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Escrito por
@AMARULA

16/10/2012#N42062

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 SIN LUCES ROJAS

 

Fue el Sábado a la noche.

Me sentía más sola que nunca: Mi hija con mil planes para la salida nocturna. Mis amigas en pareja. Mi amante con su mujer, que vino de improviso del campo.

Resignada prendí la computadora y me fijé en la cartelera del cine.

Sin querer o queriendo, ya que a mi entender no existen las casualidades sino las causalidades, decidí ir a ver “Luces Rojas”. Una película de suspenso en la que dos investigadores de fraudes paranormales, la veterana doctora Margaret Matheson y su joven ayudante, estudian los más diversos fenómenos metapsíquicos con la intención de demostrar su origen fraudulento.

Llegué a Unicenter a la hora pico, y en la cola para sacar entradas, calculé que había por lo menos 300 personas.

Me ubiqué al final del largo zigzag, dibujado por las vallas que llevaban a las boleterías.

La cola está armada de tal manera, que uno en la primera vuelta mira para el sur, y en la segunda para el norte. Por lo que la gente que espera, se cruza de frente, por lo menos dos veces, durante las casi cinco vueltas que tenía que pasar, para poder comprar mi ticket.

Apenas me hube puesto al final de la cola, advertí que un señor rubio, de unos 50 años, me miraba con insistencia.

Se notaba aún, que en su juventud había sido un hombre muy codiciado y a pesar de los años, guardaba ese esplendor en las pequeñas arrugas que enmarcaban sus ojos grises.

El no habló y yo tampoco dije nada. Me quedé pensando que tal vez me miraba simplemente, por ser algún cliente de mi negocio. Tanta gente me saluda y hasta me llaman por mi nombre de pila y yo no sé quienes son. Es que en mi parrilla entra y sale gente todo el tiempo y a mi se me pierden las caras y los nombres en el nerviosismo que genera el stress, por que todos salgan conformes con lo que comieron y con la atención.

Cuando nos volvimos a cruzar, quince minutos después el me dijo:

-                        ¡Qué piola que es tu amiga! Se fue a mirar vidrieras y te dejó sola para que saques las entradas.

-                        ¿Mi amiga? – pregunté yo ingenuamente y agregué – Vine sola, el cine es uno de los pocos lugares, a los que podés ir sin necesidad de que para pasarlo bien, necesites que te acompañen.

-                        Es cierto – dijo él y preguntó- ¿Qué vas a ver?

-                        Luces Rojas- contesté y pregunté- ¿y vos?

-                        La misma.

-                        ¿Te apasiona el tema?

-                        Soy parapsicólogo y a vos ¿Te interesa?

-                        Sí, yo sé tirar el tarot y con las cartas en las manos, veo las cosas tan claras que me da miedo. Y además soy tan racionalista, que al no entender como funciona, prefiero no practicar el arte.

 

La cola se volvió a mover y nos separamos.

Esperé quince minutos más hasta llegar al punto donde se sacaban las entradas, habiendo perdido de vista al sujeto.

Justo cuando me tocaba a mí enfilar para la caja, una mano fuerte tomó la mía. Era el parapsicólogo y dijo:

 

-                        Esta es tu entrada- me tendió el ticket- me permití invitarte. Yo también vine solo.

-                        Disculpame- respondí- pero no te la puedo aceptar.

-                        ¿Por qué no? ¿Qué hay de malo?- preguntó él

 

Al ver que no nos movíamos, los que estaban detrás de mí comenzaron a protestar:

 

-                        ¡Si no va a comprar nada retírese!- dijo uno-

-                        Salga de la cola señora, que no llego a comprar mi boleto y ya empieza la película- dijo otro-

Y la de la boletería me dio el ultimátum:

 

-                        ¡Si ya le compraron la entrada, salga de la cola y no moleste nuestro trabajo!

 

Salí de la cola sorprendida. Muy sorprendida, ya que la escena me parecía irreal, algo así como si la película hubiera empezado sin poner los títulos.

De la mano me guió hasta la entrada de las salas.

 

-                        Sala 10, sala Milka- dijo el empleado del cine y agregó- fila J butaca 12 y 13.

 

Entramos en silencio y la proyección de las propagandas ya había comenzado.

Nos acomodamos en nuestros lugares sin soltarnos las manos y así continuamos hasta los últimos minutos de la película, en los que el protagonista tiene un monólogo, que me tocó en lo más profundo de mi ser y dice algo así:

“Uno no puede negar toda su vida lo que es, uno tiene que aceptar eso que es y hacerse cargo de eso. De lo contrario uno vive engañando y sobre todo engañándose. Ojalá me hubiese dado cuenta antes de esto. Por lo menos ella, mi maestra, se hubiera ido sabiendo que sí, hay algo más allá”

 

Me largué a llorar, me conmoví. Era yo la racional y por eso, por no comprender, al mismo tiempo me temía.

El me abrazó, me besó en la boca como nunca nadie me había besado. No fue un beso de pasión, ni de amor, ni de amantes y mucho menos fue el beso de dos desconocidos.

Fue una unión Divina de dos almas que vibran alternando latido y latido, para formar un solo bombear de sangre, al mismo corazón del universo.

Me secó con su pañuelo las lágrimas, salimos y me dijo:

-                        No necesitamos aclarar nuestro pasado, ni nuestro presente. Ya que en el alef de ese beso, nos ha sido todo revelado. Quiero que intimemos para conocer el éxtasis.

-                        Estoy de acuerdo- dije y acoté- sólo voy a poner una salvedad.

-                        Lo que quieras- dijo él-

-                        Se hará sin luces rojas, nosotros no tenemos trucos que ocultar.

-                        Así será mi señora. Jamás me dirá su nombre, ni yo el mío. No nos pediremos teléfonos ni direcciones. Y sabe ¿Porqué? Por que no nos hacen falta los tucos, sólo nos hace falta ser como somos, por una vez nosotros mismos.

 

 

Acepte.

Fuimos al hotel más cercano.

Tuvimos la experiencia amatoria más esplendorosa, de toda nuestra vida.

Levitamos con el cuerpo y con el alma, vimos más allá de los muros y de todos los mundos. Al recorre nuestras pieles con nuestras lenguas, degustamos todos los sabores del universo y sobre todo conocimos a fondo la telepatía. Ya que dos almas que se entregan, de la forma en que nosotros lo hicimos, sin trucos, sin esconder y sin luces rojas, se unen para siempre en el sentimiento universal de pertenencia y libertad.

Lo que siempre debería ser, pero por querer seducir, gustar y complacer, casi nunca se da. Trucos que inventa el humano para no permanecer en soledad.

 

Al caer la mañana él llamó un remis.

Subimos juntos y me preguntó hasta donde iba yo y le contesté:

 

-                        Digamos que estoy mintiendo y voy hasta Vicente López.

-                        Digamos que yo también miento y voy a Pilar por lo que me bajo acá nomás en Panamericana.

 

Sacó un billete de 50 y se lo extendió al chofer.

 

-                        Lleve a la señora a su casa y le devuelve el cambio a ella.

 

Me besó en la boca y se fue. Pero se quedó en mí y por toda la eternidad lo estará.

 

“Según el film de Rodrigo Cortés, Luces Rojas, son las que se utilizan, para ocultar dentro de sus penumbras, los trucos que suelen hacer los falsos parapsicólogos”

 

Por Claudia Varosio 16/10/2012

 

 

 

 

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