RAÍCES Y ALAS

Hay quien dice (entre ellos el Dalai Lama), que si uno vive pensando en el futuro se pierde el disfrute del presente.

 

Punto de vista que no comparto en cierto modo, pero con el que tampoco disiento demasiado.

 

¿Quién puede indicar a cada persona de qué modo vivir? Eso nace del libre albedrío, de las elecciones personales y privativas de cada uno, del derecho que tenemos a decidir caminos, rumbos … y a veces atajos. De elegir dónde está nuestro Norte, y emprender la marcha hacia ese horizonte que queremos.

 

Considero, tras el paso de los años, que es sumamente correcto vivir y gozar del presente de cada día; pero también es acertado vivir y gozar, quizás anticipadamente, del futuro. ¿Cómo se logra esto último? ¿Ampliando quizás las expectativas echando mano a proyectos y planes con vistas al mañana? ¿Convencerse de que ese soñado mañana es la vida que viviremos desde ahora y hasta que nuestro corazón deje de latir?

 

Si todas nuestras energías las consumimos en el presente, nos estamos cerrando, inconscientemente, a infinitas posibilidades de trascender nuestras ilusiones, nuestros sueños. Ese constante ejercicio mental de construir ese mundo cuasi perfecto en el que quisiéramos estar, donde la posibilidad de ser felices sea una esperanza viva que late con su propia fuerza.

 

¿Y qué hay del ayer? Nuestro pasado, que viene repleto de globos de colores y de mochilas de variados pesos. Es por él que somos como somos, que soñamos lo que soñamos, que tenemos lo que tenemos, ya sea porque fuimos a su encuentro o nos encontró, ¿qué más da?, si es inmodificable, inmutable, irreversible, porque forma parte de nosotros porque es tiempo vivido, gozosa o dolorosamente, y que no se volverá a repetir.

 

Y fue en el pasado donde nos atrevimos a soñar con un futuro que finalmente llegó, igual o distinto a lo que imaginábamos, y por el que hicimos esfuerzos y acciones para concretarlo. También tratando de que esos sueños fuesen realidades invertimos energía y tiempo robados al presente de cada día.

 

Por eso, nuestra esencia, la de todos y no la de algunos en particular, se basa en la vida del presente con aprendizajes nacidos de experiencias pasadas, sin olvidar las proyecciones a futuro, a las que queremos despegar y aislar del ayer. Renovarlas para no repetir viejos errores. Las posibilidades de equivocarnos siempre están latentes … y es lógico que así sea. Ninguno de nosotros es perfecto (afortunadamente)… tan sólo perfectible. Y eso si se lo propone, obviamente.

 

Nunca debemos olvidar que para vivir con intensidad, es imprescindible recordar que tenemos raíces… y que también tenemos alas. A veces sin plumas, otras sin fuerzas, pero las tenemos y, en algún momento, las extenderemos buscando… ¿trascender?

Sara Becker

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