Fabio y Elena: apenas una historia

Publicado por
@GUS1959

10/11/2003#N2873

0 Actividad semanal
365 Visitas totales

Fabio y Elena: apenas una historia

Un hombre llamado Fabio se siente atraído por una mujer llamada Elena. Él la invita al cine; ella acepta, y pasan una buena velada. Unas pocas noches después, él la invita a cenar, y nuevamente disfrutan de la salida. Continúan viéndose regularmente, y luego de un tiempo ya ninguno de los dos ha vuelto a salir con ningún otro.
Una noche, mientras él la está llevando a ella a casa, Elena se da cuenta de algo y, sin pensarlo, dice en voz alta:
–¿Te diste cuenta de que ya hace seis meses que estamos saliendo?
Silencio en el auto. Para Elena, es un silencio que aturde.
Ella piensa: –Uuuuhhh, me pregunto si le molestó lo que acabo de decir. Tal vez se siente ahogado por nuestra relación; quizá piensa que estoy tratando de obligarlo a algo que no desea, o de lo que no está seguro.
Y Fabio está pensando: –Uuuuhh, seis meses...
Y Elena piensa: –Bueno, yo tampoco estoy muy segura de desear esta clase de relación. A veces necesitaría un poco más de espacio como para tener tiempo de pensar si realmente quiero seguir como hasta ahora, y continuar hacia delante... Quiero decir, ¿hacia dónde vamos? ¿Seguiremos viéndonos con este nivel de intimidad? ¿Estamos yendo hacia el casamiento? ¿Hacia los hijos? ¿Hacia una vida los dos juntos? ¿Estoy lista para ese nivel de compromiso? ¿Realmente conozco a este hombre?
Y Fabio piensa: –...Eso quiere decir que empezamos... veamos... ¡En febrero! Cuando empezamos a salir, fue justo después de que compré el auto. Eso quiere decir... a ver el cuentakilómetros... ¡Eh! ¡Ya tengo que hacer un cambio de aceite!
Y Elena piensa: –Está enojado. Lo veo en su cara. Tal vez estoy interpretando esto todo mal. Quizá él espera más de nuestra relación, más intimidad, más compromiso. Quizá él pensó antes –antes de que yo lo advirtiera– que yo tengo algunas reservas. Sí, apuesto a que es eso. Por eso es tan reticente a expresar sus sentimientos. Tiene miedo de ser rechazado.
Y Fabio piensa: –Y voy a hacerle revisar de nuevo la caja de cambios. No me importa lo que digan esos idiotas; no está andando bien. Y mejor que no me vengan con eso de la temperatura... ¡Qué temperatura! ¡Si está haciendo más de 20 grados, y aun así funciona como un camión de basura! Pensar que les pagué como 600 pesos a estos inútiles...
Y Elena piensa: –Está furioso. Y no lo critico; yo también estaría así. Me siento tan culpable por ponerlo en esta situación... pero no puedo evitarlo. Es que no estoy segura...
Y Fabio piensa: –Probablemente me digan que el trabajo tenía garantía por tres meses. Sí, eso es exactamente lo que van a decir, los muy atorrantes.
Y Elena piensa: –Tal vez soy demasiado idealista, y espero que un caballero venga en su caballo, mientras estoy sentada al lado de un buen hombre, una persona con quien la paso muy bien, quien me importa de verdad y a quien parezco importarle. Alguien que ahora está sufriendo a causa de mi egoísmo, de mi fantasía de colegiala romántica.
Y Fabio piensa: –¿Garantía? ¿Quieren garantía? Ya les voy a dar yo la maldita garantía. Voy a agarrar la garantía y...
–Fabio –dice Elena.
–¿Qué? –dice Fabio sobresaltado.
–Por favor, no te tortures de ese modo, –dice ella, con los ojos llenos de lágrimas.
–Tal vez yo nunca debí... Me siento tan... –y se quiebra, sollozando.
–¿Qué?
–Soy tan tonta –lloriquea ella. –Quiero decir... ya sé que no hay ningún caballero. Realmente lo sé. Es tonto. No hay caballero, ni hay caballo.
–¿No hay caballo?
–Pensás que soy una tonta, ¿no?
–¡No! –dice Fabio finalmente feliz por haber dado con la respuesta correcta.
–Es que... es que... necesito un poco de tiempo... –dice ella.
Quince segundos de pausa, mientras Fabio, pensando lo más rápido que puede, trata de dar con una respuesta segura. Finalmente, encuentra una que cree adecuada.
–Sí.
Elena, profundamente conmovida, le toca la mano.
–Oh, Fabio, ¿realmente lo creés así?
–¿Así, cómo?
–Así, sobre el tema del tiempo...
–Oh, sí... –dice Fabio.
Elena gira su cabeza y lo mira directo a los ojos. Lo pone muy nervioso, porque él no sabe qué debe decir, sobre todo porque toda esta cuestión involucra a un caballo. Finalmente, ella habla.
–Gracias, Fabio.
–¿Gracias? –pregunta él sin entender y casi en un susurro.
Él la lleva a su casa. Ella se va a la cama. Está conflictuada, su alma torturada; llora hasta el amanecer.
En tanto Fabio vuelve a su casa, abre una bolsa de papas fritas, enciende el televisor e inmediatamente se concentra en la repetición de un partido de tenis entre dos checos que desconoce. Una voz desde el interior de su mente le dice que algo importante pasó hace un momento en el auto, pero él está seguro de que no hay manera de entender de qué se trata. Por lo tanto, finalmente decide que lo mejor es no pensar en ello.
Al día siguiente Elena llama a su mejor amiga, o tal vez a dos de ellas. Hablan sobre esta situación durante seis horas. Cuidadosamente, analizan todo lo que dijo ella y todo lo que dijo él, volviendo una y otra vez sobre cada palabra, explorando cada expresión, cada gesto, en busca de un significado, considerando cada posible ramificación. Continuarán discutiendo el punto durante semanas, tal vez meses. Nunca llegarán a ninguna conclusión, pero tampoco se van a cansar de hablar del tema.
En tanto, un día, mientras juega al tenis con un amigo común de Elena y de él, Fabio se detendrá antes de un saque, fruncirá el entrecejo y dirá:
–Che, Carlos... ¿Alguna vez Elena tuvo un caballo?

(Texto anónimo, obtenido de la WEB)

 

Comentarios

Aún no hay comentarios. Iniciá una conversación acerca de este tema.