi compañero, pero estaba como en un sueño, a pesar que recuerdo él empeño continuo de desearle alivio a mi joven amigo, no sentía angustia, solo un fuerte deseo de transmitirle a él la tranquilidad de ese momento.
   Cómo hacerle llegar todo esto, serian necesarios horas... días... Justamente, en este lugar, no se podría hacer.
   El universo es energía, los pensamientos y deseos también, Dios quiera que le lleguen los míos.
 
                                        
Día once.
 
 
   No tengo clara noción cuánto he dormido y cuánto he meditado, pero estoy bien.
   Por la situación, y el estar privado de la vista por esta capucha, mis otros sentidos están mucho más activos y afinados.
   Me llama la atención no escuchar movimiento en la celda de mi compañero, ya vino el mate cocido, pero no dejaron abiertas las puertas. Golpeo la pared, no obtengo respuesta.
   No pude darme cuenta si abrieron su celda para darle la comida.
   Espero que lo que haya ocurrido, sea lo mejor, tanto para él como para sus padres, no puedo hacer más que desearles suerte.
   Es media tarde, vienen dos a buscarme, no me gusta nada.
   Me digo que la realidad es la que es, no la que uno quiere que sea, mi mente se convence pero no alcanza, mi corazón igual se acelera.
   Me paran cerca de una puerta.
- Quédese acá.-   Me ordenan
 
   Entran, se escucha voces de tres hombres, una con un timbre muy agudo. Respiro profundo, hago una pausa entre respiración y respiración, pero no hay caso, mi corazón no quiere aflojar, cada vez late mas rápido, al menos mis ideas siguen siendo claras, creo, lo cual es sumamente importante en este momento.
   Me toman del brazo y me entran.
   Me encomiendo a Dios, pidiendo toda la ayuda posible a todos los seres de luz que llegan a mi mente.
   Me sientan en una silla, y nuevamente con el repertorio de siempre empiezan a interrogarme.
   Trato de adivinar cuál es el método de persuasión que han elegido hoy, nada me lo indica.
   Tengo que ganar tiempo, para ello comienzo a dar signo de fatiga, respiro agitado y muestro que estoy tratando de recuperar aliento antes de contestar, de ese modo gano algunos minutos.
   Intento una respuesta.
   - Como ya les dije en todas las veces anteriores…………-
 
    Antes de poder terminar, el bestia grandote que estaba a mi izquierda me descarga un golpe con los nudillos en el medio de la cabeza diciéndome:
   -A nosotros todavía no nos dijiste nada, es la primera vez que tenés el placer de escucharnos y sentirnos.-
   (Qué mierda les digo, ya es el tercer grupo distinto que me interroga.)
   -Miren, denme una hoja, y dicten lo que quiera que ponga, yo la firmo, qué más puedo hacer – les respondo.
   El gordo comenzó a pegarme, no tan fuerte, con los nudillos en el centro de la cabeza, pero descargaba sus golpes en forma continua y rítmica, mientras dice una y otra vez:
   -Eso no sirve, eso no sirve, eso no sirve…-
   Luego se cayó, pero siguió golpeando. Por el efecto de los golpes, mi irritación y bronca van en aumento.
   La adrenalina nubla mi razón, salto de mi silla, trato de agarrar al asqueroso que se reía mientras me golpea continuamente en la cabeza. Llego a manotearle el cuello, y empujarlo contra la pared, mientas dos me agarran de los brazos, yo no suelto su corbata, al rato estoy por el suelo, aparentemente debajo de una mesa, mientras el voz de caño grita:
   -Llévenlo a su celda, sáquenlo de mi vista, si no lo mato.-
   De ese modo finaliza el interrogatorio.
 
   Sé que algún ser divino me ayudó, de otro modo no me explico como salí de esa situación con tan leves consecuencias.
 
   Estoy en mi celda, habiendo pasado la tormenta, logro poco a poco calmar mi desbocado corazón.
   Quiero entender que estoy sintiendo, enojo, bronca, rabia, impotencia, no lo puedo descifrar.
   No importa, lo tengo que soltar.
   ¿Cómo lo hago?
   Seguro que si mantengo este sentimiento tan negativo, al que va a perjudicar es a mi alma, ¿cómo lo puedo dejar ir?
   Si lo ignoro, se va a enquistar y va terminar siendo mucho peor y más negativo que ahora.
   ¿Como podría deshacerme de ellos? No lo sé.
 
   Me acuesto a meditar, prestando atención a la respiración, contando, sin olvidar que deseo desterrar este sentimiento que instalaron otros en mí.
   No sé cuanto tiempo pasó, no lo puedo calcular, pero los guardias del techo me indican que es de noche.
 
   La bronca es leve, diría que ya no es.
 
   ¡Qué interesante! Parece ser que la manera de eliminar, o disminuir un mal sentimiento, es prestándole atención, enfocándose en el, de ese modo es como si fuera surgiendo a la superficie, y poco a poco se diluye.
 
   Con este pensamiento me duermo.
 
 
 
Día doce.
 
 
   Estoy seguro que mi compañero no está más, se lo han llevado, me inquieto por saber algo de los otros prisioneros.
   En ocasiones, con anticipación a las comidas, abren la mayoría de las puertas, algunas permanecen continuamente cerradas.
    Ahora están las puertas abiertas, escucho con atención, los ruidos que se oyen, suenan a lo lejos, aprovecho la oportunidad, con mucho cuidado levanto un poco mi capucha dejando medio ojo al descubierto, me acerco a la puerta despacio, quiero mirar, salgo unos centímetros, la opresión en mi pecho crece, es como si tuviese un chaleco que me comprime a medida que salgo de la celda. En la de al lado a la derecha, descubro a un muchacho, delgado, mas bien alto, esta sentado en el rincón recostado sobre la pared. No me atrevo a hablar, me voy para adentro.
   Sé que me arriesgue al asomarme, pero no me pude contener…
  Sí lo único que existe es cada instante, es el eterno presente, entonces como tal lo he de vivir.
   Mi deseo de acercarme a los otros, no sé como expresarlo, es como si todos mis instintos se transformaron en uno, que me empuja a conocer a los demás.
   Luego de la comida, están las puertas cerradas, siento un enorme deseo de contactarme con el de al lado. Me saco una de las botas y golpeo la pared de mi vecino. Estoy subido al catre, apoyándome con mi mano izquierda a la pared, la cara contra la puerta.
 
-Hola, como estás, si podes escuchar, acércate a la puerta, creo que no hay nadie – le digo.
   Luego de varios intentos me pregunta:
   -¿Quién, quién es?
   -Tu vecino – le respondo.
   -¿Vos hablaste con el del otro lado?   me vuelve a interrogar.
   -Sí – le contesto.
   -Pobre flaco que mal estaba, creo que ayer, después que me trajeron, me pareció que se lo llevaron a él – y agrega-.
 
   -¿Volvió?
   -No, no está. ¿Quién sos, cómo estas llevando todo esto?- le pregunto.
 
-         ¡Quien soy!…-
 
   Dice y se calla, (que contestar aquí donde no hay escalas de valores, si este es el mundo de lo absurdo, de lo irracional, realmente quienes somos en este lugar.)
   Luego agrega.
 
   Soy hijo único lamentablemente para mi vieja, hace rato que estoy, no sé cuánto, la pase muy mal, cuando me secuestraron no entendía nada de nada, me cagaron a palo y no tengo nada que ver.
   Mi viejo murió hace algunos años, trabajo en la vidriería que tenia mi papá.
   Me jodieron por unos flacos que venían al negocio a charlar, realmente no sé qué hacían, los conocía de vista.
   Ahora estoy bastante bien, hace rato que no me fajan, las llagas que me hicieron al picanearme se están curando, por suerte no se infectaron. 
   No sé que será de mi mamá, el que trabajaba, desde que murió mi viejo era sólo yo, ella esta bastante jodida… No sé que pensar. Vivo en Quilmes, ¿y vos? -me pregunta.
 
-         Yo, soy…
    Eso me pregunto en estos días, te puedo contar que me recibí el año pasado de Ingeniero, se llevaron a mi mejor amigo antes que a mí, no entiendo la razón, me hablan de él como si fuera Al Capone, pero yo lo sigo defendiendo, porque es un excelente tipo.
   Estoy casado tengo dos chiquitos, lo demás igual que todos, luchando por permanecer en una pieza-   le comento.
 
Después que pasó el entusiasmo del primer momento de poder hablar con alguien, se atemorizó y me dice, cambiando el tono de voz:
   -No. No sigamos hablando, porque si nos agarran, nos muelen a palos.-
 
   Tiene razón, como las puertas están cerradas, hablamos a través de la hendija que queda arriba, un poco fuerte para poder escucharnos.
   Creo que alguien nos escuchó, nos dejó hablar para ver si pescaba algo. Seguro que pasó más de media hora mientras hablamos, y nos repetíamos lo que no entendíamos.
   Qué entero que parece el flaco en comparación con el joven judío de la otra celda.
   Es indiscutible que la carga extra que le produce el sentirse culpable por sus padres, marca la diferencia; de todos modos, aquí, paliza más paliza menos, sacando excepciones, todos la pasamos más o menos igual. ¿Qué es lo que realmente lo lleva casi a la demencia?
   ¿Será que una de la principal actividad de la mente humana es su implacable e incontenible capacidad de juzgar todo aquello que nos acontece a nosotros y a todo lo que nos rodea?
   Creemos saber a través de nuestras creencias, aprendidas o heredadas, como debe ser el mundo ideal. El dolor que nos genera nuestra mente, es siempre debido a la resistencia a aceptar la realidad, a aceptar lo que es.
   Si logramos entender que todo lo que poseemos es el momento presente, y que es en el único en el que podemos actuar, aliviaríamos y en mucho, nuestros sufrimientos. El pasado y el futuro es un tiempo inexistente, ya que solo habita en nuestras mentes, no podemos actuar en él, esta fuerá de nuestro alcance, es tan solo un tiempo psicológico.
   No hablo de resignación, hablo de hacer lo posible por cambiar todo aquello que esté a nuestro alcance, y aceptar lo que no podemos cambiar.
   Lo único, absolutamente indiscutible, es que sólo podemos actuar en este momento, lo pasado y lo que vendrá vive solo en nuestros pensamientos, es parte del tiempo imaginario, lejos de nuestro hacer.
   El querer actuar en el tiempo psicológico, que es aquel que habita en nuestra mente, nos lleva tan sólo al desequilibrio, enfermedad y locura. Es lo mismo que querer darnos un baño en el mar, en el mismo instante que estamos en pleno desierto.
   Lo complejo de entender este mecanismo de auto destrucción, radica que quien nos enferma debe discernir sobre la enfermedad, nuestra mente debe razonar que su comportamiento es el enfermizo.
   El cerebro y la mente son dos entes diferentes, además debemos diferenciar claramente nuestra mente de la mente universal, la mente universal es la fuente de sabiduría y creación, es la mente del Creador, nuestra mente es aquella que cuando está en armonía, y en unión con el cerebro se alimenta de la mente universal, se alimenta del Creador.
 
   Si dos personas distintas, una alegre y otra deprimida, ven una bella puesta de sol el mecanismo de registrar el acontecimiento es idéntico en ambos cerebros, pero el deprimido lo sentirá como el espejo de su tristeza, mientras que el otro lo registrará como un momento mágico, la diferencia la hace la mente.
   En la mente nace la inspiración, está dotada de la capacidad de crear; de ella han nacido las grandes obras maestras de todo los tiempos. Esta ligada a lo divino, cuando la acorralamos y desconectamos de la mente universal, su creación se vuelve enfermiza.
 
   Regreso a las cuatro paredes de mi celda, he logrado diluir otro día…
   Gracias mi Señor, por guiarme y permitir que en lugar de atormentarme con esta realidad, pueda volar y sentirme pleno con mis ideas.
   Creo que son suficientes emociones por hoy, deseo serenar mi espíritu.
   Luego de mi rutina de ejercicios, me dispongo a lo más placentero que puedo hacer, meditar.
 
 
 
Día trece.
 
 
 
   Estoy despierto de hace rato. Escucho pasos que se acercan, se abre una celda vecina, se escuchan voces, alguien de muy mal humor vocifera:
   -¡Esta chilena de mierda me tiene podrido, si se quiere morir que se muera!-
   Estas palabras despiertan toda mi atención, me apuro a treparme para poder mirar por encima de mi puerta, y escuchar mejor.
   Son dos, están en la celda de enfrente, el diálogo continúa:
 
-Para que mierda me mandan a aplicarle antibióticos, si todas las noches hace lo mismo, se pone en bolas y se tira al piso para empeorar su pulmonía, si esta mierda se quiere morir que se muera.-
 
   El acompañante en tono de burla le dice.
   -Por algo vos sos el médico acá, igual no te preocupes, no creo que ninguno de estos te haga juicio por inútil.-
 
   Me esfuerzo por ver más.
   Alcanzo a distinguir una mujer, delgada más bien baja, tiene el pelo largo de color castaño, está encorvada, como si el peso del mundo cayera sobre ella. Mientras uno le sostiene el brazo, el otro le aplica una inyección. Luego le gritan:
 
   -Vestite o te reventamos.-
 
   Cierran la puerta con mucha bronca y se van.
   Hace rato que sigo trepado mirando.
   La celda está cerrada.
   Lo único que sigo viendo es la imagen de esta mujer, desnuda, encorvada y sin esperanza.
   Lentamente bajo, me siento en el cemento, me quedo en blanco.
   Mi cabeza está llena de pensamientos y al mismo tiempo no puedo pensar nada.
   Tengo la sensación de caer y caer en un agujero sin fin.
   Necesito oxigenar mi alma.
 
   Nuestro principal y primordial instinto es el de supervivencia. Cuan grande ha de ser el terror que logre anularlo, qué desesperación tiene aquel que prefiera la muerte por su propia mano.
   No es el arrebato de un minuto, se está proponiendo una larga agonía.
   Quizás su alma entiende que ya es hora de dejar ese cuerpo.
   Posiblemente esté en paz, quien soy yo para juzgar.
   Salvo algunos pocos elegidos que llegaron a conocer la verdad, el resto seguimos caminando entre tinieblas.
   En este instante solo puedo recordar las palabras del gran maestro Jesús:
 
   “Sólo la verdad os hará libre.”
   Solo la verdad nos hará libre.
 
¿Cómo llegar a la verdad, cómo llegar a nuestro Dios?
¿Cómo siente cada uno a Dios?
 
   Aquí, donde nuestra supervivencia, está constantemente amenazada, imploramos para que Dios sea el Dios salvador, que nos libre del dolor y de la muerte. 
   Volvemos a la prehistoria, donde la supervivencia en un medio hostil, era la mayor preocupación de los hombres.
   Implorábamos por no caer en las fauces de alguna fiera, o no morir bajo el garrote de algún enemigo.
   ¿Dónde quedaron los miles y miles de años de evolución?
   No puedo dejarme atrapar por esta irracionalidad.
   ¿Qué debo aprender?
   Esta realidad es absolutamente cruel.
   Busco a qué aferrarme, cómo encontrar un porqué a todo esto, no para justificar estas aberraciones, sino un porqué en este episodio de mi vida. Un porqué para que en mi alma no se desate el odio, la furia por lo que veo día a día.
 
Dios dame un motivo para no odiar.
 
Vuelvo a acurrucarme, a implorar a mi Dios, no le pido que me proteja del castigo o de la muerte, le pido sabiduría, que está mas allá de la comprensión, que me deje entender qué soy, quién soy, qué hago en este mundo, no podemos haber llegado a él, tan sólo para nacer, crecer, reproducirnos y morir.
 
 
 
Y así me adormezco.
 
Día catorce.
 
 
   Amanece, no sé cuánto hace que estoy despierto, ya llegan los ruidos matinales.
 
   ¡Cuánto deseo poder estar en soledad con mi alma!
 
   No me interesa comer.
 
   He estado rezando y meditando desde anoche.
 
   Que falta de humildad la mía, por qué me creo con derecho a cuestionar.
 
   Debo agradecer lo que he vivido y ha sentido mi ser, ya que me ha dejado entender qué tan equivocadas eran mis escalas de valores.
 
   Lo que el ego quiere, es superficial y perecedero.
 
   He sentido el dolor de la carne como nunca antes. He sentido la paz del alma, no hay palabras que puedan, ni en forma lejana describir su gloria.
 
   Por todo esto tan solo puedo dar gracias.
 
   Puedo dejar este mundo en cualquier momento, sabiendo que fué absolutamente generoso.
 
   En calma, dejo pasar el día sin probar bocado.
 
 

 

 

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