Porque cuando creemos, creamos,y construimos futuro


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Publicado por
@DANTEX

25/01/2022#N78028

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Las personas nos hacemos creyentes por dos vías: la de la fe y la de los hechos. Si ambas están unidas, más potentes serán nuestras creencias de eficacia. La fe la proporciona el propósito y los hechos nuestras acciones y resultados.

¿Cómo se promueve la autoeficacia?
La autoeficacia se promueve a través de un circuito conversacional que comienza con el propósito y finaliza con la acción y el autofeedback o práctica reflexiva.

1.- Propósito: conversaciones que nos conectan a nuestro propósito vital para convertirlo en una imagen potente que nos activa energéticamente.

Mi madre solía repetirme, desde muy pequeña, “hija ten fe, que la fe mueve montañas”. Y solía aclarar que la “fe es creer en lo que no vemos”. Para algunos es un Dios, pero también puede ser un propósito, o ambas cosas. Porque este último también aporta fe, confianza, certeza, seguridad, esperanza, coraje, motivación y voluntad.

Tenemos fe en él porque representa nuestros valores, el ideal del mundo en el que creemos y queremos hacer realidad. Una fe que nos hace sentir y creer que merece la pena luchar por ello, a pesar de los miedos, los obstáculos, las circunstancias y las incomprensiones.

Cuando formulamos nuestro propósito le ponemos foco a la vida, la iluminamos, es el faro que nos guía por ella, para establecer objetivos, para aprender, para tomar decisiones y transformarlas en acciones.

2.- Metas y acciones tangibles: Con el tiempo he descubierto que la fe del propósito sí se puede ver. Se puede materializar a través de su concreción en metas y objetivos. Que sean tangibles, viables y encajen con quienes somos.

Y que todo ello se puede hacer realidad si nos centramos en aprender y mejorar en aquello que es necesario para lograrlo y no nos distraemos con cantos de sirenas, modas y promesas facilonas.

La autoeficacia personal, creer que podemos, nace de conversaciones centradas en las experiencias de dominio, de las acciones que ponemos en práctica y tienen resultados exitosos, es decir, nos acercan al logro de nuestro objetivo.

Con cada una de esas acciones sentimos que estamos realizando nuestro propósito, aumenta nuestra fe y nuestra esperanza, nuestra motivación y voluntad para seguir perseverando, para ir a más, para superarnos.

3.- Práctica reflexiva: una buena conversación ayuda a convertir la experiencia en una fuente de aprendizaje y autoeficacia individual a través de la práctica reflexiva.

Es en ellas donde la persona comienza a descubrir su poder a través de sus actos, de los resultados que producen, los cambios que pueden operar y las contribuciones y aportaciones a las que dan lugar. Con todo ello, además, aprendemos cómo hacerlo mejor en el futuro, y cómo realizar nuestro propósito de forma más óptima.

El circuito conversacional
Si manejamos en nuestro día a día este circuito conversacional se elevarán las creencias de autoeficacia individual, se renovará la fe en nuestro propósito, en nosotros mismos y en los demás. Cuando plantamos la semilla de la autoeficacia individual en una persona estamos cultivando el jardín de la autoeficacia colectiva.

Cuando alguien cree que merece la pena investigar la fuga sangrante de capitales hacia paraísos fiscales —porque es dinero que se está dejando de aportar para contribuir a la mejora de infraestructuras, servicios sociales, lucha contra la pobreza, mejora de la salud— resulta que se movilizan a más de 600 periodistas dando lugar a la mayor colaboración periodística de la historia. Han examinado durante 2 años 11,9 millones de archivos y puesto en evidencia —y tras la pista de las autoridades— a quienes con sus actos defraudan a sus países, sus conciudadanos y la sociedad en su conjunto.

Cuando la falta de autoeficacia individual se apodera de nosotros desarrollamos un sentimiento de impotencia que opera como un virus social. No podemos hacer nada contra la corrupción, contra la violación de la privacidad de facebook o contra las imposiciones de whatsapp. Esa impotencia nos acaba corroyendo y acabamos en la desmoralización. Algo así como especie de acedia colectiva. Como argumenta Antonio Gutiérrez Rubi: un malestar que afecta al ánimo, a la percepción y la reacción frente a las dificultades o adversidades, una especie de resignación que nos aísla y nos llena de desesperanza.

El mejor antídoto contra todo ello es la fe en nuestro propósito y en nuestro talento para hacerlo realidad.

Las personas que mejoran el mundo no se distinguen por sus títulos académicos y su cuenta bancaria. Sino por su fe, su coraje y su voluntad. Todas ellas se construyen a través de potenciar en la vida el Factor PHR: Pensar, Hacer, Reflexionar.

Pensar: ¿A qué puedo contribuir o mejorar? ¿Cómo voy a hacerlo?
Hacer: Actuar con conocimiento de causa o propósito.
Reflexionar: ¿Qué he logrado, qué he aportado, que he aprendido?¿Qué puedo hacer mejor en el futuro para hacer realidad mi propósito?
El hacer reflexivo que mejora nuestra autoeficacia
Este hacer reflexivo, estas conversaciones compartidas para incrementar nuestra autoeficacia, nos ayudan a hacernos conscientes del poder e influencia que tenemos. Y con ella generar cambios a nuestro alrededor. También de la fuerza del ejemplo para inspirar y movilizar a otros en torno a propósitos comunes.

El propósito no solo hace al líder, también hace a los seguidores, el propósito une causas, moviliza voluntades, crea cambios, transforma sociedades. El propósito crea vínculos de pertenencia porque las personas se conectan y unen fuerzas transcendiendo sexo, edad, género, raza, etnia u origen.

En 1989 miles de personas se unieron durante semanas para derribar el Muro de Berlín. En 2021 el Chef Asturiano José Andrés, logró movilizar a más de 40 voluntarios en La Palma. Distribuyó diariamente entre 1.000 y 1.200 menús entre los afectados y servicios de emergencias durante semanas. Entre ambos hechos hay 32 años de diferencia y muchas son las cosas que han cambiado.

Sigue habiendo una que permanece inalterable: la capacidad del ser humano para transformar la realidad y construir el futuro. Cuando alguien cree en un propósito, se compromete con él, da un paso al frente y logra movilizar a otros que también creen.

¿Héroes o creyentes?
Tendemos a ver a estas personas como héroes pero en realidad son creyentes. Creen en una causa, en un propósito, en su bondad, en la necesidad de hacerlo realidad. Creen que pueden hacerlo y que merece la pena intentarlo. Y lo hacen. Con ello logran que otros muchos les sigan, se contagien de su fe y de sus creencias de autoeficacia.

El futuro lo comenzamos a construir cuándo creemos en nuestro propósito y en nuestro talento para hacerlo realidad. Porque la fe mueve montañas, mueve a las personas, contagia y une. Las conversaciones y acciones que refuerzan la autoeficacia individual contribuyen a construir la autoeficacia colectiva. Son conversaciones que nos inspiran, nos expanden, comprometen y movilizan para ser activistas del cambio.

En un mundo rendido a la transformación digital, debemos recordar que la mejor tecnología para construir el futuro sigue siendo la conversación. Necesitamos más transformación humanista, más creadores de autoeficacia colectiva, más conversadores de calidad y con propósito, que promuevan conversaciones que nos conviertan en creyentes, contagien la fuerza del “nosotros” y nos movilicen para ser activistas del cambio. Porque como señala Antonio Gutierrez Rubi: “sin proyectos colectivos y futuros compartidos no hay posibilidades individuales sostenibles de desarrollo y realización”

Quizás este mundo necesita menos líderes y más creyentes. Más conversadores de calidad y menos gurús.

 

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