La mudanza

La mudanza

La vida en este sitio había sido estupenda. Pero ninguna dicha es eterna. Era tiempo de pensar en trasladarse.
La comodidad y seguridad que les había proporcionado este hogar, se veían potencialmente amenazadas. Ya no estaban seguras de pasar desapercibidas por mucho tiempo más. Zdd había observado en reiteradas ocasiones, la presencia peligrosa de personas que parecían mostrarse sorpresivamente interesadas en lo que, hasta ahora, había sido su propio y legítimo territorio. Poder disfrutarlo en plenitud dependía por sobre todas las cosas, de que nadie se percatara de su existencia. Sabían que no eran bien vistas por la mayoría de la gente. Incluso, muchos disfrutarían verlas muertas.
El riesgo era inminente, y entre todas debían apresurarse a desalojar. Sin embargo, algunas, las más hinchadas, parecían no percatarse de lo cerca que acechaba el desastre. Era como si estuvieran narcotizadas por la sensación de abundancia y bienestar de su tibio y acogedor hábitat. Tenían comida de sobra; les bastaba con hundir sus picos en la blanda superficie y succionar, succionar, hasta quedar satisfechas. Era una verdadera lástima tener que dejar este generoso y peludo mundo.
Ya casi habían sido descubiertas, y lo inevitable estaba a punto de ocurrir. Podían imaginar el olor del veneno agitándose frenéticamente sobre el cuero de donde estaban asidas.
En ese momento de terror y caos, Trr tomó la iniciativa, esperando que las demás la emularan. Saltó con sus ocho patas, en dirección a la alfombra.
Estando en el aire, y a mitad de su hipérbola perfecta, gritó:
— ¡Salgamos antes de que nos descubran!..

 

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