EL QUE MAS TE GUSTE

   Estoy de acuerdo con vos, Héctor. De alguna manera esas palabras identifican al género humano. Y pienso que  el sentirse enjuiciado todo el tiempo por la sociedad o nuestro entorno más afecto, o lo que es peor: acomodarse al capricho de los demás sólo para agradarles o evitar su juicio sobre nosotros, es un signo de debilidad de la personalidad. Almafuerte decía: las estrellas no quieren brillar... brillan. Y acá te dejo un breve cuento que explica el porqué, además, es totalmente absurdo seguirse por el juicio exterior:

 

Resulta que iba un hombre muy gordo sentado en un burro, y a su lado, caminando, un niño pequeño. Pasaban los tres por la calle principal de un pueblo del interior. La gente de ese pueblo tenía la costumbre de sentarse a tomar mate en la vereda a la hora de la siesta. Al ver pasar a nuestros amigos, algunos exclamaron, indignados:- ¡Qué barbaridad! ¡No hay vergüenza! ¡ Mire que siendo un hombre adulto, fuerte como se lo ve, permita que el niño camine mientras él va tranquilamente sentado sobre el burro!. Entonces el hombre se bajó del burro y lo montó al niño. Otras voces se escucharon: - ¡ Pobre hombre, con ese peso, caminando! ¡ Y el niño, rebozante de juventud, montado en el burro!. Entonces el hombre volvió a montar el burro, sólo que esta vez sin desmontar al niño. Alguien entonces protestó: - ¡ Qué desgraciados, están matando al pobre animal! . Entonces el hombre desmontó y también desmontó al niño. Unos pasos más adelante, se oyeron risas y comentarios como éste: - ¡ Qué par de tontos! ¡ Teniendo burro, se van caminando!

Es decir, cuando nos convertimos en otros para complacer a los demás no sólo nos traicionamos íntimamente a nosotros mismos, sino que además nunca vamos a complacer a todos...

Excelente elección, Héctor. El cuento que compartí contigo no es mío, pero tampoco conozco el autor. Un abrazo. Pericles.