CUANDO AMAR ES UTOPÍA

El amor es un sentimiento que nace solo, se dirige hacia alguien, y no necesita explicaciones o motivos.

Cuando el ser amado es inalcanzable por diferentes razones, el amor persiste, pero se convierte en utopía. En una ensoñación que por más placentera que sea no deja de ser sueño.

Y ese soñar con los ojos abiertos, la imaginación desbocada al parpadear y el temblor al evocar, son claras señales del enamoramiento. Pero cuando está tan firmemente arraigado el sentido de la realidad, que indica que nada ha de ocurrir, que no puede ser porque las condiciones no están dadas, la utopía es ese algo intangible que proporciona felicidad, al decir de una amiga mía. Felicidad etérea, que flota y no se posa, que hace guiños cómplices en cada esquina, que arranca una sonrisa aunque el ceño esté fruncido.

Reflexiones que hago conscientemente, con la sospecha siempre a flor de piel de que estoy idealizando. Precisamente, porque no puede ser, porque no debe ser, porque las cartas están echadas, porque cuando la posibilidad, efímera pero real estuvo al alcance de mi mano, la dejé pasar.

Hoy, con más años, con más aguas que corrieron bajo mi puente, comprendo que hice una mala elección. Me equivoqué. Me aparté. Lo aparté. Pero como niña juguetona, no dejo de tirar del hilo invisible que nos une. Para acercarnos un poco. Para no perdernos del todo.

Y pese a la tristeza de ese pasado equivocado, queda dentro mío esa dulce sensación de que si es cierto que el amor todo lo puede, no me dejaré invadir por la frustración.

Amar a la distancia y a pesar de ella. Con los pies sobre la tierra. Con el alma liberada. Extendiendo esas alas escondidas que aún tengo plegadas.

 

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