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Escrito por
@RUYVALENTE

17/02/2017#N62307

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Los globios no se reproducen sexualmente. Cuando llegan a cierta edad, simplemente, generan un brote que, en algún momento se desprende y cae al suelo. El brote se alza sobre sus pies y, ¡he aquí: un nuevo globio ha nacido! No hay niños ni ancianos. El globio nace, crece y muere adulto con la misma apariencia de siempre.

Brogo, un globio de pura cepa, meditaba debajo de un cocotero globiano, mientras miraba tres insectos en el acto de reproducirse. En esta especie de insectos, se diferencian tres sexos: masculino, femenino y neutro. El insecto femenino aporta el óvulo, el masculino, los espermatozoides y el neutro es el encargado de que la individuo femenina copule con el individuo masculino correcto, de lo contrario no hay fertilización. Al aparearse realizan una danza aérea y, en el coito, sus individualidades se funden en una. Es ahí donde el insecto de sexo neutro pone en contacto los espermatozoides de uno con el óvulo de la otra, mediante un mecanismo que los zoólogos globios todavía no han podido descifrar. Después de la cópula, los insectos caen en trance y a veces mueren por el éxtasis en el que entran. ¡Qué inmenso placer deben sentir estos bichos!, pensó Brogo. Esa noche, se le presentó Dios debajo del cocotero.

—Te concederé tres deseos —dijo el Supremo—. Habla.

Brogo señaló a la carcasa de un insecto de la especie trisexuada.

—Quiero que todos los globios nos reproduzcamos como esos insectos.

—Concedido —decretó el Todopoderoso—. Tendrás esta noche y un día. Entonces, te concederé el segundo deseo.

El Supremo ascendió al Cielo en una columna de luz. Brogo desarmó su catre y se fue a la ciudad.

Llegó allí al mediodía. Nada funcionaba: la ciudad era zona de guerra. Las individuos femeninas rechazaban a los masculinos porque no las fertilizaban. Evidentemente, los neutros no daban pie con bola en la concertación de las parejas. Hastiados por la situación, las femeninas y los masculinos dejaron de lado sus diferencias individuales y arremetieron contra los neutros, matándolos. Brogo no tuvo más que hacer que esconderse y esperar hasta el tiempo de su nueva entrevista con el Creador.

Llegada la hora, Dios descendió, esta vez, en los lomos de un querubín. Brogo, hincado en el suelo, rogó:

—¡Tienes que detenerlos: la ciudad es un manicomio! ¡Es el todos contra todos!

—Pide tu deseo —tronó el Creador.

—Quiero que elimines el sexo neutro —rogó, sin atreverse a alzar la vista—. Nuestra especie debe ser bisexuada.

—Hecho —sentenció el Hacedor—. Tendrás esta noche y un día. Entonces, te concederé tu último deseo.

El Omnipresente silbó y bajaron dos querubines, tirando de una carroza de fuego. Se abrió el Cielo y la carroza se disparó hacia las alturas, dejando una estela ígnea. Brogo desarmó su catre y se fue a la ciudad.

La ciudad estaba en calma. Brogo se tranquilizó y dejó escapar el aire de su contenida respiración. Los nuevos globios bisexuados venían en distintos formatos: los pequeños y revoltosos eran los niños y los lentos y encorvados eran los ancianos. Se dio cuenta de que había un proceso, entre el nacimiento y la muerte, que modificaba la estructura corporal de los individuos. Se llamaba vejez, un concepto difícil de aprehender para un globiano de pura cepa como Brogo. Visitó geriátricos y hospitales donde se apiñaban los globianos lentos y encorvados, pocos estaban allí por su propia voluntad. Presenció velorios y entierros. Pero lo que más le llamó la atención era que esta nueva raza de globios de dos sexos podía decidir sobre la vida o no de los hijos aún no nacidos. Los globios asexuados no tenían esa opción: acabar con un brote-hijo les acarreaba la muerte.

Este mundo era muy sórdido para su gusto. ¿Y qué, si todos decidían no tener hijos? ¡Al cabo de unas pocas generaciones se despoblaría el planeta! Dasanimado, volvió al cocotero y al encuentro con su Hacedor.

Dios se le apareció esta vez en el cocotero ardiendo y el cocotero no se quemaba. Brogo se postró ante Él y exclamó:

—¡Oh, poderoso Señor! No quiero ser ni macho ni hembra ni neutro. ¡Vuélvenos a nuestra condición inicial!

—Así sea —mandó el Omnisciente.

Tras el mandato divino, los genitales de Brogo desaparecieron. Por eso supo que había vuelto a ser un globiano de pura cepa.

Una escalera se abrió hacia el Cielo y Dios subió lentamente los escalones hasta que Brogo no lo vio más.

Brogo armó su catre a la sombra del cocotero. Debajo de uno de sus brazos, germinaba la yema de su primer brote-hijo.

 

 

Comentarios

@LILIANABRUJI

17/02/2017



Creo que el relato va mucho más allá de Brogo.... y es la aceptación de lo que somos, de cómo somos... que 10 cm más de alto... que 5 kg menos de peso.... si tenemos el pelo lacio, lo queremos con rulos.... si tenemos el pelo enrulado, la planchita.... y así mucho más.... 

Aceptar quiénes somos!!!!