QUINQUELA,ENTRE CARBONES Y PINCELES


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@JONES

10/04/2010#N31264

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Quinquela, el pintor de la Boca


Entre carbones y pinceles

Entre los numerosos inmigrantes que llegaron dispuestos a labrar un porvenir en esta tierra, se encontraba don Manuel Chinchella, genovés, trabajador del puerto de La Boca y poseedor de una carbonería ubicada en la calle Irala al 1500. Aquí en esta tierra conoció a doña Justina Molina, entrerriana, de origen humilde, con quien formó una familia.

Una vez juntos, cuando la vida les negó la posibilidad de tener hijos, se acercaron hasta la Casa de Niños Expósitos, con el fin de poder adoptar una criatura. El matrimonio ignoraba por aquel entonces que ese niño portando el apellido de Chinchella enaltecería el singular barrio porteño de La Boca.

El niño que retiraron en 1896 de la Casa de Niños Expósitos se llamaba Benito Juan Martín. Si bien no se poseen datos exactos sobre la fecha de su nacimiento, sí sabemos que fue abandonado en esta institución - el 21 de marzo de 1890 con un papel que decía: "Este niño ha sido bautizado y se llama Benito Juan Martín". Se da como fecha de su nacimiento el dia 10 de marzo, pero no es una fecha segura. El mismo Quinquela Martín nos ha dicho: " Mi nacimiento se pierde en la sombra de lo desconocido". Las monjas que lo encontraron dedujeron, dado su pequeña contextura física, debía tener tres semanas de vida, de ahí en más quedó establecida el 10 de marzo como fecha de su nacimiento.

A los 7 años de edad lo enviaron a la Escuela Berrutti de la calle Australia 1081, actualmente calle Quinquela Martín, donde cursó sus estudios tres años, luego debió abandonarlos porque sus padres necesitaban su ayuda en la carbonería.

Entrada la adolescencia se puso en contacto con el ambiente obrero. Su padre fue quien lo inició en el trabajo del puerto como cargador de bolsas.

Por aquel tiempo la Boca era el principal centro obrerístico del país y por ende, la demanda social de sus pobladores no se hizo esperar y se comenzó a generar un caldeado ambiente político. El barrio participó y apoyó a don Alfredo Palacios, quien en 1904 fue elegido primer diputado socialista del país. En dicho contexto, Quinquela no se halló al margen de la situación y participó distribuyendo panfletos y pegando carteles a favor del diputado socialista.

El Mosquito, como lo habían apodado sus compañeros del puerto por su contextura delgada, tomó sus primeras lecciones de dibujo y perspectiva con el profesor Casaburi, pero no siempre logró asimilar las enseñanzas académicas. "La Academia es una cosa fría, calculada, rígida, pero la belleza es otra cosa. Yo no digo que la Academia no pueda producirla, pero sí puede lograrse una obra bella sin sujetarse demasiado a las exigencias académicas."

A los 17 años, se inscribió en la Sociedad Unión de La Boca fundada en 1877, donde funcionaba el Conservatorio Pezzini Sttiatessi. Allí comenzaron sus lecciones de dibujo y pintura de la mano del maestro Alfredo Lazzari. Las clases consistían en copias de yesos y estampas, mientras que los domingos hacían un recorrido por la Isla Maciel pintando paisajes del natural.

El recuerdo más importante que Quinquela guardó de su maestro y amigo, fue la libertad de expresarse que fomentó en sus alumnos. "Este respeto por la libertad en el arte, es uno de los mayores beneficios que saqué de sus enseñanzas."

Quinquela asistirá a las clases de Lazzari hasta 1912. En la Sociedad Unión de La Boca, conoció a muchos amigos y colegas, entre ellos estaban: Arturo Maresca, Juan de Dios Filiberto, Fortunato Lacámera, Facio Hebequer, Camilo Mandelli Santiago Stagnaro, Vigo y Arato.

Existió un lugar donde todos ellos se daban cita: la peluquería de Nuncio Nuciforo, ubicada en la calle Olavarría. En ese lugar debatían sobre distintos aspectos de la cultura y del arte en general.

A través de Santiago Stagnaro - a quien apodaban el pequeño Leonardo por sus notables conocimientos en materia de poesía, pintura, música y periodismo- Quinquela conoció las lecturas de Gorki, Balzac y Víctor Hugo, cuyas ideas influirán más tarde en su estética.

Con Stagnaro, quien se desempeñaba como secretario del gremio de los caldereros, Quinquela firmó en 1908 el "Manifiesto de la huelga portuaria", a partir del cual lograron implementar las 8 horas de trabajo y reducir el peso de las bolsas de carbón a 70 Kg.

La carbonería y el puerto le insumían demasiado tiempo, no sintiéndose bien de salud decidió ir a Córdoba en busca de una pronta mejoría. Allí conoció a Walter de Navazio, con quien pintó algunos paisajes cordobeses.

Regresó de Córdoba habiendo recobrado toda la fuerza y el ímpetu de pintar. Necesitaba aprender, conocer bien su personalidad, como alguna vez le había dicho Stagnaro: Lázzari sabe mucho de arte y enseña bien lo que sabe me replicó Aprenda usted todo lo que pueda, pero no los fíe a las academias. La personalidad, tiene que buscarla y encontrarla uno mismo.

Instaló su taller en lo alto de la carbonería de sus padres, situada en la calle Magallanes 970.

Entonces alternaba su vida entre el trabajo y la pintura en el muelle o en la Isla Maciel. "La Isla Maciel era algo así como un Tigre en miniatura, yo iba a ella a pintar perales y durazneros en flor."

Frecuentaba, también los talleres de sus amigos, Stagnaro y Montero en la calle Olavarría y el de Facio Hebequer y ]osé Torre Revello en la Ribera.

Mientras su madre adoptiva lo apoyaba incondicionalmente, su padre no miraba con buenos ojos "eso de ser pintor". Decidió irse de su casa pero lo hizo por poco tiempo, necesitaba el cariño de su familia, sobre todo el de su madre.

Nuevamente en su hogar, su padre lo presionó para que buscara un trabajo y él buscó uno que le dejara tiempo para pintar. Así fue que ingresó como Ordenanza en la Oficina de Muestras y Encomiendas de la Aduana en la Dársena Sur. Pero poco después volvió al oficio de carbonero, alternando esta tarea con la pintura.

Con motivo de celebrar - en 1910- su vigésimo quinto aniversario, la Sociedad Ligure de Socorro Mutuo, organizó una exposición con pintores del barrio de la Boca. A ella asistió Lazzari con sus alumnos, entre los cuales se encontraba Quinquela. Esta fue la primera exposición en la que participó Quinquela con cinco de sus obras: un óleo Vista de Venecia, dos paisajes a la témpera y dos dibujos a pluma Estudios de cabezas. Mientras tanto continuaba pintando paisajes, recorría el parque Lezama, Palermo y la isla Maciel.

Todas las obras pintadas en esa época fueron regaladas y llevaban la firma de Chinchella. Pero, años mas tarde, al castellanizar su apellido cambiando su firma Chinchella por Quinquela Martín, ocurrió un hecho sorprendente: muchas de las personas que habían recibido las obras firmadas con el anterior apellido, le pidieron que les cambiara la firma por creer que de esa manera se revalorizarían.

En 1914 Quinquela participó junto a Agustín Riganelli, José Arato, Juan Brignardello, F. Sturla y Juan Grillo de una exposición colectiva en el Salón de Recusados integrada por estos artistas rechazados del Salón Nacional. Durante varios años se realizó un Salón de Recusados, y este término se convirtió en sinónimo de incomprendido o postergado. "El Salón de Rechazados realizado en el país, en el que figuran dos cuadros míos y dos esculturas de Riganelli, fue un espectáculo que provocó diversas y encontradas opiniones. En París, actualmente se realizan este tipo de exposiciones de rechazados o recusados”,

En 1915, Quinquela colaboró junto con Stagnaro en el dictado de un curso para obreros en la Escuela Santa María de Oro. La finalidad que ambos artistas perseguían era enseñar arte aplicado a la industria, abordando temas como la flora y la fauna argentina. Se dictó, por espacio de dos años y fue suprimido por falta de títulos habilitantes de ambos artistas.

En 1917, fueron aceptados dos de sus cuadros: Buque en reparaciones y Día de sol en La Boca. Al año siguiente, le aceptaron Rincón del riachuelo, y en 1920 obtuvo el tercer premio con el cuadro Escenas de trabajo.

Quinquela intuía que había algo que lo identificaba emocionalmente, que le fluía de manera natural. Se hacían presentes los conceptos del libro "El Arte" de Rodín que había leído en su adolescencia , donde el arte no debía pasar por una experiencia dolorosa, al contrario debía brindar un enorme placer. Esa facilidad para expresarse se la daban los motivos de la Boca. Así fue como cambió los paisajes por el puerto, por su puerto. "Además de antiacadémico, yo era un pintor fácil y rápido, cuando pintaba lo mío. La facilidad me la daba el tema. El puerto, los barcos, el río, las grúas, los astilleros, los obreros, la vida afiebrada dell trabajo, eran temas que yo llevaba adentro y los trataba con facilidad."

En sus recorridas por La Boca solía ir a visitar el "cementerio de barcos", lugar donde iban a parar las viejas embarcaciones, cuyo fin último era ser quemadas con el propósito de recuperar y vender sus hierros.

Quinquela solía frecuentar los barcos que paraban en Vuelta de Rocha, en uno de ellos, el "Hércules", se instaló con sus útiles de pintor y allí realizó varias telas.

El primer artículo que habló sobre la obra de Quinquela, apareció en la Revista Fray Mocho, en abril de 1916. Estaba titulado El carbonero y la firmaba Ernesto Marchese. "Una mañana opaca, en que la lluvia estaba al caer peregrinando por la Boca, nos detuvimos a contemplar un pintor que, sentado en la proa de un velero, indiferente al mareante ir y venir de un barco en descarga, pintaba. Es decir, aquello no era pintar, era un afiebrado arrojar colores y más colores sobre un cartón. En manos de nuestro hombre, el pincel iba, venía, describía giros, volvía, resolvía con amplitud majestuosa, y segura. A su paso dejaba gruesas huellas que aparecían desordenadas e incongruentes en un principio pero que bien pronto adquirirían forma y cierta concordancia, grotesca casi, para formar enseguida un cuadro de una belleza sorprendente, insospechable en un rincón gris y sucio del Riachuelo."

Esta nota incentivó a Quinquela para que definitivamente cambiara el carbón por el pincel. Ya empezaba a ser conocido como el carbonero pintor.

A partir de este artículo logró vender su primer cuadro "Preparativos de Salida", al señor Dámaso Arce, coleccionista de obras de arte de la localidad de Olavarría, quien años después fundaría el Museo que lleva su nombre. "Empecé a sentir íntimamente la responsabilidad dell artista que sale del anónimo de su casa y de su barrio para convertirse en objeto de comentario público."

Quinquela ya es el pintor de la Boca

"Y cada vez que partí llevé conmigo la imagen de mí barrio, que fui mostrando y dejando en las ciudades del mundo. Fue así como un viajero que viajaba con su barrio a cuestas. 0 como esos árboles transplantados que sólo dan fruto si llevan adheridas a sus raíces la tierra en que nacieron y crecieron." 

A partir del encuentro con Pío Collivadino, su vida comenzó a cambiar. Quinquela lo conoció por intermedio de Facio Hebequer, pintando en el muelle de la Boca. Su pintura impactó fuertemente en el Director de la Academia de Bellas Artes quien afirmó: "Usted puede ser el pintor de la Boca y su puerto. Aquí hay ambiente, carácter, fuerza. Y además una personalidad original, un modo distinto de ver y de pintar." 

Desde ese momento Pio Collivadino envió a su secretario, Eduardo Talladrid, para que le organizara sus futuras exposiciones. Podríamos decir que Eduardo Talladrid, fue el verdadero promotor del arte de Quinquela. Lo asesoró en cuanto a la dimensión de sus obras sugiriéndole que éstas fueran de gran tamaño. Así fue, como el 4 de noviembre de 1918, expuso por primera vez en la Galería Witcomb. Desde entonces su ascenso fue continuo. Al año siguiente, realizó una exposición en el Jockey Club, organizada por las Damas de Beneficencia de Buenos Aires. En ésta ocurrió un hecho muy particular. Se repartieron dos clases de invitaciones, unas dirigidas hacia lo más encumbrado de la sociedad porteña y otras hacia los obreros y artistas de la Boca. Esta diferencia de clases tan marcada, se vio reflejada en el público que asistió ese día: la aristocracia y el pueblo se encontraron a través del arte de Quinquela.

En 1920 expuso en el Salón Witcomb de Mar del Plata, en esa oportunidad la prensa hizo mención de la llegada en avión de un pintor argentino. Fue en esta ocasión cuando, el nombre de Benito Quinquela Martín, apareció por primera vez en un catálogo.

En ese mismo año comenzaron los preparativos para su primer viaje al exterior. Eduardo Talladrid, fue designado por la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, como representante de esta Sociedad en Río de Janeiro. Se inició así un intercambio artístico entre Brasil y la Argentina que se inauguró con una exposición de Quinquela, en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Asistió en dicha ocasión, el presidente de Brasil Dr. Epitacio Pessoa.

Sus viajes al exterior recién comenzaban. En 1922 partió para España en el vapor Infanta Isabel como canciller del Consulado argentino en Madrid, cargo que le fue otorgado por el presidente Marcelo T. De Alvear.

El 12 de abril de 1923, se inauguró su exposición en los Salones del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Entre los más ilustres invitados se encontraron la Infanta Isabel, el duque de Almenara Alta y representando a su majestad el rey Alfonso XIII, el marqués de Torrecillas. También asistieron el embajador argentino Dr. Carlos de Estrada y lo más distinguidos del ambiente intelectual español.

El Museo de Arte Moderno de Madrid, adquirió dos de sus cuadros: Buque en reparación y Efecto de Sol, el Círculo de Bellas Artes compró otros dos y el resto de su obra fue vendida a galerías y coleccionistas particulares.

En España permaneció por espacio de un año, durante ese tiempo se vinculó con el ambiente cultural español; conoció a Santiago Ramón y Cajal, Jacinto Benavente y a los pintores Julio Romero de Torres e Ignacio Zuloaga. "El gato negro" fue una de las peñas de los cafés madrileños a la que Quinquela Martín concurrió con mayor asiduidad.

A su regreso de España compró la casa para sus padres adoptivos. "Además de seguir trabajando compré la casa de Magallanes 887, donde mis viejos seguían atendiendo su carbonería que por entonces estaba en estado de quiebra. Cerré la carbonería y regalé la casa a mis padres adoptivos. La compra la hice con el dinero que gané en España. Aquella casa era un regalo que España me había hecho a mí, y que yo transferí a mis viejos." 

Antes de partir con destino a otro país, Quinquela se instaló en su estudio por espacio de un año a preparar su próxima exposición.

En noviembre de 1925, a bordo del Vapor Massillia, partió rumbo a Francia. En París, expuso en las Salas Charpentier, donde asistió gran cantidad de público. El Museo de Luxemburgo adquirió Tormenta en el astillero. Muchos compatriotas que se encontraban en París, le compraron varias de sus obras.

Al final de la Exposición Quinquela fue homenajeado y ante todos los presentes ofreció un discurso donde remarcó, su agradecimiento al presidente de la Nación Argentina. "Mi viaje a Francia se debe al presidente Alvear, que simpatizó con mi obra y quiso que la presentara al juicio de París." 

Quinquela había establecido muy buena relación con el presidente Marcelo T. de Alvear y su esposa, doña Regina Paccini quienes solían visitar su taller y eran grandes admiradores de su obra. En una oportunidad Quinquela donó dos murales para la Casa del Teatro, institución construida por iniciativa de la señora de Alvear.

Al regreso de París, se embarcó a fines de 1927 a bordo del vapor American Legión, con destino a New York. Alli expuso en los salones de la Anderson Galleries. El señor Havemeyer, compró dos obras: Día de Sol y Día Gris en la Boca, que más tarde donó al Metropolitan Museum de New York, y el resto de su obra fue adquirida por coleccionistas particulares.

Durante su estancia en New York se vinculó con la escultora y dueña de una galería de arte, Georgette Blandi quien siguiendo la costumbre norteamericana de apadrinar exposiciones, auspició su exposición en esta ciudad. "Me quedó el recuerdo de una de las mujeres más interesantes, inteligentes y bondadosas que conocí a lo largo de mis viajes por el mundo."

En New York permaneció unos meses y, al final de esa estadía, recibió una invitación de Conde Ribero, director del Diario de la Marina de la Habana, quién deseaba que Quinquela expusiera en su país. Respondiendo a esta invitación expuso en los salones del diario, cuyo director adquirió uno de sus cuadros.

En 1929, viajó a Italia, a bordo del Vapor Comte Verde. Expuso en el Palazzo delle Exposizione, la embajada argentina en Roma le dio el auspicio y el embajador, dr. Fernando Peréz, actuó de padrino de la muestra. Su majestad, el rey Víctor Manuel III, visitó la exposición y Benito Mussolini, impactado por sus obras, lo declara: Le! e 11 mio pittore.

Vendió varias obras, en el Museo de Arte Moderno de Roma quedó la pintura Momento Violeta, elegido en su oportunidad por el Duce.

En 1930, preparó su última exposición al exterior, está vez fue con destino a Inglaterra a bordo del Vapor Arlanza. En Londres expuso en la Galería Burligthon. Entre los museos que adquirieron los cuadros de Quinquela figuran: Museo de Arte de Londres, cuyas obras fueron donadas por Mr. Duvin, Museos de Birmingham, Sheffierd, Swansea, Hardiff, Nueva Zelandia y el del Palacio de Saint ]ames, perteneciente al príncipe de Gales. El cuadro que allí se encuentra se llama Puente de la Boca y fue un regalo oficial que le hiciera el presidente Alvear a Eduardo de Windsor, cuando éste visitó la Argentina.

Este fue el último viaje que realizó Quinquela Martín. Fue invitado a exponer en Japón y Alemania pero desistió de dichas invitaciones. Sólo siguió exponiendo en distintos lugares de nuestro país. Atrás quedaron aquellos tiempos en que un pintor molestaba pintando en el muelle de la Boca. "Hoy hay un clima artístico en la Boca, y el pueblo siente por el arte una admiración y un respeto que no son inferiores a su entusiasmo por el fútboll."

En su recorrido por las distintas capitales europeas, Quinquela conoció las más ilustres personalidades. En todos los países que visitó la crítica fue muy elogiosa con sus obras y cada exposición estuvo acompañada de una gran cantidad de público. Fue agasajado en los lugares donde estuvo y rechazó todo tipo de condecoraciones. En Italia quisieron condecorarlo como "Cavallero Oficiale", en París propusieron integrarlo a la Legión de Honor, y en España, denominarlo como el "Primer Pintor Argentino" en el Museo de Arte Moderno de Madrid. "Yo me sentía ante todo pintor de la Boca, y por mi sensibilidad de artista de barrio y mi condición de carbonero del puerto no me consideraba preparado para aceptar tales homenajes."

Quinquela ha dejado muestras de su arte en todos los museos y galerías más importantes del mundo. A través de su producción plástica supo mostrar la identidad de su barrio, al cual siempre volvió y se encuentra intimamente ligado. "Habrá de disculpárseme, pues, si un amor y una convivencia que ya duran medio siglo, me llevaron algunas veces a embellecer las cosas y los seres de un barrio. Esa adhesión y ese sentido me conquistaron el título de pintor de la Boca, que es el único a que aspiro y el que me corresponde en realidad."

 

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