HISTORIAS KAPRIKORNIANAS (1)

Escrito por
@KAPRIKORNIO

22/05/2002#N884

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El amor en blanco y sepia.


Vuelvo a la vieja casona de San Isidro que se levanta sobre el inmenso predio de la calle Centenera, a unas pocas cuadras del río. El aire fresco y húmedo del amanecer me envuelve y transporta en el tiempo. De pie frente al viejo y, en partes, oxidado portón de hierro no puedo evitar elevar la mirada hacia la copa de los árboles. Allí la vida está representada en el trinar de los pájaros que saludan al nuevo día. Criaturas indiferentes a los acontecimientos puramente humanos y perpetuos e imprescindibles actores en este pedazo de paraíso perdido.
Una brisa muy suave sacude levemente las copas de estos árboles para despertar a los más dormilones. Veo la maravillosa armonía en este acto de la naturaleza y quedo atrapado por un instante en este mundo. Me elevo y me impregno de esta paz. ¿Por cuánto tiempo la he buscado?... realmente no sé, pero hace bastante. Sí, bastante.
Vuelvo a “La Esperanza”, ¿después de cuánto tiempo?...
Busco en mi bolsillo la llave que me permita abrir el vetusto portón, pienso y no recuerdo quién me la dio. Sé que no es lo importante. Recuerdo, eso sí, que me dijo que te aguarde en “La Esperanza”, en este día, y por eso estoy aquí.
El arco superior de la entrada guarda dos figuras angelicales de manos entrelazadas y rostros risueños. Pienso que el hierro no es un noble material para representar ángeles. El mármol sí, pero esa es mi opinión y no pretendo que alguien la comparta.
Ingreso al predio y no puedo dejar de maravillarme con la majestuosa gama de infinitos colores y aromas. Cierro los ojos y percibiéndolos, los traduzco en música para el alma.
Me deslizo hasta la antigua glorieta de mármol amarillento, entretejida de madreselvas y glicinias y rodeada de los rojos y blancos rosales. Más allá los azules violáceos de las vincas, el amarillo de los narcisos y de los lirios y como fondo el verde tan particular del césped. Todo esto preñado de rocío.
A medida que el sol va levantándose por el río afloran mis recuerdos. Así, poco a poco, y a pesar del ambiente multicolor, recuerdo mi amor por vos. Mi amor en blanco y sepia. Sí, como esas fotos antiguas, ajadas y de ángulos recortados. Pero mi amor está intacto, lo compruebo al rescatarlo de la cámara secreta de mi corazón, y ¿sabes qué?, no tiene nada de malo que lo guarde en blanco y sepia. Fue grabado así en mi ser, en esos colores. Como en esas fotos que atesoro.
Vamos, no es necesario que lo afirme, los colores siempre existieron... como el banco junto al rosal, como la glorieta, como los versos y los poemas que me ayudaron a ganarme tu corazón y aquella vieja canción con la cual te robé el primer beso.
Aquí todo es real, como lo son los rayos de este sol que se cuelan entre las hojas de los árboles y desatan un magnífico juego de luces y sombras sobre el parque y el frente de la casona.
Cuando llegues te diré que pasé mucho tiempo aprendiendo a sentir de una manera distinta, más pura, más cristalina. Hoy puedo decir que estoy listo y esperando volverte a ver. Yo sé que en cualquier momento vas a entrar por ese portón, radiante y pura, diáfana como la brisa misma, transportada en luz por los mismos rayos que ahora me bañan. Sí, yo sé que así será. Porque fuiste mi compañera y cuando partí (deberé pedirte disculpas por haberlo hecho tan pronto), me guardaste en un rincón de tu corazón y en toda tu alma. Por eso aquí te estoy esperando, en este pedazo de paraíso perdido, en esta especie de frontera entre el cielo y la tierra y con mi amor en blanco y sepia, tal como lo siento.
Es verdad, el tiempo ha transcurrido. El de las agujas del reloj, no el nuestro. Es sabido que todo lo material tiene un principio y un final y también sé que alguien te está llorando en este momento porque te vas, y no es tan cierto...
Ya te veo, tú llegas, y mientras vas llegando yo te digo que en este tiempo sin tiempo la esperanza no es lo último que se pierde, sino lo primero que se gana.
Mientras te sientas a mi lado y te embriagas de colores y aromas y te envuelve la dulce melodía te cuento lo mucho que te he extrañado y te recuerdo que fue en este mismo banco cuando tomé tu mano, como ahora, y fue la primera vez que nos elevamos por encima de las copas de estos mismos árboles y volamos en alas del amor.
Hoy quiero enseñarte a sentir de otro modo. Uno más puro y sublime. Quiero enseñarte a sentir el AMOR, así, con mayúsculas. Y quiero pedirte que volemos nuevamente en alas de ese nuevo AMOR, pero más adelante, cuando caiga el sol, en su último rayo del día. Mientras tanto hay una vida que contarnos. Por lo pronto bienvenida a “La Esperanza”, bienvenida a un nuevo mundo, mi eterno amor.

kaprikornio

 

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