La sapiencia de olvidar

Cuando uno se permite abrir el corazón y sentir, entonces el paso del tiempo actúa como un filtro sanador, y los malos recuerdos, los sinsabores y las traiciones se refugian en la zona oscura, el olvido, y son archivados en algún cajón con una férrea cerradura.

Están ahí, claro, pero se establece un pacto de mutua indiferencia.

Porque “sacarlo todo”, “decirlo todo”, a cierta edad, se transforma en una metáfora imposible, tal como limpiar el mar o quitar las nubes al cielo.

Y como en la memoria, ahora quedan espacios vacíos, debe reactivarse la vivencia pura, el abrazo honesto, los silencios cargados, las caminatas ciudadanas, la buena lectura.

Y disponernos a habitar el tramo final con toda la ventaja de la experiencia y la sapiencia del olvido.

Porque olvidar no es lo mismo que negar, ya que el negador no acepta jamás su vulnerabilidad.

Bendito el olvido, la otra cara de la memoria.

 D. Karpu

 

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