KIMBO (PARTE 1: LA MANADA)


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Escrito por
@RUYVALENTE

22/02/2017#N62349

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Kimbo

I

La manada.

 

     Si Kimbo hubiera tenido que crecer en estado salvaje, es seguro que no habría podido sobrevivir: nació deforme y, en la naturaleza, las madres se desentienden de la crías más débiles o con deformidades. Aunque hubiera conseguido sobrevivir milagrosamente a su infancia, no habría podido con los desafíos de la adolescencia, ya que se le hubiera hecho imposible insertarse en una manada, una vez producido el destete y la expulsión del seno materno. Por azar o designio, una niña lo vio tirado al costado de la carretera y, gracias a este encuentro fortuito, Kimbo pasó de la soledad del abandono al amor de la manada. Una manada de humanos, ¡extraña manada!, de la que Kimbo vino a formar parte.

     —¡Qué bonito es! —exclamó la niña.

     —¡Es repulsivo: parece un feto! —contradijo su hermana mayor.

     Lori, la caniche toy, le dedicó una seguidilla de agudos ladridos. Kimbo respondió a la ruidosa bienvenida abriendo sus ojitos redondos y oscuros como uva chinche y meneando la colita que recordaba al rabo de un cerdo.

     —Entren al auto —mandó el padre, sentado al volante.

     La madre vio que algo no andaba bien: sus dos hijas no prestaban atención. Bajó del auto y se acercó: la menor acariciaba el lomo desnudo de Kimbo. La madre se espantó:

     —¡No lo toques! —gritó—. ¿Qué es eso?

     —Me parece que es un cerdito —opinó su hija mayor.

     —Vengan al auto —repitió el padre.

     El cuerpo de Kimbo tenía forma de berenjena, abultada en la parte posterior, desde donde partían sus cortísimas patas traseras. Su cuerpo era totalmente lampiño a excepción del cuello, las orejas y la parte inferior de sus patas. En su desproporcionada cabezota, se destacaba su hocico, redondeado, con los labios cayéndole ridículamente a los lados. Tenía una pintoresca barba en forma de cepillo colgándole por debajo de la mandíbula inferior. Sus orejas eran demasiado conspicuas para una cría bebé. Sus patas delanteras eran cortas, pero no tanto como las traseras. Todavía no podía pararse, lo que claramente indicaba que no estaba listo para el destete. Intentó gatear hasta la niñita. Abrió la boca repetidas veces, pero sin emitir ningún sonido.

     —Eso no es un cerdo —corrigió la madre.

     —¿Y entonces qué es? —preguntó la hija mayor.

     —No lo sé —respondió la madre, y agregó—: A doscientas yardas comienza la Reserva: debe haber venido de ahí...

     La hija mayor rio entre dientes.

     —¡Ji, ji! Saltó el cerco y corrió como Bolt.

     —Ya basta de chistes —dijo la madre—. ¿No oyeron cuando las llamaba papá?

     En ese preciso momento, se oyó la voz del padre:

     —¿Por qué no vienen al auto? —insistió.

     La niña más pequeña se aferró a su madre, mientras gritaba:

     —¡No podemos dejarlo, mamá! ¡Yo no quiero!

     El padre se desabrochó el cinturón de seguridad y dejó el automóvil, blasfemando en voz baja.

     —¡Qué carajo! ¿Se volvieron todas sordas o qué?... —Se encaminó hacia donde estaban a paso vivo—. Lo único que tenían que hacer era pasear a Lori unos segundos y... —Se detuvo en seco—. ¿Y eso? ¿Qué clase de cría es ésa?

     La niña vio en su padre a su mejor aliado. Corrió a abrazarlo.

     —¡Papi, papi, no dejes que se muera Kimbo!

     —¿Kimbo? —repitió el padre.

     La pequeña corrió a levantar los restos de un envase descartable sobre el que el animalito apoyaba su grotesca cabezota. Leyó la etiqueta:

     —Ka, i, eme, be, o —deletreó—: ¡Kimbo! Éste es su nombre.

     La niña alzó al abandonado bebé y lo acunó, ahuecando la blusa que llevaba puesta, mientras dos adultos y una adolescente entraban en deliberaciones para ver cuál sería el destino de Kimbo.

     Al cabo de unos diez minutos, el padre determinó sin entusiasmo alguno:

     —Está bien: el cachorro viene con nosotros. Ya no hablemos más del asunto—. Se dirigió a la menor de sus hijas—: Niñita, te hago responsable de.... ¿cómo dijiste qué se llamaba esa cosa?

     La niña hizo un mohín de fastidio.

     —¡No es una “cosa”, papi! Y se llama Kimbo: ka, i, eme, be, o.

     —Bueno. Ahora quiero que te lleves a Chimbo al auto, te sientes, te pongas el cinturón y te hagas cargo del animalito hasta que lleguemos a casa. ¿Entendido, señorita?

     —¡Sí, papá! —exclamó la niña, exultante, y comenzó a correr hacia el auto con el extraño cachorro entre sus brazos.

     —¡No corras! —ordenó su madre.

     La orden no fue obedecida. Su hermana se apresuró detrás de ella. El matrimonio se rezagó un poco.

     —¿No estarás pensando en dejarle tener el cachorro? —preguntó la mujer, y añadió—: Esa cría de... de lo que sea... es deforme, probablemente no viva mucho. ¿Sabes cómo se sentirá ella cuando el cachorro muera?

     El hombre se limitó a mover la cabeza en un gesto que denotaba cierta contrariedad.

     —Ya tuvimos bastante por hoy —declaró—. Tengo hambre. Cuando lleguemos a casa y haya comido, charlaremos sobre el destino de Chimbo.

     La esposa iba a corregirlo, pero optó por señalar al enorme cartel publicitario al costado de la ruta. El marido desvió la vista y miró a través de la ventanilla. Sobre el cartel, podía leerse en enormes y coloridos caracteres:

 

Comienza el día sonriendo...

Comienza el día con un trago de KIMBO

 

     Él sonrió ante la broma del destino. Tomó la distribuidora y maniobró hasta la bajada que daba acceso al vecindario. Al llegar a la casa, las cosas no serían igual: se había agregado otro integrante al grupo familiar. Una manada de siete: cuatro humanos, un canino, un felino y un.. un Kimbo.

 

Comentarios

@CARLOS_PILAR

22/02/2017



Es la parte 1 queremos seguir sabiendo como trnascurre la vida de kimbo esperamos ansiosos la parte 2!!!  
@CARLOS_MARIANO

22/02/2017



Muy bueno, qué bien escrito. Me gustó. Te felicito.

Gracias por compartirlo  
@LUCIA21

22/02/2017



Hermoso cuento. Adhiero a los comentarios de los dos Carlos: muy bien escrito; esperamos la continuación!  
@LILIANABRUJI

23/02/2017



Me encantó!!!! me quedé con las ganas de saber cómo sigue!! por favor.... la parte 2!!!