Vale la pena sufrir por alguien?
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@LUCCIANA03
Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte.
Aristócratas y adinerados señores habÃan llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos.
Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura.
Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenia mas riqueza que amor y perseverancia.
Cuando le llego el momento de hablar, dijo:
"Princesa, te he amado toda mi vida, Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor.
Estaré cien dÃas sentado bajo tu ventana, sin mas alimentos que la lluvia y sin mas ropas que las que llevo puestas, Esa es mi dote..."
La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
"Tendrás tu oportunidad: Si pasas la prueba, me desposaras".
Asà pasaron las horas y los dÃas.
El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas, sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento.
De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena.
Todo iba a las mil maravillas.
Incluso algunos optimistas habÃan comenzado a planear los festejos.
Al llegar el dÃa noventa y nueve, los pobladores de la zona habÃan salido a animar al próximo monarca, todo era alegrÃa y jolgorio, hasta que de pronto.... cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la joven princesa, se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño lo alcanzó y le preguntó ¿Qué fue lo que te ocurrió? ... Estabas a un paso de lograr la meta... ¿Por qué perdiste esa oportunidad?... ¿Por qué te retiraste?...
Con profunda consternación y algunas lagrimas mal disimuladas, contestó en voz baja: "Si ella no me ahorró un dÃa de sufrimiento... ni siquiera una hora, es porque no merecÃa mi amor".
El merecimiento no siempre es egolatrÃa sino dignidad.
Cuando damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona, cuando decidimos compartir la vida, cuando abrimos nuestro corazón de par en par y desnudamos el alma hasta él ultimo rincón, cuando perdemos la vergüenza, cuando los secretos dejan de serlo, al menos merecemos comprensión.
Que se menosprecie, ignore, olvide o desconozca frÃamente el amor que regalamos a manos llenas es desconsideración o, en el mejor de los casos, desinterés o ligereza.
Cuando amamos a alguien que además de no correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en el lugar equivocado.
Esa persona no se hace merecedora del afecto que le prodigamos. La cosa es clara: si no me siento bien recibido/a en algún lugar, me voy.
Nadie se quedarÃa tratando de agradar y disculpándose por no ser como les gustarÃa que fuera.
No hay vuelta de hoja: en cualquier relación de pareja que tengas, no te merece quien no te ame, y menos aun, quien te lastime.
Y si alguien te hiere reiteradamente sin "mala intención", puede que te merezca pero no te conviene.
Retirarse a tiempo con la satisfacción de haber dado lo mejor de nosotros mismos no tiene precio
Sweetsweetmoon
Aristócratas y adinerados señores habÃan llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos.
Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura.
Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenia mas riqueza que amor y perseverancia.
Cuando le llego el momento de hablar, dijo:
"Princesa, te he amado toda mi vida, Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor.
Estaré cien dÃas sentado bajo tu ventana, sin mas alimentos que la lluvia y sin mas ropas que las que llevo puestas, Esa es mi dote..."
La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
"Tendrás tu oportunidad: Si pasas la prueba, me desposaras".
Asà pasaron las horas y los dÃas.
El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas, sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento.
De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena.
Todo iba a las mil maravillas.
Incluso algunos optimistas habÃan comenzado a planear los festejos.
Al llegar el dÃa noventa y nueve, los pobladores de la zona habÃan salido a animar al próximo monarca, todo era alegrÃa y jolgorio, hasta que de pronto.... cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la joven princesa, se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño lo alcanzó y le preguntó ¿Qué fue lo que te ocurrió? ... Estabas a un paso de lograr la meta... ¿Por qué perdiste esa oportunidad?... ¿Por qué te retiraste?...
Con profunda consternación y algunas lagrimas mal disimuladas, contestó en voz baja: "Si ella no me ahorró un dÃa de sufrimiento... ni siquiera una hora, es porque no merecÃa mi amor".
El merecimiento no siempre es egolatrÃa sino dignidad.
Cuando damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona, cuando decidimos compartir la vida, cuando abrimos nuestro corazón de par en par y desnudamos el alma hasta él ultimo rincón, cuando perdemos la vergüenza, cuando los secretos dejan de serlo, al menos merecemos comprensión.
Que se menosprecie, ignore, olvide o desconozca frÃamente el amor que regalamos a manos llenas es desconsideración o, en el mejor de los casos, desinterés o ligereza.
Cuando amamos a alguien que además de no correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en el lugar equivocado.
Esa persona no se hace merecedora del afecto que le prodigamos. La cosa es clara: si no me siento bien recibido/a en algún lugar, me voy.
Nadie se quedarÃa tratando de agradar y disculpándose por no ser como les gustarÃa que fuera.
No hay vuelta de hoja: en cualquier relación de pareja que tengas, no te merece quien no te ame, y menos aun, quien te lastime.
Y si alguien te hiere reiteradamente sin "mala intención", puede que te merezca pero no te conviene.
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Sweetsweetmoon
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