Eran piedritas de canto rodado,que las aguas inquietas del mar habían arrojado a la arena de una playa casi desierta,eran dos,no tenían relación entre sí sólo el mismo destino,ese parcial de haber rodado juntas hasta encallar en tierra firme,sin planes sin destino sin conocimiento alguno de cual sería su suerte en cinco segundos siete días o siete siglos.Y allí estaban quietas,rozadas por el viento,observadas por las aves que a su paso destripaban un pescado cincelando su esqueleto,y ellas nada, impávidas a una cuarta de distancia o menos, una de la otra,esperando nada ,mudas testigos de cualquier situación mínima que cerca de ellas sucediera,el agua con sus lenguas de espuma volvían al caudal a tomar impulso mas no las rescataban,y allí ellas estables tiesas inmóviles encajonadas en esa mezcla de arena y pedregullo, viento nube y sol como agentes que casi no modificaban su estar, a merced de unos pies que las empujen a la profundidad o unas manos que las devuelvan al mar probando a cuánta distancia pueden ser arrojadas,solas pero cercanas allí están,modificando el todo sin hacer nada,propio de la inconciencia de dos piedras libres.