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@VINI

31/07/2012#N41445

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Contra todos los males de este mundo

 
Spinetta explícito. El libro del preiodista Juan Carlos Diez ofrece al músico en diálogos francos y expansivos. La ilustración de tapa pertenece al propio flaco.
 
El libro Martropía. Conversaciones con Spinetta es un fascinante recorrido por el pensamiento de una de los faros creativos más potentes que dio la Argentina. El periodista Juan Carlos Diez lo escribió después de cinco años de largas charlas y encuentros mágicos.

El 8 de febrero último murió Luis Alberto Spinetta. Desde que se conoció aquella extenuante noticia, un enorme agujero de angustia se abrió en la cultura y sensibilidad de todos los argentinos. Hubiera sido ingenuo aspirar a que la vida del Flaco fuera eterna: pero aquel prematuro final se sigue haciendo difícil de digerir. Afortunadamente, dejó un arsenal de antídotos contra todos los males de este mundo. Más de 40 discos que siempre parecen tener algo nuevo para decir, una nueva dimensión para ofrecer. El Flaco ya no está, y durante los últimos años de su carrera se había encerrado en un férreo hermetismo –en términos públicos– apenas quebrado por entrevistas muy ocasionales. Por todo esto, la reciente reedición del libro Martropía. Conversaciones con Spinetta, del periodista Juan Carlos Diez, funciona como una plataforma casi irresistible para asomarse –aunque sea en parte– al fabuloso universo spinetteano.
Martropía. Conversaciones con Spinetta no es una biografía. No se desarrolla en forma cronológica ni pretende desnudar internas o recovecos íntimos. Tampoco se trata de un recorrido de museo donde se apuntan unas pocas líneas obligadas y asépticas de lo que ya no es. El libro se construyó después de más de cinco años en los que Diez pudo darse el enorme gusto de compartir tardes, madrugadas, comidas, música y, ante todo, diálogos con uno de los músicos más significativos de la historia argentina. En más de un sentido, el trabajo respeta la máxima spinetteana de “mañana es mejor”. No se sostiene en un sentimiento nostálgico, sino que repasa el pasado –obvio–, pero a través del pensamiento y la reflexión viva del Flaco: significando y resignificando hechos y perspectivas en vuelo libre. El trabajo se desarrolla a través de una prosa cuidada y un criterio de edición centrado en cuidar las formas del protagonista. Se lee la voz de Spinetta no sólo en sus recuerdos, análisis y pensamientos: también resuena en obsesiones, modismos y digresiones.
El trabajo deja testimonio de múltiples facetas del guitarrista y compositor. Empezando por ponderaciones sobre su música y letras. “Tratar de encontrar una buena melodía es tratar de vincularme con lo más importante entre todo aquello con lo que coexisto, no solamente con las personas que vayan a escuchar una canción o un disco mío, sino con todo lo que me rodea en un sentido total. Una especie de noción absoluta de naturaleza. Es un poco utópico, pero generalmente tiendo a pensar eso”, señalaba. Sobre sus textos, especificaba: “Siempre está la flor, la presencia de la vida, la brisa, el viento. Son íconos que se repiten. En mis canciones nombro la palabra ‘luz’ doscientas mil veces. Mis reiteraciones son bastantes evidentes, no puedo corregirme”. Pero tampoco eludía hablar de miedos a la hora de componer. “Imaginé cómo sería mi vida si no pudiera componer más. O, más que eso, que me iba a resultar muy difícil crear nuevas ideas para seguir con ese nivel de descubrimiento y de calentura al hacerlo. Generalmente, después de hacer un buen disco donde metí muchas canciones nuevas y un montón de ideas, paso por un período en que no sé si se me va a volver a ocurrir alguna cosa nueva. Pero no es tan grave como ser un corredor de Fórmula 1 y pensar que uno se va a matar”, detallaba.

El universo y sus astros. En las casi 200 páginas de testimonios spinetteanos –el libro también incluye un apéndice con letras y su discografía– aparecen nombres propios de gran peso como Vincent Van Gogh, Rembrandt, El Bosco, Gustav Mahler, Jimi Hendrix, Miles Davis, George Harrison, el Cuchi Leguizamón, Manal y muchos más. En ese marco, se filtran bellas confesiones: “En la época que empezamos con Almendra, Piazzolla y los Beatles eran para nosotros verdaderos guías”. Al texto tampoco le faltan relatos sobre diferentes momentos de la carrera de Spinetta –el capítulo final desanda muchas de las historias de Almendra y, entre otras, la influencia de Rodolfo García–. El texto tampoco adolece de anécdotas sobre varias de las composiciones del Flaco –“Barro tal vez”, “El anillo del Capitán Beto”, “Maribel se durmió”, “Será que la canción llegó hasta el sol”, son apenas algunas de ellas.
En ese rubro, las palabras del Flaco sobre “Laura va” (Almendra) resultan entrañables: “La escribí en la casa de Arribeños un año y medio o dos antes de que lo grabáramos. Me acuerdo de que evidentemente era mi versión de una especie de ‘She's Leaving Home’, de los Beatles. Pero mi historia no es tan buena (…). Los arreglos para cuerdas, bandoneón y todos los demás instrumentos los hizo Rodolfo Alchurrón. ¡Fue espectacular! Terminaron de grabar las cuerdas, canté y terminó el tema. En un día, en una sesión. Fue algo instantáneo”. En relación a “Cantata de puentes amarillos” (canción editada como perteneciente a Pescado Rabioso, pero que en realidad se trató de un trabajo solista) decía que “son varias canciones unidas y hasta hay un estribillo en algunas de ellas. También pasa eso en otros temas en que las partes van yendo de un lado hacia otro, como en “Nueva luna (Mundo Arjo)”. (…) Ahora, de alguna manera, me gusta resumirlo, que no haya tantos pájaros volando”.
En sus propias palabras, el Flaco hasta incluso proponía un futuro posible que –lamentablemente– no pudo ser. “He probado usar sonidos sintetizados con mucha distorsión y se producen unas cosas que honestamente nunca me he atrevido a grabar. Todavía no entré en esa etapa, quizás en algún momento lo haga. Es como que todos esos armónicos se ahogan en la distorsión y se produce un sonido que es absolutamente monstruoso y muy grosso como para componer un tipo de rock duro muy moderno. No como los viejos heavy metal que escuchamos, creo que es otro concepto. (…) Son desafíos que me quedan pendientes”, confesaba. Y resulta inevitable no leerlo con cierta amargura.
Acaso nunca haya un libro definitivo de/sobre Spinetta. Uno que sea capaz de contener toda su obra, contar cómo fue construida y parte de su pensamiento. Quizás esa ausencia sea una trampa impuesta por el propio Flaco. Sus proyectos, composiciones y vida son tan poderosos, ricos e inabarcables que –al menos por ahora– le siguen escapando a capturas más totalizadoras. En sintonía con Spinetta. Crónicas e Iluminaciones (de Eduardo Berti), Martropía. Conversaciones con Spinetta funciona como una recorrido atrapante del pensamiento y parte de la historia de una de las figuras más ricas y creativas que dio la música argentina. Y resulta muy difícil resistírsele.

EN FOCO
“El fruto de un trabajo apasionado”

Juan Carlos Diez. Autor de Martropía

El libro Martropía, conversaciones con Spinetta es el fruto del apasionamiento y de cinco años de trabajo intenso. De encuentros con Luis Alberto Spinetta que comenzaban al atardecer y concluían a altas horas de la madrugada. Era regresar a mi casa por las avenidas vacías con horas de grabación en la mochila, con cuadernos atiborrados de preguntas escritas en lápices y fibras de colores como una mapa que nos llevaba por hojas de ruta serpenteantes hasta revelarnos el lugar buscado.
El proyecto del libro fue algo que elaboré durante mucho tiempo hasta contárselo a El Flaco. Y algo fundamental: estaba tan seguro de lo que quería hacer como de lo que no quería. Tenía un anhelo: que fuera un proyecto con un sentido artístico. Sin nada de lo que calificábamos como “el merchandising del rock”, el amarillismo, los lugares comunes. Yo –y lo digo en la introducción del libro– quería conocer a la persona que estaba detrás de ese andamiaje flotante de música y letras de un profundo lirismo.
Fueron cinco años de encuentros periódicos dedicados a esa búsqueda. Y la llave para llegar a él fue, no podía ser de otra manera, a través de su propia obra. La riqueza de su personalidad me permitió ahondar en diferentes temáticas y conocer a un artista de características únicas. Y en el ambiente de intimidad que logramos, recibí un regalo de la vida; el de llegar a hacernos amigos. Rodeado siempre de guitarras preciosas, el Flaco pasaba de la conversación a darme el ejemplo concreto de una canción con alguna de ellas, a mostrarme un nuevo tema o a cantarme alguno de los que estábamos hablando. Me siento un privilegiado: estuve en medio de la noche, en su cocina, escuchando a ese músico increíble cantarme alguno de sus temas siempre emocionantes. Martropía... es el fruto de todo eso. Más el rigor para trabajar a fondo y sin abandonar las temáticas hasta que estuvieran realmente desarrolladas. Hasta que el libro concluido se precipitara sobre nosotros.

 

Fuente: Miradas al Sur

 

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