PECES EN UNA PESCERA OSCURA


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Escrito por
@MABE

15/09/2006#N11508

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PECES EN UNA PESCERA OSCURA

…se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen…
(Oliverio Girando)

El cielo se derramaba sobre la ciudad desierta anegando los cruces y formando remolinos agitados en las bocas de tormenta.
La calle se extendía apenas iluminada por los mercurios que luchaban para hacerse ver en medio de la borrasca. Un empedrado resistente se eternizaba en su lucha tenaz contra el progreso. Los negocios mostraban sus persianas oscuras, las casas parecían tapiadas, invadidas por el abandono; unas pocas luces, pálidas y titilantes, se escapaban de alguna ventana trasnochada.

El negro caminaba sin apuro, las manos en los bolsillos, la mirada baja. El agua le corría por la cabeza, le aplastaba el pelo y se escurría por el jean inundándole las zapatillas. Dos cuadras y llegaba. Pensó en el podrido destino que volvía fiera la noche del compromiso. Tan poco deseado y tan ineludible.

El boliviano esperaba bajo un toldo agujereado. Lo vio llegar. Reconoció ese andar de costado y los trancos de patilargo. Una parte de él quiso irse, dar media vuelta y faltar a la cita, sin que importaran ni el orgullo ni la vergüenza, pero se quedó quieto, en tensión, con su cara de indio inmutable y la navaja en la mano.

-Viniste, mierda.

El Negro lo miró de costado y le soltó una sonrisa sobradora. No, no había ninguna necesidad de ponerse a hablar. Si ambos sabían a lo que venían, mejor acabar de una buena vez.

Las ráfagas de lluvia los envolvían en un encierro circular de hojas empapadas. El sonido de los truenos, que deshacía la rítmica música del aguacero, enmudeció el silbido de la sevillana del desplegarse. Cada hombre se agazapó atento, escondiendo el cuerpo, un brazo con el metal adelantado y los pies abiertos.

Bailaron una danza ancestral, girando en una ronda peligrosa.

Uno lanzó una finta, el otro lo agarró de la ropa, en un intento fallido de tirarlo. Un relámpago cruzado los dejó estáticos, encandilados por su flash blanco que iluminó por un instante la calle y la cortina de agua, impenetrable, fría.

En la oscuridad se abrazaron cómo queriendo herirse.

Intercambiaron el aliento, se hundieron en los ojos del enemigo buscando una respuesta inútil. El Negro rozó con el filo el abdomen del indio. El otro esquivó el bulto y trabó las piernas. Sólo se permitían respiraciones agitadas, algún jadeo.

Se separaron de un salto, atentos, esperando que les volvieran las fuerzas. El primero en atacar tendría la ventaja. O no, nunca se sabe.

Volvieron a girar con el paso arrastrado, se miraron fijo. Cada uno adivinaba el lado débil del otro. Los chorros de agua les diluían los rasgos, transformándoles la cara en una clavera derretida.

La muerte nadaba por ahí en su paciente espera.

Les costaba empuñar las armas, los mangos se les escurrían. Ninguno se atrevía a secarse los ojos y temían resbalar. El cuerpo les temblaba caliente y elástico.
Uno retrocedió en busca de un ángulo de ataque, el otro se preparó a recibirlo. Uno se lanzó hacia delante con una estocada corta y profunda. El otro clavó la navaja hasta la empuñadura y escondió un grito. Se sujetaron apretados, rígidos como una bestia tambaleante y, sin soltarse, se apoyaron contra una pared.

- Me la cogí bien cogida, bolita de mierda – dijo el Negro con el último suspiro.

-Y ya me lo pagaste – respondió el otro pegándole su boca sangrante al oído y lo fue soltando de a poco, casi con cuidado.

El Negro se deslizó en el piso de baldosas, miró su sangre que se diluía en el agua y se escapaba con la correntada. Levantó la cara al cielo sintiendo como la lluvia dulce, dulce le llenaba la boca abierta.

El boliviano se alejó despacio. Se lo veía pisar con cuidado y sujetarse el costado en el que el dolor le latía con borbotones rojos. Con un andar de borracho dobló la esquina y se perdió en la tormenta.

En la calle vacía apenas se distinguía el cuerpo del Negro, sentado y como queriendo beberse el cielo.

Mabel Decoud

 

Comentarios

@MABE

30/12/2009

Recorrer entre los  textos que subí a lo largo de estos años... y reencontrar algún cuento que me atreví a compartir.

Besooos, Mabel