AL FIN ME AVIVÉ


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Publicado por
@LILIANABRUJI

21/09/2017#N64333

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Este es un relato de la escritora Victoria Nasisi..... muy fuerte.... muy real... y que merece ser compartido.... Espero les guste...

Al fin me avivé, che. Hay y hay. Hay casas de ropa para mí y hay casa de ropa para ella. Hay restaurantes para mí y hay restaurantes para ella. Hay peluquerías para mí y hay peluquerías para ella. Y claro, hay doctores para mí y hay doctores para ella.
Ella es la señora Gabriela. Es abogada. Vive en un piso amplio y luminoso en Recoleta con un esposo que se llama Jorge y que trabaja como ingeniero. Se desliza por la ciudad con sus tacos altísimos y sus trajes sastre, cabalgando su propio auto o tras las ventanillas opacas de un taxi reluciente. Todos los jueves cena en una casa de sushi, todos los fines de semana descansa en su casa del country, una vez por mes se tiñe y recorta el cabello y una vez al año pasea por Europa. No tienen hijos porque decidieron que sus vidas eran completas sin ellos. Así que Gabriela, cada seis meses, visita a su ginecólogo –que la atiende en su lujoso consultorio- y luego de revisarla con suavidad y decoro, le da la receta para sus pastillas anticonceptivas. 
Yo soy Berta. La chica que limpia en el piso de la señora Gabriela. Vivo en Plátanos, en un barrio de casitas todas iguales, con un esposo que también se llama Jorge pero que es más joven y trabaja como albañil. Viajo todos los días hacia mi trabajo, el primer tramo en un tren atestado y apestoso; el segundo en el 67 que me deja a tres cuadras de mi destino. Todos los jueves miramos el programa de la rubia esa que sortea un auto entre los participantes y cruzamos los dedos así hacemos fuerza para ganarlo, todos los fines de semana nos sentamos en el tapial blanco que se levanta entre el cuadrado de pasto que tenemos delante de nuestra casita y la vereda y tomamos mates con las vecinas y una vez al año armamos la pelopincho en el fondo para disfrutar de una semana de vacaciones. No tenemos hijos porque nos da miedo quedarnos sin trabajo y no tener plata para darles de comer y comprarles ropa. Así que hace un tiempo fui al hospital a ver a un médico para que me de las mismas pastillas que toma la señora Gabriela. No pude disfrutar de un consultorio lujoso, ni esperar sentada siquiera. Éramos muchas las mujeres que necesitábamos verlo y las sillas no alcanzaban. Y el doctor, que lucía cansado y con un guardapolvo al que le faltaban un par de lavadas para verse blanco, me atendió apurado y sin gentileza. Tuve que acostarme sobre una camilla de plástico que se me pegó a la espalda y abrir las piernas, aguantar que metiera un instrumento frío y metálico en mis entrañas y que lo moviera sin piedad, como si revolviera la sopa. Y me negó las pastillas, porque “esas son de las caras, no te las cubre ninguna obra social, tomate éstas que son lo mismo”. No me fui muy conforme pero no tenía otra opción que confiar en la medicina.
Cuatro meses después de la visita a aquel consultorio, tuve un retraso. Había tomado las pastillas, como siempre, y en la semana que quedaba en medio de cada caja se suponía que tenía que menstruar. Pero no pasó. Ya casi llegaba el lunes en el cual debería comenzar la caja siguiente y en mi bombacha no se veía ni una miserable manchita marrón. Me asusté. Se suponía que con aquel medicamento no iba a quedar embarazada de ninguna manera, ¿habría cometido algún error? ¿qué me estaba pasando?
Pasé aquella noche en vela. No podíamos permitirnos un hijo, hacía meses que la plata no nos alcanzaba ni siquiera para comer todos los días –todo dependía de las changas que agarrara Jorge- y ni siquiera teníamos una abuela a mano como para que lo cuide mientras nosotros trabajábamos. Era un proyecto imposible.
Ni bien Jorge partió hacia la obra, le mandé un mensaje a la señora Gabriela avisándole que no iría a limpiar. Alegué una gripe fuerte. Yo era de las que nunca falta y así y todo, su respuesta fue un seco: “OK”. Ni siquiera un “mejorate”. Pero no me importó demasiado porque ya estaba acostumbrada.
Corrí a una farmacia alejada, no quería cruzarme a ningún conocido y que me viera comprando aquello. Un test de embarazo, claro. Lo guardé en el fondo de mi cartera desvencijada, dispuesta a hacer la prueba ni bien me despertara al día siguiente. Y después me dediqué a rezar. Le prendí una vela a la virgen, le imploré piedad a Dios, me gasté las yemas de los dedos pasando las cuentas del rosario. 
Ningún santo me escuchó. El test se pronunció, impávido: positivo. Tenía un bebé en mi panza.
Esa misma noche le conté la noticia a Jorge. Debo decir que su reacción fue sorprendente: me gritó, me acusó de tenderle una trampa, rompió una botella contra la ventana de la cocina, agarró un bolso, metió todas sus cosas y se fue. “No me llames ni me busques”, amenazó. “Crialo sola, sacatelo o regalalo. Yo no tengo nada que ver”. Con esas palabras el amor se esfumó en el cielo, más rápido que el humo del último asado que habíamos preparado en el patio.
Hice el listado de mis posibilidades: Mujer sola y embarazada. Sin padre a la vista. Sin familia de respaldo. De profesión: la chica que limpia. El resultado de la cuenta daba en números negativos. Me lo tenía que sacar. Estaba dispuesta a asesinar a mi hijo, como dicen en el barrio. 
La memoria acudió en mi ayuda. Aquella abuela que había vivido curando el empacho y armando muñecos a los que pinchaba para vengarse de los novios malos de las chicas que le pedían ayuda, me había transmitido algunos de sus secretos. 
Primero intenté con una enorme cacerola en la que preparé varios litros de té de ruda. La vieja me había contado que si bebías esa infusión, el bebé luchaba por escapar del cuerpo porque se negaba a nadar en tanta pestilencia. Sólo conseguí contener las arcadas durante un par de horas. La repugnancia me ganó y vomité todo lo ingerido y más. Y por mucho que agucé la vista no logré distinguir en el inodoro ningún bebé huyendo.
Un par de días después me froté con un ramito de perejil aquel orificio por donde debería salir mi hijo. Transformé lo que debería haber sido un masaje suave en una friega frenética que sólo causó un escozor tan insoportable que me obligó a sentarme un largo rato sobre el chorro de agua helada del bidet. Y el pibe siguió allí.
Y me ganó la desesperación. Busqué en el armario que había pertenecido a la abuela-bruja y en la revuelta rescaté una canasta de mimbre repleta de ovillos de lana de varios colores y un par de agujas de tejer. Grises, metálicas, apáticas. 
En cuclillas, sin que me tiemble el pulso, me introduje una de ellas y revolví, de la misma forma en que aquel médico mentiroso lo había hecho el día en que me recetó las pastillas inútiles. Y la sangre comenzó a manar.
Al fin menstruaba otra vez. 
Al fin iría a trabajar otra vez.
Al fin Jorge iba a volver a casa.

 

Comentarios

@PICHIPEDRO

21/09/2017



Hola...no quería dejar de comentarte primero por el trabajo que te habrá llevado escribir el relato  o copiar y pegar (para el caso, es lo mismo) y luego para enviarte un saludo o al revés...ya no sé.

Fue muy fuerte...tengo las neuronas bailándome sin formar una idea o comentario para compartirte...no sé.  Muyyyyyyyyyyyy fuerte !!!!!!!!! circunstancias, valores, educación, autoestima, información, malos tratos, incomprensión, dos mundos diferentes....asi tengo mi cabeza llena de pensamientos que no hilvanan una sola frase...LILIANABRUJI....Pufffffff......

Cariños

María  
@LILIANABRUJI

21/09/2017



Hola María_Blanca..... así quedé yo cuando lo leí..... tanto me impactó que no podía dejar de compartirlo..... además, está tan bien escrito!!!!!

Gracias por tu comentario!

un fuerte abrazo!!

Liliana  
@CARLOS_MARIANO

21/09/2017



Lili, realmente me costó terminar de leerlo, me agarré a la silla en una reacción involuntaria. No sé la autora de qué manera se conectó con esa historia, pero se siente como si lo estuviera contando la protagonista. Un logro de la escritora. La historia tiene mucho valor porque permite poder ver una situación tan trágica como esa desde el lugar de quien lo está padeciendo y que su elección no se hace con buenas opciones, es más bien una decisión desesperada. Sirve para desarmar muchos prejuicios al menos en quienes estén dispuestxs a ponerlos en duda. En otro post de la página se opina sobre el machismo y la última línea del cuento dice mucho también sobre la cultura machista y el contexto en el cual puede decidir una víctima.

Gracias por compartirlo

   
@MARIO

21/09/2017



Durísimo. Una realidad que está ahí ...a nada de distancia...y que se nos invisibiliza cotidianamente. Terrible el contexto, el maltrato y la falta de oportunidades...que la educación y la contención brindan... o niegan.

Mario  
@JORGE-EMILEO

21/09/2017



Tristemente, lo de Berta es la realidad cotidiana de los barrios del conurbano, de las villas, de los sectores pobres de las provincias. De la inmensa mayoría de las mujeres

Las mujeres como Gabriela,  de buen pasar resuelven estas cuestiones con sus doctores de altos honorarios en clínicas eficaces y seguras de aqui o el exterior.

Muchas van a rezar a la Iglesia, haciendose cruces con horror al ver a esas "feministas" que piden aborto libre y seguro. ¡¡Que locura !! Y defienden el derecho a la vida de ese feto en la panza de una laburante o una pibe de 12 años.

Eso sí. Despúes las critican "esas se llenan de hijos para cobrar los planes" Y si el feto tiene la mala idea de salir homosexual lo crucifican.

.  
@AMIX

21/09/2017



Gracias por compartir este duro relato. Beso. Amir
   
@LILIANABRUJI

21/09/2017



Muchas gracias por los comentarios.... que no son para mí, son para Victoria.... es una escritora excelente... no sé si tiene algo publicado .... sólo sé que cada uno de sus relatos parecen vividos en primera persona y sé que no es así porque me lo ha dicho.... y no todos son así de duros, pero sabe llegar al fondo de las emociones de sus personajes.... es una genia!!! ... para mí una alquimista de la palabra...

un abrazo!!!  
@LILUZ

21/09/2017



Dura y triste realidad! Movilizante el relato!

Habrá que seguir trabajando desde la educación para poder generar cambios sociales.

Por una educación para todos que atienda las diferencias...

Saludos y gracias por compartir Liliana!

 

   
@PICHIPEDRO

21/09/2017

LILIANABRUJI...evidentemente y no cabe duda, es un talento muy apreciable por mi, el escribir. Don de Dios para Victoria

Tiene un tinte muy especial (en formas y mezclas  de dar a entender, inconfundibles ) propia, fijate como existe una relación de dependencia con el personaje y una habilidad nata  pasando por varias formas de esas figuras retóricas , pasa de la imagen, a la metonimia y personificación, metáfora...jajajajaj! . Vos lo decis: Una genia ! y en un léxico entendible para todos.

Qué puedas y quieras repetir alguno que otro escrito.

Un cariño pibita !

Maríaheart  

@SERGIO

24/09/2017



Durisimo, Muy bien escrito  ! gracias por compartirlo ! 

 

Besos 

   
@PIRADO

24/09/2017



¡Hola! Mi intención era generar un comentario un poco más extenso, pero debido a que en este momento tengo que cumplir con ciertas obligaciones no dispongo del tiempo suficiente para hacerlo, pero a título orientativo tal vez pueda exponer un poco mi pensamiento. Para mi forma de ver el relato es bueno, pero demasiado extremista, para la escritora es todo blanco por un lado y negro por otro y creo que las cosas no son tan así, especialmente en la actitud del marido de la protagonista que al saber del embarazo toma una desición tan drástica de huir del compromiso en forma instantánea. También hay ciertas cosas que, me parece, no condice con la realidad, por ejemplo las píldoras anticonceptivas. No soy médico y no tengo conocimientos de medicina pero creo que por tener un valor u otro dichas píldoras no van a ser más o menos efectivas. Atención, con esto no quiero ponerme en detallista profundo, simplemente son observaciones que me resultaron excesivas, y por último (y por ahora, jaja..) invocaré una frase de no se quíen, pero que me quedo grabada cuando la leí y va con respecto a la señora Grabiela "Es tan pobre que lo único que tiene es dinero". ¡hasta luego!..        
@CARLOS_PILAR

25/09/2017



 GRACIAS POR COMPARTIR, Duro pero no ficticio , ES LA VIDA QUE  NOS ALCANZA CUANDO NO NOS ALCANZA,,,,,sobre todo en sectores con pocos recuesos de todo tipo