El virus de la no correspondencia


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@SALU

13/05/2009#N26498

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El virus de la no correspondencia

Se desatan conjeturas sobre la no correspondencia en el ámbito del amor, afectando el narcisismo de quién no tiene a quién desea: frustraciones, ambiciones truncadas, la falta de tolerancia al rechazo y la no resignación sobre la pérdida.

Entonces, nos preguntamos: ¿Por qué la persona que elijo para amar no me corresponde? 
Nos equivocamos en la elección y elegimos erróneamente a quien no autoriza ser amado por uno. Digamos que es una manera de castigarnos, de someternos a la voluntad del otro/a, a esperar el consentimiento, a otorgar el inmenso poder del "sí" a quien debe decidir si contempla la posibilidad de incluirnos dentro de su vida, con participación activa en la misma.  Divagan las dudas y se encrudece el amor.

Se sufre esperando una aprobación o un sentimiento de devolución. La bien conocida reciprocidad: elegir a quien esta enamorado de otra persona porque simplemente la dificultad de tenerlo/a, la prohibición de alcanzarlo/a, la idealización sobre lo que nunca será resulta ser un objetivo atractivo por el  real desafío que implica.

¿Por qué me autoflagelo sufriendo por alguien que no me tiene en cuenta? 
Se pierde la necesidad de encontrarle un sentido y prima la necesidad de saberse rechazado, porque en la medida que soy rechazado soy menos querible y de alguna manera respondo al rechazo.

Esos amores inexplicables: el amor hacia alguien que está ya sea comprometido con otro/a, hombres casados que enamoran mujeres sin compromiso, mujeres casadas que enamoran hombres sin compromiso y todas sus variantes.

Los imposibles pero sugestivos por lo inaccesible, casi inimputables, ya que sólo es seducido quién facilita la seducción; mujeres que se declaran enamoradas de hombres que nunca van a tener a su lado; hombres que se enamoran de esas mujeres que están enamoradas de otros hombres; la rivalidad y la competencia viril tácita y la competencia existente de hembra a hembra porque ser elegida por ese hombre que tiene a otra mujer a su lado implica ser más bella, más poderosa, más fálica, y recuperar el falo, para obviar el complejo de castración tan bien descriipt o por Freud.
 
El virus de la no correspondencia no selecciona clases, ni género: atañe a hombres y mujeres, en cualquier etapa evolutiva. La decepción, la depresión post rechazo, la ignorancia adaptada a todas las generaciones y culturas que derrumba la confianza y la legitimidad en las consignas del amor verdadero.

Este virus, que ataca sin preaviso, deja muertes impensables, muertes espirituales. Arrastra la honestidad con uno mismo y la vuelve insuperable, porque sí pudiéramos ser honestos con nosotros mismos, ¿de qué nos sirve estar detrás de un amor que no es recíproco?
 
Las fábulas y los cuentos siempre han tenido un magnetismo especial, pero en cierta etapa de la vida es necesario aferrarse a lo cierto, no a lo incierto, ni a lo que  implica variables destinadas al fracaso, evitar fracasos y aferrarse a realidades tangibles no oponibles, a realidades concretas, no a cuestiones ficticias individualistas.

Será que existe una necesidad imperiosa de descubrir la vitalidad a partir del sufrimiento por amor, sentir que por las venas corre sangre, esa sangre que acelera el recorrido cuando impulsada por la adrenalina que motiva la angustia, late estrepitosamente hasta sucumbir en un estado emocional que provoca la pérdida de control orgánica.

La contaminación de este virus ha sido trágica. Cada vez aparecen más casos de infortunados por la no correspondencia en el amor. Trasciende a pasos agigantados sin poder ejercer el control, sin vacuna contra esto. El sufrimiento de poetas que han encontrado en este padecimiento la palabra consuelo, la expresión de sus almas y la manera de darle figura a su sentir, ya hablan del devenir desde la historia de este virus que hoy encontró mayores portavoces que antaño o por lo menos es más declarado.
 
Suelo escuchar defraudaciones amorosas por malas elecciones, elegir a quien no merece ser elegido, entrega incondicional hacia quien no tiene el menor registro de lo que recibe o le entregan, vidas arruinadas, vidas destrozadas, corazones marchitos en el sendero de una ilusión sin posibilidades de expansión, la ilusión concreta de enamorar al desenamorado, incursionando en la pulsión tanática de la que hablaba Freud que pugna irremediablemente por salir e impedir el placer, porque de alguna manera mientras busquemos aquellas situaciones imposibles o asociemos para darle cabida a lo que no será fácil lograr seremos consortes de esta pulsión tánatica que amenaza nuestra buena vida.
 
Que forma de actuar agresiva, sugestiva y traicionera con respecto a la pérdida del respeto de lo que debiera ser respetado a rajatabla como es la propia autoestima.

La falta de coincidencia, la no legitimidad, la falta de honestidad al estar por estar, al que darse por lastima, por obligación, o culpa quizás donde no prima sentimiento alguno, donde obra la indiferencia amorosa.

Qué malgasto de energía para tener lo que nunca se tendrá, lo que nunca se
encenderá y es la llama del amor, porque la falta de amor enciende el misterio de lo no conocido, lo infranqueable, lo prohibido, lo inalcanzable, volviéndose mucho más potente en la medida que no puede ser, en el dominio del no , porque incomprendida y caprichosa mente eso que no es para uno, casualmente es lo que uno quiere para remontar viejos rechazos y abandonos infantiles dándoles otro final diferente, y  cambiar la historia traumática, que han padecido desde el nacimiento y reivindicarse, amigándose  con esas faltas que se cargan por siempre. 

Éste artículo pretende hacer hincapié a una  realidad social actual, al virus que desde hace un tiempo contamina hogares, frustra, ataca y enferma. Es el virus de la  época que atenta contra el peor de los males que se podría presentar: el  fin del amor.
 
Nadie ha dado cuenta aún  de la existencia de este virus contaminador, de una secuencia gradual, que cada vez se intensifica más, que es devastador, que se extiende y propaga  voluptuosamente, que degenera, un virus que contamina sociedades enteras y es portador de una voz que direcciona hacia un sentido, el de la infelicidad, poniendo  cuerpo y alma para que así sea.               
 
sandramutch2003@yahoo.com.ar
Sandra Lustgarten
Psicóloga y sexóloga

 

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