SOLOS Y SOLAS (RELATO INESPERADO)

Parada en la puerta de esa vieja y tradicional casona, dudó antes de entrar. Abrió su cartera, retocó su maquillaje, respiró profundamente y se animó a tocar timbre. Una voz amable la invitó a pasar.

Subió la ancha escalera de mármol blanco, apoyándose en esa baranda de madera torneada. Una señora muy amable la esperaba tras una mesa. Le cobró una entrada y le entregó folletos explicativos de todas las actividades que se realizaban en ese lugar: Teatro, funciones de cine con posteriores debates, cafés literarios, gimnasia yoga, etc.

Ingresó a la sala con una cierta timidez, mirando hacia todos lados. Los asistentes levantaron la mirada con curiosidad. Ella se ruborizó. Se quitó el abrigo, lo colgó en un perchero, y se sentó en un rincón sin integrarse al grupo.

Al cabo de unos instantes comenzó a observar a los que, como ella, concurrían para evadirse de la rutina de los sábados en soledad. Sus ojos se cruzaron con los de un hombre que la miraba, con una sonrisa. Ella, con cierta timidez, le sonrió a su vez.

El hombre se levantó de su asiento y se sentó a su lado. Comenzaron a dialogar.

Él: -Hola, me llamo Carlos-.

Ella: -Mi nombre es Sofía-.

Carlos: Un verdadero placer conocerte. ¿Es la primera vez que venís?-

Sofía: -Sí, y para serte franca, primera vez que concurro a una reunión de Solos y Solas. No sé qué hacer, quizás sólo observe lo que hacen los demás-.

Carlos: -Siempre hay una primera vez para todos. No te sientas cohibida. Los que venimos a estas reuniones tenemos en común la soledad, relaciones deshechas, experiencias no gratas. Todo aquello que hizo que en estos tramos de la vida, nos encontremos en la búsqueda de ese alguien con quien iniciar una relación sentimental. Una segunda oportunidad.-

Sofía: -Sí, supongo que es ese pensamiento el que me trajo aquí. El otro día me dieron un folleto mientras caminaba por la calle. Lo leí, pensé tirarlo pero no lo hice. Y el resto de la semana me preguntaba ¿Por qué no ir?-

Carlos: -Hiciste bien en venir. Fijate que estamos hablando desde hace un rato. Tu timidez parece haber desaparecido-.

En esos momentos ingresó a la sala de reunión la coordinadora del encuentro. Propuso que todos los asistentes se presentaran diciendo sus nombres, algo acerca de sí mismos con pocas frases, no dejando de hacer mención al hecho de si era la primera vez que iban a un encuentro de esa naturaleza.. Sugirió inclusive que si algunas personas se habían relacionado con alguien afín, no dejasen pasar la oportunidad de intercambiar teléfonos o direcciones de casillas electrónicas, para no perder contacto.

Se fueron presentando, uno a uno, todos. Cuando le llegó el turno a Sofía, sencillamente dijo:

- Mi nombre es Sofía. Soy divorciada. No tengo hijos. Sólo mi gato siamés vive conmigo. Soy Licenciada en Relaciones Humanas y tengo una empresa consultora de personal temporario. Es la primera vez que concurro a una reunión de Solos y Solas-.

La coordinadora le respondió:

- Bienvenida, Sofía. Espero que te sientas cómoda con nosotros, y esperamos verte en lo sucesivo, aunque parece que te han acaparado-.

Le tocó el turno a Carlos:

- Mi nombre es Carlos. Muchos me conocen porque vengo habitualmente todos los sábados desde hace...bastante. (Se escucharon risas). Hoy no tenía muchas ganas de venir, porque se me estaba convirtiendo en rutina. Afortunadamente me prometí esta última vez. Y conocí a Sofía. Estoy más que contento de haber tomado la decisión de concurrir. Soy divorciado, tengo 3 hijos, vivo solo. Estaba buscando a la mujer de mis sueños, pero me parece que esa búsqueda terminó-.

La coordinadora, con una sonrisa contagiosa, le reprochó:

-¿Así que nos ibas a abandonar, sin previo aviso? Mmmm, Carlos, ¿Cómo íbamos a superar la tristeza ante tu ausencia?- (Las carcajadas fueron generales). Lo último que dijiste es hermoso. Espero, y creo que todos compartirán lo que voy a decir, que esa búsqueda haya terminado.

Siguieron las presentaciones, pero Sofía y Carlos no prestaron más atención. Ni siquiera participaban de las actividades generales. Salvo cuando se puso música para bailar. Carlos tomó con firmeza a Sofía quien, con suavidad, apoyó la cabeza sobre su hombro. Él se sintió confiado, embriagado por ese perfume de mujer tímida y seductora a la vez. Ella se sintió amparada y protegida entre sus brazos.

Al rato, Carlos le propuso irse de allí para tomar algo y conocerse mejor. Sofía aceptó.

Subieron al auto de él, de marca importada.
Carlos preguntó: ¿Te parece que vayamos a un pub estilo inglés que conozco o preferís ir a otro lugar?

Sofía respondió: Conozco una confitería muy señorial, tranquila, con poco ruido ambiental. Es posible hablar y escucharse. Pero queda un poco lejos de aquí.

Carlos: No importa, las distancias en auto siempre se acortan. Si preferís ir allí, por mí no hay problema. Decime donde queda.

Sofía: Bárbaro, yo te guío.

Carlos comenzó a manejar, siguiendo las indicaciones de Sofía. Iban conversando alternadamente. De pronto Sofía abrió su cartera y Carlos sonrió. Pensó que iba a ponerse más bella de lo que era. Pero ella sacó un revólver. Le apuntó con él y le dijo:

-Carlos, doblá hacia la izquierda. No me contradigas ni hagas nada que me obligue a disparar. Te aseguro que tengo excelente puntería.

Carlos sintió pánico. Pero se contuvo. Con expresión seria no pronunció palabra. Se limitó a manejar en silencio.

Sofía introdujo la otra mano en la cartera. Sacó un teléfono móvil, apretó unos botones y dijo lo siguiente:

-Muchachos, el chivo cayó en el lazo. Está mansito. Nos encontramos en el lugar de siempre. ¿Cuándo me pagan?

 

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