La responsabilidad afectiva es una forma de comportamiento o conducta que demuestra respeto por los sentimientos y emociones del otro en una relación, sea cual fuere el tipo de vínculo. Cuenta con la inteligencia emocional como base, ya que esta permite escuchar activamente, pero también asumir la responsabilidad de actos y palabras sin incidir en tergiversaciones o manipulaciones. Así, aunque una situación sea positiva o negativa, la comunicación de expectativas, opiniones, sensaciones, perspectivas, entre otros, ayuda a gestionar relaciones sanas en las que el respeto mutuo es la principal directriz. Así, la práctica de la responsabilidad afectiva allana el camino para alcanzar relaciones afectivas genuinas, donde la certidumbre, la sinceridad y la empatía favorecen al bienestar y la salud mental de los involucrados. Si bien el diálogo y la reciprocidad son imprescindibles, también la aceptación, sobre todo, cuando es necesario aceptar una separación de manera saludable.