Las veredas de nuestra placita

Escrito por
@KAPRIKORNIO

27/11/2003#N2944

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El sol que levanta aún juega a las escondidas por los techos de los edificios y de alguna que otra casa. Salgo a la calle con la prisa diaria, ¿para llegar a dónde?...
Es por eso hoy me propongo dejar de correr detrás de las manecillas del reloj en un vano intento por alcanzarlas. Necesito el respiro que dan las letras y las palabras. Voy hurgando los laberintos de la memoria y estos ya se abren como pétalos de un pimpollo de rosa blanca.
Mis presurosos pasos se van volviendo lentos, medidos, precisos. Tal vez por el transcurrir de los años o, quizás, el entender que la prisa me fue dejando vacío, sin recuerdos, con mi alma desnuda y arrastrándose hacia la nada.
Me encamino hacia otro tiempo y ya no puedo razonar sino tan solo sentir... y me abandono al sentimiento. He vuelto para percibir de aquellos días felices el dulzón aroma de los pinos y azahares, el canto de las calandrias y los zorzales y verme de tu mano, chiquilina quinceañera, caminando, de nuestra plaza, las viejas veredas.
Quisiera poder decirte que la placita de nuestro tiempo no es la misma, ya casi no queda nada. La han convertido en una enorme plaza muy bien arreglada para eventos importantes, cuando figuras acordes llegan a la ciudad. Si la vieras no la reconocerías. ¡Qué cambiada está!.
Se ve realmente hermosa pero ha perdido la magia de entonces. Ese toque de plaza provinciana. Los duendes que cuidaban sus secretos vaya uno a saber en qué rincón han quedado olvidados...
Al pisar sus veredas nuevas no puedo dejar de pensar en las nuestras, de gastados baldosones, recorridas infinitas veces por promesantes de amores eternos a la salida del colegio. Mi memoria se ha impregnado del polvo de ladrillos de aquellos senderos toscamente marcados que, como atajos, conducían indefectiblemente hacia su centro donde una fuente, celosamente custodiada por Cupidos risueños, desfalleciente suplicaba, en un enorme grito circular y silencioso, al agua, secretos deseos. Me pregunto si aún recuerdas nuestras tardes de cara al tibio sol de invierno, los bancos de mármol amarillento, las charlas lejos de oídos indiscretos, mis manos sobre las tuyas devolviéndote el calor que me dabas con tus besos. Las miradas soñadoras por sobre las copas de los jacarandaes en flor que se confundían con el azul-celeste del cielo en primavera. Los“concursos de pisadas” para ver quien hacía crujir más ruidosamente las hojas caídas de los árboles en otoño, sobre las veredas de viejos baldosones.
Nuestra placita, a la vuelta del colegio, por el resto de mis días, en mi alma, quedará grabada a fuego, como tu sonrisa, tu mirada y tus besos.
Es verdad, de la vieja plaza ya no queda nada y es por eso que necesito conservar fielmente su recuerdo. Es una forma de no perderte del todo, puede parecer muy poco, a mí me basta.
Me detengo frente a la antigua Iglesia y para mis adentros ruego que algún día vuelvas para revivir los viejos tiempos.
Que cruces aquel sendero y que tu memoria se impregne del polvo de ladrillos, te detengas un segundo en la fuente que aún guarda algunos que otros secretos deseos. Que eleves la mirada por sobre las copas de los jacarandaes en flor confundidas con el azul-celeste del cielo y percibas el aroma de los azahares y pinos; el canto de los pájaros. Que tus ojos, por un segundo, busquen los bancos de mármol amarillento. Que desees por un instante el tibio sol del invierno y la calidez de mis manos y de nuestros besos. Que pises fuertemente, sin temor al ridículo, las hojas secas de los árboles en otoño y digas para tus adentros, con tu generosa sonrisa a flor de labios, “aún te recuerdo”.
Que tu mirada se encuentre con la mía, que dudes, que sonrías, que me abraces con brazos de amor fraterno, no pretendo más, después de tantos años, amiga...
¿Es mucho pedir, Señor?, ¿Verdad que no?
Entonces te daré infinitas gracias porque le habré ganado una batalla al Olvido, y créeme que ya será bastante... pues mira que he vuelto mis presurosos pasos, lentos. Que he dejado de lado mi razón para ceñir sentimientos y he rescatado de entre el concreto de las nuevas veredas, la de viejos baldosones y por si fuera poco, tu inmaculado recuerdo.

kaprikornio

 

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