Tengo el corazón partido (Ficción)


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Escrito por
@PENDEVIEJO

24/01/2007#N13577

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Ya lo sospechaba.
Nadie me lo decía pues nadie lo sabía. No tengo a nadie a quien declarar culpable, culpable de este amor pasado, ¿o amor al pasado?.
Sólo con mis recuerdos, de mis tiernos veintipico de años. De mi primer novia en serio.
De la que se quedó con mi inocencia.
De la que me hizo sufrir, de la que dejé ir.
-Te voy a escribir, -me dijo Adriana después de mi primer viaje a Rosario-.
-Y yo también.
Y nos escribimos una, veinte, cien cartas.
Nos habíamos conocido en la Facultad, ella había venido a Buenos Aires a estudiar.
Pero no soportó la soledad,... o la multitud, no se bien qué.
La consecuencia fue que decidió retornar a Rosario, y continuar estudiando allí.
A partir de ese momento, lo que era fácil y fresco entre nosotros, pasó a ser difícil.
Tendría que viajar para seguir viéndola. Y tendría que viajar ella también.
Nuestro contrato de noviazgo duró tres años, el mismo plazo que me llevó terminar la carrera y recibirme de Contador.
No llegamos a firmar ningún papel. Sólo las cartas que nos enviábamos para acortar la semana, o los quince días que pasábamos sin vernos.
Ya han escrito tantos escritores e inspirados, devenidos en poetas de segunda, sobre sus noviazgos y sus novias, que no me importa la palabra, sólo el sentimiento.
Y el mejor resumen, el único que yo podía hacer sobre Adriana, era que ella era un ser superior.
Siempre uno desea estar con la persona a quien admira.
Ella era superior, de ese modo se comportaba con todos y conmigo, cada minuto, como si estuviese más allá de cualquier mezquindad, y de cualquier tontería humana.
Así se mostró también cuando llegó el momento de dejar todo en suspenso.
Al recibirme tuve la posibilidad de intentar comenzar a desarrollar mi carrera el la Ciudad de Rosario.
Buenos Aires me presentaba una oportunidad superior a la que podía tener en Rosario.
¿Qué hubiera pasado si me iba? Tarde para saberlo.
Ya nunca lo sabré.
Pero sé que esa decisión fue tomada por algo que iba más allá que una cuestión de dinero.
Pero Adriana no medía nada en esos términos. Un ser diferente, hasta en ese terreno.
¿Fui yo acaso el mezquino? Difícil de comprender.
En términos económicos, un mal negocio a la larga.
En términos humanos, algo incomprensible.
Sentí sin embargo que estaba siguiendo mi camino, era lo que me gustaba.
-¿Había yo alguna vez sido su compinche?
No,... nos habíamos elegido para algo más.
Mi apuesta al principio había sido buena, así a pesar de la distancia.
Pero esa relación nunca fue fácil, no era todo salir a tomar sol y cantar.
Ni planes siquiera había.
Nuestros modos de comunicarnos eran variadísimos.
Y el sentimiento era uno solo.
Teníamos preferencias pero no ataduras, respeto pero nunca desdén ni aprensiones por ninguna de las formas de decir y de sentir lo nuestro.
Lo mejor siempre era lo que estaba por venir.
Y siempre esa idea se repetía en mi cabeza mientras eso estaba viniendo.
Pero en realidad lo estaba ya viviendo. “Eso” era ya lo mejor.
No pudo sobrevivir la relación de amor y desamor, la falta de coherencia, y la inconsciencia.
Cobarde y estúpido, dejé que se perdiera en el tiempo, por dejarlo pasar, lo más importante que me había sucedido.
Pecado de omisión.
No atendí a lo que había que atender. Prestar atención a lo que verdaderamente se lo merecía.
Años después, sólo quise saber de su vida.
No fue fácil encontrar a un amigo de un primo que creía que ella había viajado a no se adonde, pero que aquí ya no estaba.
Y... sí, aunque debo decir que vivo tranquilo, habiendo logrado casi todo lo que un ser normal puede pedirle a la vida, también confieso que no ha pasado un día de mi existencia en el que no haya dedicado unos momentos a recordarla, y consciente de que tengo un sueño pendiente de cumplir: saber qué ha sido de su vida.
Las heridas cierran, y quedan las cicatrices.
Mi herida ya no sangra, pero mi cicatriz duele un poco todos los días.
Y ahora, ¿Quién me ha de curar el corazón partido?



 

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