EL LARGO CAMINO DE LA MADRUGADA Parte 1
Escrito por
@HERAKLESNOVA
Parte 1 de 2
Desde un zaguán observan mis pasos retraídos. Es tarde y las luces de la ciudad combinan el verde y gris con la penumbra y pesadez de la calle.
No estoy solo aunque sé de rivalidades.
Luces, vehículos, olor a noche. Todo se torna despreocupado, hasta poco insolente, monótono. Cada objeto está sobre el otro en convivencia excepto yo y, aunque sea por un pesado minuto, trato de atarme al escenario que elijo.
Luces y sombras chocan toscas y sin piedad sobre el rostro endurecido desde hace tiempo y el frío estremece. Mi mente dibuja formas y caracteres por las veredas. Aunque verte es imposible, siento tu piel recorriéndome suavemente por la espalda.
Es tarde ya. Sin darme cuenta esbozo un gesto, una sonrisa. Se que estás aquí aunque no pueda verte.
Ridículo pensar sobre la historia de mi vida sin ti, pedacito de cielo entre dos mundos.
Las veredas se suceden una tras otra como bocanada de humo al intentar pensar lo poco de este ser, siempre incomprensible a la hora veraz.
Luces y sombras combinan este espacio y llenan por un instante el vacío de unos ojos que adivino. Tu imagen pertenece en perfecta armonía al final del viaje; distante, lejana, enigmática. Te siento dentro de mí aunque no lo estés.
Falta poco y, sin olvidar la conversación sobre ti, mujer sin nombre, espero encontrar tu calor sobre la alfombra por la madrugada.
Difícil es caminar en la madrugada. No solo por la pesada niebla que cubre el cemento sino por el extraño hedor, producto de las fábricas y vehículos.
Aunque mis pasos se tornan lentos transformo una mueca en forma de sonrisa deliciosamente confortable con el entorno. Es en esta incómoda realidad donde reconozco al hombre. Encuentro respuestas que, aunque obvias, no dejan de asombrarme. Excitante y extraña reflexión es la ecuación de pensar bajo la niebla, convivir con el smog y estar en soledad.
Por la mañana cuando todo tome forma, tal vez recuerde estos pensamientos de un ser que se revela al medio y triunfe a la monotonía de la máquina rodeado de otros que como insectos, valoran el sacrificio de la rutina.
Difícil es caminar en la niebla. Cuesta adaptarse al aire húmedo y envolvente.
Tres golpes son suficientes para entregarse al placer incontrolable de los sentimientos. Cuesta adaptarse al tiempo y la dimensión de tu nombre.
Algunas calles más y llegaré casi necesitado a la puerta. Horma y cavidad del mundo es tu significado ancestral en el zodíaco.
Sentimientos agobiantes azotan y entremezclan aguas turbulentas y fuegos calmos
- ¿Cómo no reconocer esta esquina? –
Tan solo fue ayer cuando reconocí en tu mirada mi vida. Un cruce casi imperceptible y di vuelta al zigzagueante olor de tu fragancia. Inmovilizado por unos segundos que parecieron la eternidad de mi ser poeta y tú pequeña, bajando el rostro buscando mi reflejo en el vidrio de la agencia de autos. Debo reconocer que ese otro yo se paró al verte.
Casi taconeando cruzo la última calle. En otros momentos me apenaría por toda el agua desperdiciada fluyendo junto al cordón y las bocacalles. ¿Cuánto derroche se necesita para colmar al límite la justificación?.
Reconozco el espacio de mí con tu zaguán. No lo olvido: tres golpes casi sincronizados y suaves es la señal para olvidar el pasado.
Algo cambió desde ayer.
Las hojas desbaratadas por el viento de la tarde yacen amontonadas e inmóviles junto a las medianeras, suavemente brillantes por el manto húmedo de la niebla. Detengo mis pasos y observo ambos lados. Nadie en la calle.
Tres golpes al compás de mis latidos nos separan...
Jorge
Desde un zaguán observan mis pasos retraídos. Es tarde y las luces de la ciudad combinan el verde y gris con la penumbra y pesadez de la calle.
No estoy solo aunque sé de rivalidades.
Luces, vehículos, olor a noche. Todo se torna despreocupado, hasta poco insolente, monótono. Cada objeto está sobre el otro en convivencia excepto yo y, aunque sea por un pesado minuto, trato de atarme al escenario que elijo.
Luces y sombras chocan toscas y sin piedad sobre el rostro endurecido desde hace tiempo y el frío estremece. Mi mente dibuja formas y caracteres por las veredas. Aunque verte es imposible, siento tu piel recorriéndome suavemente por la espalda.
Es tarde ya. Sin darme cuenta esbozo un gesto, una sonrisa. Se que estás aquí aunque no pueda verte.
Ridículo pensar sobre la historia de mi vida sin ti, pedacito de cielo entre dos mundos.
Las veredas se suceden una tras otra como bocanada de humo al intentar pensar lo poco de este ser, siempre incomprensible a la hora veraz.
Luces y sombras combinan este espacio y llenan por un instante el vacío de unos ojos que adivino. Tu imagen pertenece en perfecta armonía al final del viaje; distante, lejana, enigmática. Te siento dentro de mí aunque no lo estés.
Falta poco y, sin olvidar la conversación sobre ti, mujer sin nombre, espero encontrar tu calor sobre la alfombra por la madrugada.
Difícil es caminar en la madrugada. No solo por la pesada niebla que cubre el cemento sino por el extraño hedor, producto de las fábricas y vehículos.
Aunque mis pasos se tornan lentos transformo una mueca en forma de sonrisa deliciosamente confortable con el entorno. Es en esta incómoda realidad donde reconozco al hombre. Encuentro respuestas que, aunque obvias, no dejan de asombrarme. Excitante y extraña reflexión es la ecuación de pensar bajo la niebla, convivir con el smog y estar en soledad.
Por la mañana cuando todo tome forma, tal vez recuerde estos pensamientos de un ser que se revela al medio y triunfe a la monotonía de la máquina rodeado de otros que como insectos, valoran el sacrificio de la rutina.
Difícil es caminar en la niebla. Cuesta adaptarse al aire húmedo y envolvente.
Tres golpes son suficientes para entregarse al placer incontrolable de los sentimientos. Cuesta adaptarse al tiempo y la dimensión de tu nombre.
Algunas calles más y llegaré casi necesitado a la puerta. Horma y cavidad del mundo es tu significado ancestral en el zodíaco.
Sentimientos agobiantes azotan y entremezclan aguas turbulentas y fuegos calmos
- ¿Cómo no reconocer esta esquina? –
Tan solo fue ayer cuando reconocí en tu mirada mi vida. Un cruce casi imperceptible y di vuelta al zigzagueante olor de tu fragancia. Inmovilizado por unos segundos que parecieron la eternidad de mi ser poeta y tú pequeña, bajando el rostro buscando mi reflejo en el vidrio de la agencia de autos. Debo reconocer que ese otro yo se paró al verte.
Casi taconeando cruzo la última calle. En otros momentos me apenaría por toda el agua desperdiciada fluyendo junto al cordón y las bocacalles. ¿Cuánto derroche se necesita para colmar al límite la justificación?.
Reconozco el espacio de mí con tu zaguán. No lo olvido: tres golpes casi sincronizados y suaves es la señal para olvidar el pasado.
Algo cambió desde ayer.
Las hojas desbaratadas por el viento de la tarde yacen amontonadas e inmóviles junto a las medianeras, suavemente brillantes por el manto húmedo de la niebla. Detengo mis pasos y observo ambos lados. Nadie en la calle.
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