Cómo estar ENAMORADO y no ser DESPEDIDO en el intento
Publicado por
@OLIVOSCITY
Cómo estar ENAMORADO y no ser DESPEDIDO en el intento.
Recorren juntos el trayecto desde su casa, pero metros antes de llegar, Lucía baja del coche y entra sola al edificio corporativo. En el ascensor no cruzan sus miradas. Lucía desciende en el cuarto piso, donde funciona el departamento de Marketing, Herman continua hasta el séptimo, el bunker de finanzas. Al mediodía en el comedor, desde mesas cercanas, escuchan disimuladamente las conversaciones del otro sin esbozar ni siquiera una sonrisa.
Por la tarde, la reunión de control de gestión: Lucía presenta la evolución del producto que ella gerencia. Herman, hace las preguntas, aunque esta vez no tan punzantes, profundas y agresivas como este TITAN de las finanzas acostumbra.
Fin de jornada. La ¨indiferencia¨ del día, en la intimidad, se vuelve pasión.
Son muchos los que encuentran el verdadero amor (o alguna aventura pasajera) en el ámbito laboral. Según una investigación de la consultora Vault, una de cada dos personas vivió algún romance con un compañero de trabajo. En un caso de cada cuatro, la aventura terminó en el altar.
A primera vista, todo haría suponer que el amor no encuentra barreras y que es un atajo seguro hacia la felicidad. Bill Gates, por ejemplo, conoció a su esposa Melinda en las oficinas de Microsoft, y Melinda encontró a Microsoft, en las oficinas de Bill.
Pero no siempre se puede escribir una historia rosa y con final feliz en el tema del amor dentro de las organizaciones. El otro Bill, después de su promocionada experiencia en el salón oval, pasó momentos de zozobra. Otro caso: Harry Stonecipher, ex CEO de Boeing, que en el 2005 fue despedido por su romance con una ejecutiva de la empresa. En efecto, el amor a veces duele.
Hipocresía, mucha hipocresía. Como en tantos otros temas del mundo corporativo.
Los detractores del amor (en el ámbito laboral) dirán que se trata de un cóctel explosivo.
Cuando se da entre un jefe y un subalterno, los rumores y las sospechas de favoritismo enrarecen el clima laboral. La ruptura de la relación, agregarán, afecta a la performance de los equipos de trabajo. Dos personas de un mismo equipo que terminaron mal. Ni siquiera se dirigen la palabra. ¿Cómo pueden seguir trabajando juntos?
Para lidiar con el fenómeno, algunas corporaciones han incorporado la cuestión en su código de ética.
Según una encuesta del 2003 de la American Management Association, sólo una de cada ocho compañías contaban con una ¨política de parejas¨ escrita. La mayoría se guía por una serie de reglas informales. Un 92% prohíbe los romances entre jefe y subordinado, y un 11% prohíbe las relaciones entre empleados de igual jerarquía.
Sin embargo, más allá de la existencia de una política para los romances de oficina, cuando hubo un romance, el 97% de las empresas encuestadas no tomó ninguna medida oficial. El 3% restante se distribuye entre la transferencia de uno de los empleados y una advertencia a los implicados sobre lo inconveniente de su conducta.
Buen tema para un culebrón. Pero, ¿dónde queda en estas apasionantes historias el derecho a la intimidad? ¿Qué hay de la privacidad de las personas?
Los privilegios, las preferencias y el trato discrecional en el mundo de las empresas, están determinados por diversas razones, objetivas y subjetivas. Sería imposible regular cada una de ellas. En todo caso son las propias organizaciones las que deben instrumentar mecanismos para contrarrestar situaciones de privilegio cuando estos sucedan y no antes, cualquiera sea su origen. Yendo más lejos, que nuestro TITAN de las finanzas, Herman, haya sido complaciente con su amada Lucía, no quiere decir que todos los titanes lo vayan a ser.
Los prejuicios no siempre son amigos de la realidad.
Recorren juntos el trayecto desde su casa, pero metros antes de llegar, Lucía baja del coche y entra sola al edificio corporativo. En el ascensor no cruzan sus miradas. Lucía desciende en el cuarto piso, donde funciona el departamento de Marketing, Herman continua hasta el séptimo, el bunker de finanzas. Al mediodía en el comedor, desde mesas cercanas, escuchan disimuladamente las conversaciones del otro sin esbozar ni siquiera una sonrisa.
Por la tarde, la reunión de control de gestión: Lucía presenta la evolución del producto que ella gerencia. Herman, hace las preguntas, aunque esta vez no tan punzantes, profundas y agresivas como este TITAN de las finanzas acostumbra.
Fin de jornada. La ¨indiferencia¨ del día, en la intimidad, se vuelve pasión.
Son muchos los que encuentran el verdadero amor (o alguna aventura pasajera) en el ámbito laboral. Según una investigación de la consultora Vault, una de cada dos personas vivió algún romance con un compañero de trabajo. En un caso de cada cuatro, la aventura terminó en el altar.
A primera vista, todo haría suponer que el amor no encuentra barreras y que es un atajo seguro hacia la felicidad. Bill Gates, por ejemplo, conoció a su esposa Melinda en las oficinas de Microsoft, y Melinda encontró a Microsoft, en las oficinas de Bill.
Pero no siempre se puede escribir una historia rosa y con final feliz en el tema del amor dentro de las organizaciones. El otro Bill, después de su promocionada experiencia en el salón oval, pasó momentos de zozobra. Otro caso: Harry Stonecipher, ex CEO de Boeing, que en el 2005 fue despedido por su romance con una ejecutiva de la empresa. En efecto, el amor a veces duele.
Hipocresía, mucha hipocresía. Como en tantos otros temas del mundo corporativo.
Los detractores del amor (en el ámbito laboral) dirán que se trata de un cóctel explosivo.
Cuando se da entre un jefe y un subalterno, los rumores y las sospechas de favoritismo enrarecen el clima laboral. La ruptura de la relación, agregarán, afecta a la performance de los equipos de trabajo. Dos personas de un mismo equipo que terminaron mal. Ni siquiera se dirigen la palabra. ¿Cómo pueden seguir trabajando juntos?
Para lidiar con el fenómeno, algunas corporaciones han incorporado la cuestión en su código de ética.
Según una encuesta del 2003 de la American Management Association, sólo una de cada ocho compañías contaban con una ¨política de parejas¨ escrita. La mayoría se guía por una serie de reglas informales. Un 92% prohíbe los romances entre jefe y subordinado, y un 11% prohíbe las relaciones entre empleados de igual jerarquía.
Sin embargo, más allá de la existencia de una política para los romances de oficina, cuando hubo un romance, el 97% de las empresas encuestadas no tomó ninguna medida oficial. El 3% restante se distribuye entre la transferencia de uno de los empleados y una advertencia a los implicados sobre lo inconveniente de su conducta.
Buen tema para un culebrón. Pero, ¿dónde queda en estas apasionantes historias el derecho a la intimidad? ¿Qué hay de la privacidad de las personas?
Los privilegios, las preferencias y el trato discrecional en el mundo de las empresas, están determinados por diversas razones, objetivas y subjetivas. Sería imposible regular cada una de ellas. En todo caso son las propias organizaciones las que deben instrumentar mecanismos para contrarrestar situaciones de privilegio cuando estos sucedan y no antes, cualquiera sea su origen. Yendo más lejos, que nuestro TITAN de las finanzas, Herman, haya sido complaciente con su amada Lucía, no quiere decir que todos los titanes lo vayan a ser.
Los prejuicios no siempre son amigos de la realidad.
Comentarios
@OJOSVERDES
30/11/2006
olivos, mejor cargue el autor antes que lo descuarticen, juaaaaaaa
@MABE
30/11/2006
"A primera vista, todo haría suponer que el amor no encuentra barreras y que es un atajo seguro hacia la felicidad. Bill Gates, por ejemplo, conoció a su esposa Melinda en las oficinas de Microsoft, y Melinda encontró a Microsoft, en las oficinas de Bill."
¡¡¡Maravilloso!!!
Besooos
Mabel
@OLIVOSCITY
01/12/2006
El autor. el autor!!!
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