LOS MATEOS PORTEÑOS SE RESISTEN A MORIR- 10/04/2010 A PASEAR


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Publicado por
@JONES

07/03/2010#N30814

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Sólo quedan ocho coches y están distribuidos en dos paradas de Palermo, frente al Jardín Zoológico




  • Nacieron en el siglo XIX, a imitación de los breaks europeos



  • Se llaman así por una obra de Armando Discépolo



  • Constituyen una especie en vías de extinción





Los mateos porteños se resisten a morir

 

Enamorados, turistas, chicos con sus abuelos, novios y nostálgicos locales o extranjeros son los ocupantes de los tradicionales mateos Foto: Maxi Amena


 


Si decimos que en 1910, en pleno esplendor, había casi 4700 mateos y ahora quedan ocho y que además circulan en un solo lugar de la ciudad, significa que prácticamente se extinguieron.


La primera adversidad fue la llegada del tranvía, en 1870, y la segunda, la de los colectivos, en 1922. Casi simultáneos con unos exterminadores más fashion, los Ford T y los A, por los que hubo furor en Buenos Aires. El mazazo definitivo: en 1960, cuando se prohibió la tracción a sangre en el radio urbano. Habían debutado en las calles porteñas un siglo atrás, con versiones que imitaban el original modelo europeo, nacido en alguna ciudad nunca bien determinada: Londres, París, Roma, Madrid, quizá Berlín, Amsterdam o Budapest.


Con características particulares, pero idéntica prestación, se los llamó calesa, fiacre, carroza, carruaje, cupé, galera, volanta, cabriolé, break, victoria. Coches de punto, en España, y después, Simón, por Simón González, pionero en el oficio según licencia del mismísimo Fernando VI.


Aquí, coches de plaza, porque tenían su parada principalmente en Plaza de Mayo y Constitución, Lorea o Miserere, y esquinas céntricas, terminales de trenes y zonas portuarias. Desde 1923, la denominación que quedó fue mateo, por el título de la obra de Armando Discépolo, estrenada ese año. Mateo, recordemos, no era el cochero, sino el nombre del matungo flaco y desvencijado. Los mateos inspiraron varios tangos. Por ejemplo, "Mateo", de Enrique Lomuto; "Viejo coche" , de Celedonio Flores, y "Viejo cochero", de Horacio Sanguinetti. También se menciona uno en el estupendo vals peruano de Margarita Durán, "Amarraditos".


En 1866 se dictó la ordenanza municipal que regulaba la actividad. El paso del tiempo tornó exóticos sus artículos. El 6° exigía "llevar faroles encendidos en las noches que no fueran de luna llena o en las que ésta no alumbrase". Y el 12°, "el pasajero queda obligado a pagar el precio convenido (...), a menos que el carruaje ofreciera peligro por sus características o por la inhabilidad del conductor".


Aquí tuvieron que ver con dos hechos trágicos. El 1° de julio de 1896, a las 22, Leandro N. Alem abordó el coche 1558 en Rodríguez Peña y Cuyo (hoy, Sarmiento) indicando como destino el Club del Progreso. A las dos cuadras se disparó un tiro en la cabeza. El conductor, Martín Suárez, no lo había escuchado y al darse vuelta, frente al club, alcanzó a decir: "Doctor, ya lleg...". El otro, el atentado que el 15 de noviembre de 1909 perpetró el anarquista Simón Radowitzky contra el jefe de la Policía Federal, Ramón L. Falcón. La bomba que arrojó al coche lo mató instantáneamente, junto con su secretario, Alberto Lartigau.


Por disposición municipal, los mateos tienen sólo dos paradas: Sarmiento, en su cruce con Avenida del Libertador y con Las Heras, frente al Jardín Zoológico. "Apenas quedamos ocho", dice Pascual Galati, de 54 años, tirando de las riendas de Varón. Nos ha invitado gentilmente a dar una vuelta por los bosques de Palermo. Ese es el "oficio de la familia", de su abuelo y de Esteban, su padre, hasta los 82 frente al pescante. "Tomará la posta mi hijo Miguel Angel."


Está todos los días en Avenida del Libertador y Sarmiento, de 11 a 19, salvo cuando llueve y queda "guardado" en el único corralón de la ciudad, en Castillo 1471, Palermo, que le pertenece. Cuando era chico, recuerda, un corralón de una manzana en Constitución alojaba hasta 100 carruajes y otros tantos caballos.


Dice que las cosas no andan bien. A la malaria se suma el miedo de la gente hasta a dar un paseo en mateo. La clientela casi excluyente son los turistas, los cumpleaños de 15, las parejas de novios y el abuelo con los nietos.


Dice que apareció en "Crónica de un niño solo" , de Leonardo Favio. Galati canturrea con buena voz los versos de "Viejo cochero". El silencio que sigue amplifica el golpeteo rítmico de las herraduras sobre el pavimento. E instala, al menos por segundos, otros tiempos, otras voces, otros ámbitos.


Por Willy G. Bouillon

De la Redacción de LA NACION


 

Comentarios

@JONES

07/03/2010

El Sábado
de abril, convoco a un paseo por Palermo en Mateo, y cerrando el mismo un Recorrido por los jardines Historicos..... Cupos Limitados, reservas con seña.... besos a tutis
 

@OJOSVERDES

07/03/2010



uh que linda propuesta, anita!!!