En un dia de lluvia

“Que tiempo de mierda!!!” pensó Carlos. Pese a que el pronóstico lo había anticipado y a que él había salido con piloto y paraguas, el chaparrón lo tomo por sorpresa.
“Encima, este colectivo de mierda que no viene” agregó para si. Los minutos se estiraban, estaba solo en la parada mientras la lluvia arreciaba. Lentamente el ansia de viajar fue reemplazada por otra ansia distinta. Seguía siendo el ansia de quien espera algo, pero ese algo tenia forma humana.
De a poco esa forma se definía más, ya tenia color de pelo, sus facciones eran algo borrosas, pero su perfume era una presencia tangible.
“Cuanto hace que se fue?” se preguntó. “Tres meses” se contestó con tristeza. Parecía tanto tiempo!! Los primeros días había sentido una sensación de libertad, de piedra libre para salir de caza. Pronto descubrió que los recorridos por sus cotos predilectos podían ser productivos, pero que las chicas que conoció allí eran de una superficialidad tremenda.
“Tanto me cambió??” se dijo. Después de todo, no hace más de un año, él también era un superficial que sólo se preocupaba por la pilcha o por ir al restó de moda. Ella lo había llevado, a la rastra al principio, por otro camino; un camino complejo, que lo hacia pensar, que lo hacia pensarse a si mismo inmerso en el mundo, un camino en el cual sus acciones tenían consecuencias, un camino de responsabilidad.
Justo a él que, hasta conocerla sólo se había preocupado de si mismo, de sus cosas, de su comodidad. Un hedonista completo.
“La extraño a ella o a sus consignas?” pensó con una sonrisa. Era divertido recordarla, un sábado por la mañana vestida con un baby doll, dando un enfervorizado discurso contra la globalización, sólo para él. O aquella vez en que lo llevó a un debate sobre Simone de Bovier, cuando él ni siquiera la había oído nombrar!
“O será que realmente la quiero??” se preguntó, y esto era una autentica audacia. Después de todo, él nunca había sentido lazos fuertes con nadie. Si bien tenía 30 años, su vida amorosa había sido variable y errática. Nunca nada suficientemente serio como para que dure más que un par de meses.
“Y si la llamo?? Y si le pido disculpas?? Y si le hablo de mi sensación de vació??”
En ese momento el ruido del colectivo frenando lo sacó bruscamente de sus pensamientos. Apurado cerró el paraguas y subió.
“Que bárbaro, las cosas que uno llega a pensar en un día de lluvia, mientras espera el bondi” se dijo. Mientras tanto en su memoria brillaban los 8 números de un teléfono.

 

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