Muchas veces nuestro corazón grita por lo que quiere y nosotros nos encargamos de amordazarlo, con tal de no escucharlo, con tal de no darle la importancia que tiene y de que no cambie nuestra vida de manera radical, porque sencillamente nos da miedo, nos sentimos atemorizados de que no resulte bien el emprendimiento a través de un camino que desconocemos y que de seguro es muy distinto a lo que hemos estado acostumbrados. Es cierto que no podemos saber los resultados de nuestras acciones, que no podemos determinar cuándo resultaremos ganadores o perdedores en nuestras apuestas, pero cuando nos limitamos a no arriesgar, aun sabiendo que nuestro futuro podría ser diferente, para mejor, nos estamos conformando con lo que sabemos manejar y nos cerramos la puerta a las oportunidades que sí que nos llevarán a donde debemos estar. Cuando estamos felices, cuando sabemos que nos aman, cuando nos sentimos cómodos y tranquilos en nuestras vidas, por lo general no estamos teniendo dudas al respecto, ni hacemos intentos por escuchar lo que de verdad queremos, no nos preguntamos si somos felices, porque sencillamente lo sentimos, no dudamos de ser amados, porque lo sabemos. Pero cuando sentimos, desde nuestro corazón, más allá de nuestro ego inconforme, que le cuesta agradecer, que le cuesta apreciar y tiene cierta afinidad con la complicación y con el sufrimiento, que debemos generar cambios en nuestra vida y tomar decisiones responsables que le den un vuelco a lo que vivimos, que debemos crear una oportunidad para nosotros, que nos conectaremos con nuestra felicidad moviendo algunas piezas del tablero, no debemos darle más largas al asunto y tenemos que empezar a actuar. La vida está hecha a nuestra medida, para aprender lo necesario, para vivir lo que necesitamos, evidentemente somos nosotros mismos los que tenemos que canalizar nuestro rumbo, sin embargo, la vida por lo general es condescendiente y nos ofrece la posibilidad de ir por el camino que nos llevará a donde debemos estar, inclusive varias veces… Nos coloca carteles de STOP en lo que estamos haciendo y de manera iluminada nos muestra el camino, pero nos negamos muchas veces a escuchar y tomamos el cartel de STOP, lo hacemos a un lado y seguimos atravesando ese camino. El miedo resulta paralizante, pero una vez que logramos dominarlo, somos realmente libres, no nos dejamos intimidar y sabemos que probablemente perdamos algo que resulta importante, pero también sabremos que si todo sale como queremos, ganaremos algo mucho más grande. La vida es para vivirla, para gozarla, para sentirla… Pero sin miedos!